Otto le extendió el reloj a la mujer frente a ella, invitándola a tomarlo para que observase más de cerca el objeto y se cerciorara de que le estaba diciendo la verdad. Y aunque todo continuara pareciendo irreal, había algo de verdad en todo aquello que estaba sucediendo. Georgina bajó su mirada a aquel objeto, tomándolo con cuidado entre sus manos. Sintió en primera instancia la textura tan pues del oro entre sus dedos y detalló con delicadeza cada borde y rama forjada que cubría el reloj.
—Es... es algo único —agregó por bajo la menor con el objeto entre sus manos y sintiendo la cercanía de aquel misterioso hombre frente a ella.
—Esa es mi máquina del tiempo —susurró.
—Pero ¿Por qué dice que lo robó por amor? Debe de saber que sea la causa que sea...
—... Robar es algo injustificable —completaron ambos, al mismo tiempo.
—Eso lo sé, ma belle dame, y lo es más si se habla de un objeto como este, pero era completamente necesario para mi. Las vidas pasadas, presentes y futuras existen, así como las almas gemelas, las cuales están destinadas a encontrarse durante cada una de esas vidas, sin importar la época o el tiempo en el cual ocurra la misma. Y yo a usted la conocí en cada una de ellas. Y sé, que sonará un completo frenesí el que le diga esto tan de repente, pero la amé en cada una de nuestras vidas y si la hubiese alcanzado a conocer en ésta, sé que la habría amado con locura y no necesito demasiada cordura como para quererla en estos momentos.
La psiquiatra se repetía una y otra vez en su cabeza que tenía que ser una mujer racional y no dejarse llevar por el encanto de aquel hombre y sus poéticas palabras. Era casi un chiste el que un desconocido estuviera jurándole amor eterno de esta y otras vidas, pero al mismo tiempo le era imposible encontrar rastro alguno de que le estuviera mintiendo, en el comportamiento corporal de él. La seguridad en su voz y su mirada y la forma en la cual buscaba mantenerse cerca del espacio personal de la mujer, era algo que mantenía ciertamente cautivada a Georgina.
—Yo...
—Acompáñeme —interrumpió Otto educadamente.
—¿Acompañarlo? ¿A dónde? —preguntó, llena de confusión.
—A un viaje por el tiempo. Quiero mostrarle todo lo que yo vi, y lo que vivimos juntos; sé que es una completa locura lo que le estoy diciendo, no obstante, sería para mi un honor el que me concediera la oportunidad de viajar conmigo, antes de que sea demasiado tarde. Así que ¿Confía en mí? —. Extendió una de sus manos hacia la fémina, y tomando con la otra el reloj de regreso.
Pero por supuesto que eso era una completa locura. Estaba acostumbrada a guiarse por el razonamiento y la ciencia, en búsqueda de comprender el funcionamiento de la mente de los demás para poder ayudarlos, y ahora, aparecía un extraño varón en su oficina, salido de una novela de romance y con un reloj que parecía ser sacado de un libro de fantasía. Sentía que todo era un sueño, le costaba creer que todo era real, sin embargo, en esos momentos decidió dejar aquella lógica de lado y dejarse guiar por su alma, la cual sentía una chispa en su interior que la incitaba a ir a ese viaje.
—De acuerdo, confío en usted... —respondió, aceptando la mano que él le tendía.
—Cierre los ojos —pidió el mayor, susurrándole en el oído.
Una sonrisa se plasmó en los labios del mayor, estaba feliz y emocionado por enseñarle esta travesía a la mujer que ama y amó en cada una de sus vidas. Llevó la mano de la joven hasta sus labios, dejando otro pequeño beso en el dorso. Bajó la mirada hasta el reloj, abriéndolo con cuidado y marcando una fecha y una hora exacta. Solo era cuestión de presionar un botón y en un par de segundos estarían en su primera parada.
La Antigua Grecia.
Una gran luz terminó por salir del reloj, envolviéndolos a ambos y llevándolos físicamente fuera de aquel consultorio, para reaparecer detrás de un muro de piedra. Otto, al sentir e identificar el cambio de temporalidad, abrió sus ojos, para observar con cuidado y atención a la hermosa mujer frente a él. Bajó de nuevo la mirada, recorriendo su rostro, hasta llevar a sus manos, las cuales continuaban aferradas la una a la otra. Podía sentir como Georgina también estaba asustada, y eso se reflejaba en su postura y la fuerza con la cual seguía tomando la mano del hombre. El castaño, guardó su reloj en silencio, para alzar su mano ahora libre hasta el rostro de la menor, acariciando con delicadeza aquel rostro de porcelana que poseía.
—Ya puedes abrir los ojos... —indicó por lo bajo.
Poco a poco, la ojiazul los abrió, encontrando un entorno totalmente diferente en el cual estaban con anterioridad. Observó a su alrededor, procesando en su mente el que realmente se encontraba en una época antigua, una época de leyenda.
—¿Es real todo lo que veo? Por favor, dígame que no estoy loca —pidió por lo bajo.
El varón dejó salir una pequeña risilla, sin dejar de observar con atención y maravilla a la chica frente a él, para después negar con suavidad y lentitud.
—No, ma belle dame, no estás loca. Todo esto es real, y escucha, sé que eres una mujer inteligente, pero necesito que me prestes atención —solicitó con caballerosidad, algo que logró que finalmente la castaña mirase a su compañía —. Hay que ser sumamente cuidadosos en cada lugar que visitemos. Nuestros ropajes y la discreción es algo que tenemos qué cuidar para no alterar la línea del tiempo ¿de acuerdo?
Asintió.
—Lo comprendo. Se de lo delicada que puede ser la línea del tiempo y que cualquier error podría modificar toda la historia.
—Y sería un desastre y una gran complicación el tener que arreglarlo —agregó. Soltó un suspiro, moviendo su mirada hacia el otro lado del muro que los separaba de la sociedad, tenía que conseguir un par de cosas para que lograran salir de ahí y caminar sin llamar la atención —. Muy bien, ma belle dame, espérame aquí un poco ¿de acuerdo? Tengo que ir a conseguirnos la vestimenta adecuada. Prometo no tardar.
En un inicio, la joven psiquiatra sintió la necesidad de decirle que iba con él, y que lo acompañaría q conseguir eso, sin embargo, también entendía que era más difícil esconder a dos personas, que hacerlo con una sola persona, por lo cual, no le quedó nada más que acceder a sus palabras.
—De acuerdo, te esperaré aquí.
Dejó un último beso en el dorso de la mano de la fémina, antes de salir con disimulo y escondiéndose tras los muros de mármol y las estatuas que posaban con regozo en la plaza principal, lugar donde habían hecho aparición. El viajero en el tiempo, regresó al lugar que visitó la primera vez que hizo esta travesía, tomando dos batas diferentes, una para él, y otra para Georgina.
Se apresuró a cambiarse detrás de uno de los puestos, guardando su ropa de los años veinte en su bolso, y fue algo que hizo muy a tiempo, pues antes de salir de detrás de su escondite, las voces de un par de personas conocidas lo hizo detenerse en seco.
—¿Seguro que está aquí? —preguntó uno de ellos.
—Estoy completamente seguro, tuve un registro de este lugar hace un tiempo y volvió a marcar aquí desde que el reloj fue robado.
—Eso espero... Tenemos que hallar al culpable de ese robo. Ese reloj es muy especial y delicado; cada minuto y segundo que corre en esas manecillas, es vital para el futuro, se está robando el tiempo.
Otto trago grueso. Esos hombres lo habían estado siguiendo desde que se adueñó de aquel invento, aún si ellos no sabían que era él quien lo había hecho. Así como también sabía, que estaba quitándole el tiempo a las futuras generaciones, pero eso no le importaba, él solo quería ser feliz y ver al amor de su vida y su alma gemela una vez más. Le esperaba un total infierno en cuanto regresara a sus años, pero estaba seguro de que valía toda la maldita pena del mundo y que no se arrepentiría de nada de lo que estaba haciendo.
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Ladrones del Tiempo
Short Story¿Alguna vez has escuchado hablar sobre las almas gemelas, las vidas pasadas y futuras, y de los viajes en el tiempo? Pues yo sí y quién diría que eso podría ser realidad... O tal vez todo es realmente un sueño. Para Georgina Charles, una psiquiatra...