Trece

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  Cuando despertó lo hizo con una leve sacudida. Tuvo una pesadilla en la cual Alec se acercaba a él dejando claras las intenciones de acercar las posturas entre ambos, por el contrario, Jacob saltó sobre el vampiro mientras se llevaba la cabeza de este en sus fauces.

  Respiró hondo con la vista clavada en el techo, la fragancia de Alec flotaba con sutileza por su habitación a pesar de que este no subió en ningún momento. Entonces una diminuta sonrisa comenzó a aflorar en su boca reparando en el alivio que iba apareciendo.

—¿Estás bien? —inquirió Alec medio asomado por las escaleras.

—¡Ah! —Jacob se sobresaltó en la cama casi pegándose al cabecero de esta.

—Menudo alfa —se burló Alec subiendo un par de peldaños sin llegar a la habitación.

—¿Qué haces ahí?

—Te he oído removerte y me aseguraba de que estuvieras bien. No me imaginaba que ibas a saltar de esa manera. —El vampiro sonrió mientras Jacob le ofrecía una mueca sarcástica.

—Estás en mitad de la oscuridad. He tenido un mal sueño así que no me ayudas apareciendo así. —Alec señaló el suelo con un dedo.

—¿Puedo?

—Por supuesto.

  Alec entró con paso lento directo al borde de la cama para tomar asiento junto a los pies del lobo. Este le observó un instante fijándose en la camisa abierta hasta la mitad del pecho. Siempre le veía ataviado con esos chalecos y levitas tan elegantes que encontrarlo de esa manera le resultó agradable.

  Ahora se daba cuenta de lo que le contaron. La pérdida de ponzoña le quitó parte de su fuerza e incluso podía jurar que estaba más delgado ahora que lo miraba sin tanta ropa encima.

—¿Quieres contármelo? —cuestionó posando la mano en una de sus piernas por encima de la sábana como hacía cuando era un niño—. Puedo inventarme un cuento para ayudarte a dormir.

—No hace falta, Pa —repuso con una sonrisa. En realidad le apetecía más que se acurrucara junto él, pero no podía pedírselo—. Ha sido una pesadilla. Yo... te hacía daño.

—Eso es imposible, Jacob. Ya lo sabes. No deberías darle importancia a esa clases de sueños. ¿Estás bien?

—Sí. ¿Te importaría hacerme compañía un rato?

—Claro que no. No creo que vuelva a conciliar el sueño —bromeó. Jacob rio agradecido por su actitud. Siempre lograba borrar el rastro que dejaba el miedo tras cada pesadilla.

  Se deslizó a la izquierda ofreciendo ese hueco a Alec al tiempo en que palmeaba el colchón para que se sentara a su lado. El vampiro asintió casi de manera imperceptible antes de moverse. Sus brazos se rozaron lanzando calambres al estómago de Jacob. Alec por su parte, advirtió el cambio en la forma en que latía el corazón del contrario.

—¿Qué planes tienes? Tu cumpleaños es dentro de una semana.

—Harán una cena comunitaria para todos los del poblado. Lo hacen cada año. Después hay una fiesta donde se acercan a felicitarme. Al final ellos continúan la celebración y yo vuelvo a casa.

—¿En serio? ¿Cómo aguantas todo eso? —Jacob se encogió de hombros contemplando las tenues luces que dejaba la luna en su habitación—. ¿Qué quieres que te regale? Todavía estoy a tiempo de encontrar algo —añadió al ver la cara del chico.

—Reúnete conmigo en el bosque cuando termine la cena. Vamos a celebrarlo nosotros solos como hacíamos antes.

—¿Estás seguro? —respondió dándole un suave golpe con el codo a la vez que se acomodada contra su brazo.

—No existe mejor regalo que celebrar los días especiales con la gente a la que quieres.

  Jacob se sonrojó en la oscuridad por haberle dicho indirectamente que le quería. Escuchó la baja risa de Alec por encima de su cabeza y su corazón estuvo a punto de estallar de felicidad.

—Nadie me había hecho sentir tan esencial, Jacob. Gracias.

—Eres lo más esencial e importante que tengo.

  Alzó la vista en su dirección provocando que sus ojos se encontraran a pesar de la oscuridad. El chico entreabrió los labios al ver los del vampiro, finos y atrayentes. Sus nervios se incrementaron iniciando una revolución en su interior cosa que Alec no tardó en percibir. Si todo en el cuerpo de Jacob continuaba así sus estímulos empezarían a volverse locos y esta vez no habría vuelta atrás. Tuvo que romper el contacto visual para bloquear lo que iba creciendo en su cuerpo.

—Pensaré en algo para tu día —expuso con la voz casi ahogada.

  Jacob asintió. Acto seguido comenzó a reposar la cabeza en el hombro de Alec fingiendo que se estaba quedando dormido. Logró que el vampiro no se moviera ni un ápice para no molestarle mientras él reprimía una sonrisa por poder dormir a su lado. Esa fue la primera vez que Alec pensó si podría aceptar que sus estímulos vampíricos reclamaran a Jacob como su pareja y se sorprendió al darse cuenta de que no lo tenía tan claro como imaginaba.

  En el transcurso de esa semana ambos se adaptaron a esa rutina donde buscaban cada minuto del día posible para pasar un rato en la compañía del otro. Alec notaba los detalles tan amables que Jacob tenía con él. Incluso le permitía acercarse al bosque cuando realizaba las rondas, sin averiguar que el chico contaba con sus propios intereses. Además el vampiro pretendía entender si ese arrebato de locura por el aroma del lobo era un episodio pasajero o algo más.

  Sin embargo, nada había cambiado para ninguno excepto en la inquietud que presentaba Jacob tras reunirse con los más ancianos del poblado. Le citaron un día antes de la gran celebración. No solo era su cumpleaños, sino que recordaban el momento en que aceptó el liderazgo nueve años atrás. Le dijeron que se extendió por toda la tribu la noticia de que ese vampiro con el que pasaba tanto tiempo no era otro que aquel que le crió y en el cual se había imprimado. Ellos lo aceptaban, no era algo corriente, pero no debían oponerse.

  Por el contrario, estaban preocupados porque el vampiro le correspondiera. No por él, sino por su raza. Sabían que estos no darían como válida esa unión pues los vampiros no comprendían la imprimación. Alec sería tratado como un traidor y los demás recibirían la orden de acabar con él. Los ancianos estaban preocupados de que Jacob se viera involucrado en aquella pelea por defenderle. Una tribu sin un líder no era nada.

  Y ahora se veía en la tesitura de proclamar un sucesor si a él le ocurría algo y defender al poblado si un aquelarre de vampiros lo atacaban por su culpa. Eso teniendo en cuenta de que Alec llegara en algún momento a corresponderle. ¿Debía anteponer su felicidad por su papel como líder? Si estallaba la temida batalla contaba con los otros miembros para plantarles cara, pero ante su desdicha estaba solo. Aunque sabía de antemano que su conciencia no le permitiría abandonar a la tribu a pesar de que ellos sí lo hubieran hecho con él.

El Juego De Las Sombras Jacob Black x AlecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora