Noveno Acto

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Los ojos de Georgina estaban llenos de asombro, esta era su segunda vida y en ésta también habían estado juntos. Otto mantenía su mirada sobre la ojiazul de la misma forma en la cual ambos locales de época se veían, con un anhelo y un amor genuino. Observarla era como apreciar a una obra de arte. Con algo de pena, soltó la mano de la chica, para llevarla al mentón de su contraria y perfilarlo suavemente con su dedo, haciendo que su rostro girase hacia él. La tentación de tenerla así de cerca era innegable, muy complicado de resistirse, y sin poder contenerse más, se tomó el atrevimiento de acercar su rostro sin más al suyo, impactando así en un dulce beso.

La menor se había quedado impactada por el acto del castaño. Sin embargo, con la familiaridad de sus labios no se pudo resistir a corresponderle. No se tardó en hacerse escuchar los sonidos de asombro por parte de los locales, estupefactos de lo que Otto había hecho. Los murmullos sobre el tema inundaron el lugar entre la música clásica que resonaba por el salón, no obstante, eso parecía no importarle a ninguno de ellos dos. Aunque lamentablemente fue otra cosa lo que no les permitió disfrutar de aquel momento.

Las puertas del salón fueron azotadas, los hombres que estaban buscando a quien había robado la máquina del tiempo habían tenido que hacer aparición. No podían seguir perdiendo más tiempo, ya después de encargarían de buscar la forma de hacer que todo regresara a la normalidad. Otto y Georgina, al igual que todos los invitados, se exaltaron. El pánico y el miedo abordó la mirada del ladrón del tiempo. No temía por él, temía que le hicieran algo a Georgina por culpa suya y el no poder hacer nada para evitarlo.

—¡Ahí están! ¡Ve por él! —uno de ellos gritó.

La gente comenzó a gritar, y a moverse de un lado a otro, abriéndole paso a esos nuevos viajeros y facilitándoles llegar hasta donde estaban. Otto, por su parte, no dudó en tomar la mano de su bella dama y comenzar a correr juntos hacia alguna otra salida del salón, pues estaban lejos de la entrada principal. Se escabulleron por la cocina y los dos tipos fueron atrás de ellos. Quien había dado la orden logró alcanzar a la joven psiquiatra, pisándole el vestido para impedirle que siguiera corriendo y haciendo que se cayera al suelo, soltándose así de Otto.

El castaño al instante se volteó para darle frente a aquellos hombres. Soltó un golpe en la cara a quien estaba sobre Georgina, tendiendo a la vez su brazo hacia ella para ayudarla a levantarse. El acompañante del invasor los alcanzó segundos después, abalanzándose sobre Otto para que se zafara de la chica y así separarlos. La castaña también intentó pelear para que el otro tipo no la tomase a ella también, sin embargo, fue vencida por un gran diferencia de fuerza con sus atacantes. A ella ya la habían tomado y a Otto lo habían sometido, siendo ambos esposados, aunque con diferente nivel de brutalidad.

—Señor Otto Dirac, queda arrestado por la Federación Francesa por robar un objeto prohibido y clasificado del gobierno.

—Y señorita, usted queda arrestada por testigo y cómplice de este acto —sentenciaron.

—¡No! No... A ella no le hagan nada ¡Por favor! —suplicó el viajero —. Todo esto es mi culpa ¡No es de ella! ¡Suéltenla!

Ella era consciente de esto, sabía que Otto había robado el reloj y que era algo peligroso, pero no comprendía cómo es que ellos se habían percatado de eso ¿Cómo los encontraron? ¿No había solo una máquina del tiempo?

Sin recibir respuesta alguna por parte de ambos policías del tiempo, fueron teletransportados hasta la época en la cual ellos pertenecían: Los años veinte. Al aparecer, lo hicieron por separado, Georgina había terminado sola con uno de esos tipos en una habitación oscura y pequeña, una tenue luz encima de ellos era lo único que los iluminaba, y bajo el mismo había una mesa con un par de sillas. El hombre hizo a la mujer del futuro sentarse en su lugar, para ser liberada de las esposas, y proceder a ser sometida a una serie de preguntas respecto a su persona.

Había miedo en los ojos azules de la chica. Estaba sola, en un lugar desconocido y con alguien que podía no llegar a comprender las cosas, y aunque así fuera, no había una justificación para lo que Otto y Georgina habían hecho. El amor no siempre era un justificante válido.

—¿Dónde estamos? —preguntó la psiquiatra, procurando sonar lo más estable y segura posible, aunque sus ojos hablasen más que su voz.

—Francia, 1920.

—¿Francia?

—¿Acaso no escuchó bien? Sí, estamos en Francia. ¿Cómo te llamas y de dónde vienes?

—Soy Georgina Charles, vengo de Inglaterra, 2022.

—¿Y ese acento francés? —preguntó alzando una ceja.

—Soy francesa, pero resido en Inglaterra desde hace unos años.

—¿De dónde conoce al señor Otto Dirac?

—Es... Lo conocí en el hospital en el que trabajo, fue a mi consultorio.

—¿Usted sabía que era un viajero en el tiempo? Que no era de su época...

—Sí, lo sabía. Me lo dijo y lo supe por su forma de vestir, e identificaciones.

—Validación de identidad, vaya, que inteligente de su parte, señorita Charles. ¿Usted era consciente de lo que se causa con esos viajes en el tiempo?

—Solo sé que no podemos hacer nada que pueda alterar la línea temporal, cómo hablar de cosas que sucederán en la historia o ese tipo de cosas.

—¿Usted sabe que con cada viaje que realizan y todo el tiempo que están fuera de donde pertenecen le quita tiempo al universo y a las generaciones futuras? Son unos ladrones. Están robándole tiempo al tiempo.

El ceño de la menor de frunció en su totalidad ¿Qué era lo que quería decir con eso? ¿Robar el tiempo?

—¿A qué se refiere? —soltó una risa seca e incrédula —. Eso no es posible, solo brincamos por la línea del tiempo, n-no...

—Matemáticamente hablando, así es como sucede. En la línea del tiempo por cada que se vaya hacia el futuro o hacia el pasado, el tiempo se mueve, y se reduce ¿Sabe usted cuántos milenios le han robado al universo y de su gravedad?

Georgina bajó la mirada a su manos y negó con lentitud. No estaba consciente de eso y esperaba que Otto tampoco, pues no quería que su sentencia por tal crimen fuese aún peor, le importaba y mucho, aunque puede que jamás vaya a volverlo a ver.

—No... no lo sabía. ¿Qué sucederá conmigo? ¿Me encarcelaran?

El tipo negó.

—Aunque quisiéramos hacerlo, no podemos. No eres de esta época y tú desaparición movería muchos cables en tus épocas, eso a menos que busquemos la forma en la cual no suceda tu nacimiento, pero daría a lo mismo, desaparecerías de aquí al jamás existir en la línea del tiempo. Regresarás a Inglaterra en tú año.

—¿Y qué sucederá con Otto?

—Él será sentenciado por sus crímenes. Robo de propiedad privada del gobierno, del tiempo y ataque contra la policía federal, o sea, a mi, me golpeó y va a salirle caro.

Ladrones del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora