Cuatro

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  Observó cómo el niño no perdía el entusiasmo al querer aprender a montar en bici y por lo que veía no le llevaría mucho lograrlo. Ahora que lo pensaba ocurrió lo mismo cuando comenzó a andar, lo intentó y lo intentó y cayó pocas veces hasta que logró estabilizarse.

  Entonces empezó a hacer una lista mental de las criaturas de la noche que conocía: vampiros, hombres lobo, hadas oscuras, espíritus, magos negros, brujas, Nagas, pero estás vivían en lagos y océanos, elfos oscuros. Pensó en las criaturas que se servían de las brumas para ayudarse: los magos, brujas, espíritus, capaces de hacer crecer brumas de sus extremidades. Los espíritus no podían tener descendencia, por lo que quedaba descartado. Siguió pensando, los elfos y hadas oscuras. Sabía que se le estaban escapando algunas. 

  —¡Gárgolas! —dijo golpeando su puño cerrado sobre la palma del otro al caer en la cuenta. Agradeció que Jacob estuviera a unos metros y no pudiera oírle. También contaba con las guardianas, que eran hadas desterradas por pasarse al lado oscuro de la magia. Pero le faltaba otra pieza <<Él te verá como tú quieras que te vea: un amigo, un padre, un hermano, un jefe>> había dicho la mujer al entregarlo.

  Miró al pequeño Jacob mientras este rodeaba un árbol para volver hacia él, ¿sería el híbrido de un mago y un hada? ¿El de un elfo y una bruja? Abrió las fosas nasales para absorber el familiar olor de Jacob a ver si percibía algo diferente. Olía a vampiro porque llevaba nueve años al lado de uno. Olía a hojas tiernas, a tierra y a chocolate por las galletas que comió. Estaba claro que era un bastardo y seguramente un híbrido, la mezcla de razas no estaba bien visto.

<<Él te verá como tú quieras que te vea: un amigo, un padre, un hermano, un jefe>>. Resonó de nuevo en su mente, alguien a quien un vampiro pueda manipular.

  —Nada de gárgolas entonces — susurró.

  —¡Pa! —Los brazos de Jacob rodeando su cintura le hicieron salir de sus pensamientos—. Me encanta este regalo. Creo que puedo ir a mucha más velocidad.

  —No seas temerario. —Acarició su oscuro pelo contemplando su piel morena, no podía ser hijo de un mago, todos los que conocía eran muy pálidos—. Volvamos dentro.

  El niño levantó la bici del suelo y se encaminó a la entrada de la casa. Alec le observó unos segundos temiendo por el futuro del pequeño Jacob.

  Tras la cena sacó un diminuto pastel decorado con fondant azul claro y nueve bolitas de chocolate negro. A Jacob le brillaron los ojos al verlo. Alec no hizo por cantar y el niño no se lo pidió, estaban acostumbrados a que fuera así. Incluso en los cumpleaños del vampiro, los cuales había dejado de celebrar hasta que el pequeño le preguntó cuándo los cumplía. Desde entonces también los celebraba.

  Comieron una ración antes de que Jacob tuviera que ir a prepararse para dormir. Se puso en pie con una sonrisa de satisfacción.

  —Este ha sido el mejor cumpleaños de todos —dijo de repente. Alec sonrió enternecido.

  —No me lo estás poniendo fácil para el año que viene, pequeño.

  —Quiero un pastel con velas enormes, hamburguesas para cenar y un patinete —pidió emocionado.

  —Ya hablaremos de eso. Ahora a lavarte los dientes y a dormir.

  —¿Qué quieres para el tuyo? —preguntó cuando Alec puso una mano en su hombro para conducirlo fuera de la cocina. Conocer tus verdaderas raíces, pensó. Pero esbozó una sonrisa sin preocupaciones ante el niño.

  —Que obedezcas a la primera.

  —Estoy haciendo lo que pides —se quejó.

  Alec se apoyó en el marco de la puerta del baño indicándole con un gesto que cogiera el cepillo de dientes. Jacob suspiró pero no dijo nada.

El Juego De Las Sombras Jacob Black x AlecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora