Siete

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  Sintió cómo tiraban de su pelo hacia atrás pero no notaba nada de dolor. Simplemente ardía en deseos de cortarle la garganta al lobo que lo sostenía. Al ver la expresión de dolor de Jacob olvidó todo y se centró en él.

  Era mucho más alto, corpulento y moreno. Llevaba el pelo muy corto y su cara mostraba más frialdad que antes. Al fin y al cabo habían pasado trece años desde la última vez que le vio. Reconoció en sus ojos la sorpresa, el anhelo y segundos después la ira y el reproche.

—Pa. —Había susurrado con una mezcla de dolor y alivio. Sin embargo, sus facciones ahora eran una máscara de hierro—. Encerrarlo hasta que su jefa aparezca.

—Jacob, espera. —Se sacudió de los lobos y por un momento quedó liberado. Agarró el brazo de Jacob que percibió una descarga eléctrica—. Llevo años...

  Pero no pudo terminar. Uno de los lobos le propinó un golpe con la zarpa que le derribó a un costado.

—¡Basta! —clamó el líder haciendo un esfuerzo en no ayudarle a ponerse en pie—. Lleváoslo.

  Los hombres le pusieron en pie mientras Jacob mantenía la vista en los ojos de Alec notando una oleada de sentimientos que le oprimían en el interior. Aun así, a pesar del dolor rogaba que le quisiera, volver a sentir su fría piel en contraste con la suya. En su mente repetía las mismas palabras, obligándose a imprimarlo sin éxito.

  En cuanto pudo escapó de vuelta a la cabaña. Se dejó caer contra la pared, jadeando por la falta de aire. Alec estaba vivo. Estaba vivo y delante de él. Entonces el hueco que llevaba años vacío se llenó de golpe.

  De nuevo se asustó al ver a la guardiana tras la ventana.

—¿Me dejas que te cuente su historia ahora?

—¿Lo sabías? ¿Sabías quién era?

—La jefa de los vampiros lo encontró en el bosque tras el ataque que sufrió. Si hubiera llegado dos minutos después Alec habría muerto. Tenía la garganta destrozada y el abdomen abierto. —Jacob dibujó una mueca de dolor, cerrando los ojos para alejar esa imagen—. Como sabes los vampiros no tienen sangre pero la ponzoña les mantiene vivos. Alec la había perdido casi toda. Ella se lo llevó y pasó un año sin que pudiera ponerse en pie. Perdió las facultades propias de un vampiro. No podía captar olores, sonidos lejanos y a duras penas podía tragar la sangre que ella le traía. Durante el tiempo que tardó en recuperarse le enseñó a buscar su don.

>>Al descubrirlo contaba con el arma perfecta para sacarte de allí, pero hubo un inconveniente. Acababas de aceptar el poder y al pasar a ser el líder tu olor cambió por completo. Alec vigiló la reserva intentando dar contigo, pero tu aroma se había esfumado por lo que decidió ir más allá y buscarte en las manadas más próximas. Tardó años en revisarlas todas. Fue la jefa de los vampiros quien me contactó. Gracias a mí supo que seguías aquí. Hizo llamar a Alec, quien regresó hace una semana. Estaba aprendiendo a captar tu nuevo olor cuando tus lobos le sorprendieron.

—¿Por qué vino aquí la primera vez a pesar de saber que le atacarían?

—Por ti. Está claro.

—¿Él no... él no me abandonó?

—No.

—Pero las cosas han cambiado. —Miró a la mujer, desesperado—. Para mí él no es el mismo.

—No, porque te has imprimado. Le quieres—. Jacob la contempló aterrado.

—¿Qué?

—Conozco las emociones de todas las criaturas a las que guardo, tú entre ellas. Supe que le imprimaste a los quince años. Pero su ausencia, tu rencor y los recuerdos han hecho que ese mecanismo de los lobos se transforme en amor. Sé que le quieres.

El Juego De Las Sombras Jacob Black x AlecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora