III

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Caelim y Tesim se han alojado en aquella aldea. Y seguirán allí hasta que el plan haya sido completado. Así podré reunirme con ellos siempre que quiera y estarán a una distancia adecuada como para que podamos vernos de urgencia. Lo ideal sería que residieran conmigo en el castillo del reino del hielo pero consideró que ir a "firmar la paz" con mis generales de guerra no sería demasiado correcto, ni creíble.

Anoche los dejé tras una larga conversación acompañada con unos cuantos tragos de alcohol.

Así que cuando Enica me despierta al alba, apartando las cortinas de un tirón, noto un molesto dolor en los ojos y en la cabeza.

—Vuestro veneno, mi señora —dice con un tono sarcástico haciendo un giro con la bandeja. Me siento en la cama, frotándome las sienes y frunciendo los labios. Deposita la bandeja sobre mi regazo.— Espero que lo encontréis todo a vuestro gusto. —Achica los ojos para estudiarme atentamente.— No tendrás resaca, ¿verdad? Os mataré a todos como tenga que empezar a ir a vigilar vuestras reuniones ahora que tengo un descanso de ellas.

—No, no, estoy perfectamente.

Examino el contenido. Unas bayas negras, un polvo verde, unas hojas moradas y un frasquito con un líquido amarillo fuerte y brillante.

—¿No será muchos de golpe? —le pregunto un poco reticente. No es la primera vez que hago esta práctica, nos la enseñaron en el ejército, pero hace tiempo que no pruebo ningún veneno y no es una técnica demasiado placentera.

—Son ojos de Hezos, polvo de pellizos, hojas de zarzas malditas y "rayos de sol". Yo moriría, para ti no es nada que no puedas soportar.

Suspiro resignada.

—Está bien. ¿Hay alguno más?

—No por aquí cerca que yo sepa. Estos son todos los existentes al alcance de la mano. Tardarían semanas en traer de otros tipos.

Asiento y cojo una de las bayas, están rechonchas y blandurrias como si estuvieran pasadas. Agarro un par y me las meto en la boca, estallan al mas mínimo contacto con los dientes pero al menos su jugo es dulce como las moras corrientes. 

Del polvo como una cucharada, empieza a chisporrotear en mi lengua, está amargo y ácido, similar a un limón y deja un regusto persistente; sin embargo, es probable que en una bebida su sabor se disimulara. 

Creo que las hojas son los peor porque necesito un tiempo para masticarlas lo suficiente como para transformarlas en pasta y tragarlas, están duras y raspan mi boca y mi garganta; su sabor es repugnante. 

El dolor de cabeza no hace más que aumentar. Reúno toda mi fuerza de voluntad y quito el corcho del último frasquito, este es el que mayor pavor me produce. Lo muevo con los dedos, el líquido se lanza de un lado a otro como si fuera algo parecido al aceite y despide unas pequeñas partículas brillantes. Rayos de sol. Un nombre irónico, teniendo en cuenta que es probable que fuera introducido aquí desde mi propio reino. Conozco muy bien sus efectos, hacía mucho que no lo veía pero su aspecto es exactamente igual al que tiene en mi memoria. Lo bebo de un solo trago, sin respirar, haciendo todo lo posible por que no roce mi boca, pero es inútil, el sabor dulzón encandila mis papilas e inunda mi cabeza. Sabe al más dulce de los brebajes, lo único comparable con su sabor es la magia pura y líquida y produce un efecto similar a un alcohol muy fuerte. Por el contrario, es uno de los venenos más mortíferos  que conozco, su sabor embriaga a su víctima, que no puede dejar de beberlo y que solo desea beberlo, hasta que lo lleva a una muerte desagradable entre sufrimiento. Saber que está dentro de mí me da ganas de meterme los dedos en la garganta y vomitarlo, a pesar de que mis tripas me gritan que me tome otra copa.

Llamas del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora