Prólogo.

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El viento chocaba ferozmente contra las ventanas de la habitación

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El viento chocaba ferozmente contra las ventanas de la habitación. Me era difícil concéntreme en la conversación.

— ¿Señor?— Una voz femenina me llamo pero mi mente seguía perdida. No podía olvidar el sabor de ella. — ¿Nos está escuchando?

—Lo hago, más no me interesa lo que dicen. —Conteste tajante.

Me levante molesto.

Era imposible el olvidarla.

Ella me había hechizado totalmente, de aquello no había duda.

— ¿Señor?— Mis socios intentaron calmarme pero yo no quería escuchar a nadie, yo la quería a ella.

—Largo. —Ordene calmado.

Dirigí mi mirada al enorme ventanal de cristal a mis espaldas. La noche se había iluminado por todas las edificaciones, yo estaba a la cima de la ciudad, tanto física como jerárquicamente.

Era lo más cercano a un rey aquí, todos estaban a mis pies.

Menos ella.

Era la única que podía gritarme, que podía contestarme mal e incluso desobedecerme.

Era tan fuerte que yo simplemente no podía evitar querer estar a sus pies.

Estaba perdido.

Ella había acabado conmigo.

—Sabes que ir con ella es mala idea. —Mi eterno amigo hablo a mi lado.

—Dije largo. —Evite verlo. —Era para todos, eso te incluye.

—No quiero que cometas una equivocación. —Toco mi hombro con rudeza. —Todo lo que tocamos, lo destruimos. Y por tu reacción, estoy seguro de que tu la amas.

—Yo no podría amarla. —Gruñí con enojo.

—Lo haces, y nada bueno saldrá de ello. —Apretó su mano en mi hombro. —Déjala ir, le harás un favor.

Sin más, alejó su mano y camino a la puerta de la oficina.

Me quedé solo con la solitaria vista que me ofrecía el lugar.

La imagine entrando por la puerta, abrazándome por detrás mientras su delicioso perfume de manzana llenaba mi nariz pero no sucedió.

Abrí mi boca y me permití lamer mis colmillos con delicadeza.

Su sabor.

Mis manos se habían manchado con su sabor, y odiaba aquello.

¿Yo de verdad la amaba?

Cualquiera que fuera la respuesta, me odiaba por haberla hecho llorar.

Yo la quería conmigo.

Tome mi abrigo y salí deprisa de la oficina. Llegué a la planta baja en un parpadeo, ni siquiera me tomé el tiempo de observar las caras estupefactas de la gente a mi alrededor, estaba tan acostumbrado al efecto que tenía en todos que ya no me importaba una mierda.

Los únicos ojos que quería tener sobre mi eran los de ella.

Carajo.

Estaba jodido.

Mi chófer estaba esperando por mí, yo simplemente subí y dije el nombre de ella.

—Hada. —Saboreé con ternura cada letra de su nombre.

—Sí señor.

El camino fue eterno, cerré los ojos y recordé cada parte de ella. Desde el color quemado de su cabello, pasando por el miel de sus ojos, el rosado cálido de sus labios hasta llegar a los adorables hoyuelos que se formaban cuando sonreía.

Cuando al fin visualice la edificación ligeramente antigua donde vivía la chica, yo baje de prisa, ni siquiera espere a que el auto se detuviera por completa.

La necesitaba.

Subí por las escaleras, subí corriendo sin importarme nada más que ella.

Cuando al fin toque la alfombra del quinto piso, corrí hasta su puerta y ahí dude. Dude el abrir la puerta porque aunque quería verla, tenía miedo de estar aquí de nuevo. La idea de dejarla ir era imposible, me dolía en lo más profundo de mi podrida alma, ella era una luz tan pura que no podía imaginar en qué clase de oscura era sofocaría a mi ser si ella se iba.

No podía.

Tome la perilla con mi fría y pálida mano, respire y simplemente la gire.

— ¿Hada?— La llame al entrar.

Mis ojos se abrieron con sorpresa cuando la oscuridad de su departamento se esclareció frente a mí.

—Ayúdame. —Me pidió antes de desmayarse.

Carajo.

You'll Be Mine Forever [+18] [Español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora