CAPÍTULO 19: La Cabaña del Norte

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     Sirenas y luces irrumpen en la habitación y entran en la residencia.

     —¡Chicos la policía está aquí! —exclamó Dante muy apresuradamente.

     —¿Qué hacen aquí?

     —Tu causa aún sigue abierta o quizás es tu familia que te busca —viendo ahora  a Mariam—,  honestamente no sé por quien vienen, Zack debes irte —tendiéndole las llaves de un auto—, vete y sal por atrás, yo los distraigo, quédate en la Cabaña del Norte.

     —No me voy sin ella.

     —¡Váyanse entonces! ¡Rápido! —saliendo del lugar.

     —Zack... — susurró Mariam.

     —Va a ser lo mejor —tomando su mano—, confía en mi.

     —Sea por lo que sea, no me devuelvas con ellos, por favor.

     —Vámonos.


     Dante esperó junto a la puesta hasta ver que ellos salieron, luego atendió:

     —¿Di- ¿Diga?

     —¿Es Dante Hurt? ¿Esta es la residencia de los Cohello?

     —¿Qué?

     —Si usted es Dante Hurt y si esta es la residencia de los Cohello —repitió el oficial de mala gana.

     —¿Eh? Ah, sí, soy yo, Dante Hurt, disculpe, estoy algo dormido ¿Me repite la última pregunta?

     —¡Qué si esta es la residencia Cohello!

     —No me grite, soy abogado y esto le puede costar.

     El oficial calló, luego dijo— ¿Podemos pasar?

     —¿A mi casa?

     —Tenemos que verificar que no esté ocultando a su sobrino, buscamos a Zack Cohello y a Mariam Martins.

     —¿Quién es ella?

     —La señorita a la que su sobrino tomó contra su voluntad.

     —Mi sobrino jamás haría eso.

     —De igual modo tenemos que pasar.

     —Adelante, verá que no hallará a nadie.

     —¿Su sobrino dónde está?

     —No lo sé, soy su tío no su padre.


     Los chicos corrieron hacia el automóvil, llegaron, dieron marcha atrás para luego tomar coraje y partir hacia su nuevo rumbo.

      —¿La policía te busca a ti o a mi? —preguntó ella.

     —No lo sé, siempre me gustaron las películas de acción, pero nunca quise vivir una.

     —Esto está mal, estamos huyendo cuando somos inocentes.

     —Paradójico ¿No?

     —Zack mira hacia adelante, estás conduciendo... En fin... Me refiero a que tú no mataste a ese sujeto y yo... Yo sólo busco libertad.

     —Luego hablaremos de eso, necesito saber con exactitud quien fue ese tipo.

     —¿De qué sirve? El daño ya está hecho... Sabes... Eres la única persona en quien confío, siento que puedo contarte todo e incluso abrir mis emociones, nunca me juzgaste, es por eso que quiero que dejes ese tema. 

     —¿Por qué te juzgaría?... También me siento a gusto contigo.

     —¿Qué haremos?

     —Tenemos las llaves de la Cabaña del Norte, nos quedaremos allí por un tiempo.

     —¿Por qué del Norte?

     —Así se llama, mi tío le colocó ese nombre en un estado de ebriedad, no preguntes —ella rió.

     —Zack... Nos pueden rastrear por los móviles.

     —Tienes razón —tomando ambos y lanzándolos por la ventanilla.

     —¡Qué hiciste!

     —Luego lo compensaré, lo prometo.

     —Sí, si salimos de esta.

     —Lo haremos, no sé ni en qué estamos metidos, pero te apuesto lo que quieras que saldremos y con la frente en alto.

     —Con la frente en alto —le sonrió. 

El color de tu sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora