Ochenta años después.
La lluvia caía tan fuerte que todos los animales del bosque habían huido buscando un refugio bajo tierra, entre los árboles o en el interior de sus ramas. El silencio lo cubría todo con su manto invisible. Empezó a escuchar el maullido débil de un gato frente a la puerta. Pensó en un pequeño gato arañando su puerta en busca de cobijo. Se deslizó entre las sombras de la casa en dirección a la puerta. Al abrirla encontró una mujer de larga melena negra y tez tan pálida que parecía porcelana. Sus ojos grises se clavaron en él de inmediato.
—¿Qué desea? —preguntó en tono áspero. La mujer dibujó una leve sonrisa en sus labios.
—Sé quien eres y la soledad que alberga tu corazón. Por ello te hago entrega de algo que te cambiará la existencia y descongelará el frío de tu interior.
La mujer alargó las manos hacia él, entonces vio que sobre estos yacía un diminuto bulto envuelto en una manta. Pudo apreciar el rostro de un bebé dormido. Su cara redonda, sus labios rosados entreabiertos y su escaso pelo negro le hicieron dar un paso atrás.
—Lárguese. No quiero bebés en mi casa.
—Es una esperanza para ti. Si todavía quieres ser amado y ser feliz este niño es tu salvación.
—Yo no tengo salvación.
—Tómalo y cuídalo. Él te verá como tú quieras que te vea: un amigo, un padre, un hermano, un jefe. —Dudó ante la afirmación de la mujer, ella lo alargó de nuevo—. No sentirás deseo por su sangre ni él temerá por tu naturaleza.
—No sabré qué hacer con él.
—Solo dale un hogar. —Con cuidado lo puso en los brazos del vampiro que lo sostuvo sin mucha confianza. El niño se removió al cambiar de brazos pero no se despertó—. Su nombre es Jacob que significa Dios recompensará. Al final tu sufrimiento ha sido escuchado y recompensado con él.
Al mirar al niño y de nuevo a la mujer esta había desaparecido bajo la lluvia como una niebla lejana. Entró con él en sus brazos notando como el calor del cuerpo menudo traspasaba la manta hasta llegar a sus manos. Hacia años que olvidó lo que era el calor humano. Depositó al niño sobre el viejo colchón, pero al verse alejado de los brazos empezó a llorar con desesperación. El vampiro lo tomó de nuevo y se calmó al abrigo de sus brazos.
No supo cómo pero logró que el bebé se rindiera de nuevo al sueño. Lo dejó otra vez sobre la cama improvisada y le contempló con una mueca de desagrado. Sabía que la mujer que le había traído al niño era una de las habitantes de las sombras, pero no era un vampiro como él, era una especie de hada oscura que cuidaba de los que eran como él. Pero no entendía el por qué de la entrega de un diminuto humano. Olfateó el aire en busca de el olor de la sangre del pequeño, en efecto esta no le despertaba ninguna sed aunque tuviera el aroma dulzón de algunos humanos.
Estudió sus facciones con curiosidad. La suave piel morena normal en un niño de su edad, su pelo tan negro como la noche, su boca en forma de corazón que fruncía mientras soñaba. Cualquier vampiresa hubiera dado lo que fuera por un bebé así. Pero él no.
Quiso saber el pasado del pequeño, pero solo sabía su nombre y no estaba seguro de que se lo hubieran dado sus padres. Continuó mirando su cara cuando de repente hizo un puchero amenazando con llorar, alarmado, lo meció levemente sin cogerlo hasta que se relajó.
Tuvo que dejarle solo unos minutos hasta que pudo encontrar leche en una granja cercana. Era la primera vez que entraba en otra casa para llevarse algo que no fuera sangre. Al regresar rebuscó en todas partes hasta dar con lo necesario para crear una tetina casera y le dio de comer. Al caer la noche reposó al niño dormido sobre el colchón y lo tapó con la manta.
Él se sentó frente a la vieja chimenea apagada, en su interior yacían las cenizas de los antiguos propietarios que nunca se molestó en quitar y los restos de piedras que se desprendían de la repisa. Se preguntó si el bebé tendría frío y eso le llevó a pensar que le ocurriría a él si el niño no salía adelante. Las sombras irían a buscarle por orden de aquella mujer que confió la vida del pequeño a su persona. Se puso en pie y recogió ramas de los árboles próximos hasta que la chimenea estuvo hasta arriba de troncos bien apilados, prendió una cerilla con las que encendía las velas y esperó a ver los trozos de madera arder. Después atrajo al bebé junto al fuego.
A pesar de que no dormía le molestaba que el niño llorara cada tres horas pidiendo comer. Pensó en dejarlo frente la puerta de alguna casa vecina y terminar con el problema, pero al pensar que era una recompensa lo meditaba mejor. En cuanto volvía a llorar creía que en lugar de una recompensa le habían mandado un castigo.
Lo que no imaginaba era que lo peor no serían sus llantos o darle de comer sino la hora de cambiarle el pañal. El olor le llegó cuando los primeros rayos del alba se colaron por los agujeros en las paredes. Tuvo que usar telas viejas que quedaban en algunos cajones de los muebles de la cocina mientras le hablaba de lo inoportuna que era su llegada. En una de las veces en las que se quejaba al cambiarle el niño emitió una tierna sonrisa con un sonido adorable. El vampiro se detuvo impresionado por el gesto del pequeño.
—¿Qué ha sido eso? —Acercó su cara un poco a él haciendo que el bebé riera de nuevo. Con su diminuta palma tocó levemente la cara del hombre que se quedó mudo, unas horas en compañía del pequeño y ya no deseaba que se fuera.
Esa fue la primera noche que pasó acostado junto a él para que no resbalara del colchón.
Tomó como costumbre salir por la noche, cuando Jacob dormía, para coger provisiones de leche suficiente para unos cuantos días. Se alimentaba y se limpiaba antes de volver al lado del niño. Por suerte tenía un sueño profundo y él no se retrasaba más de lo necesario.
Al principio lo vestía con las telas que quedaban en la casa o de las que sustraía en las noches que salía a por la comida del pequeño, pero tras una semana a su cuidado vio que necesitaba ropa para abrigarlo en las frías noches que se avecinaban.
La gente que le había tachado de monstruo había muerto hacía varios años y los descendientes de estos apenas conocían de su existencia. Por primera vez tuvo que ir por las calles para hacerse de las cosas necesarias para el cuidado de un bebé, pero hacía años que no respiraba el aroma de la sangre humana.
Cada vez que el deseo de la sangre le asaltaba se obligaba a pensar en las sombras echándose sobre él y en el futuro del pequeño si por alguna razón no volvía a casa.
Respiró aliviado al ver que Jacob estaba en perfectas condiciones. Se había despertado y se encontraba jugando a atrapar sus propios pies alzados con las manos. Los sonidos de diversión que emitía le hicieron al vampiro sonreír con ternura.
Pasó los días siguientes organizando la casa para la comodidad y seguridad del bebé. Con los años había reunido modestas cantidades de dinero que iban menguando debido a los gastos, tal vez debía encontrar un trabajo. Compró su propia vaca y la instaló en un granero que construyó en pocos días. Cada mañana la ordeñaba y preparaba el biberón. Limpió el baño que quedaba al final de un corto pasillo, llenó la bañera hasta la mitad de la misma y fue a por el niño.
Comprobó la temperatura antes de meterlo en el agua. Jacob sonrió al tacto del agua templada. El vampiro disfrutó de ese momento más de lo que hubiera imaginado. Tras el baño el bebé se quedó dormido en los brazos del hombre que yacía sentado frente al fuego. Al observar su tranquila expresión se atrevió a acercarse a su cara y darle un suave beso, algo que no hacía desde que era un niño, más de noventa años atrás.
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El Juego De Las Sombras Jacob Black x Alec
FanficAlgunos seres están destinados a vivir entre las sombras. Pero en ciertas ocasiones la suerte puede cambiar para aquel que se sentía el más desgraciado del mundo, o puede que solo sea un espejismo pasajero. Aviso: Jacob x Alec. Historia chicoxchic...