XI

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Hay algo que considero que es importante tener en cuenta. Para juzgar bien la historia, para juzgarme bien a mí, para juzgar bien la situación. Para decidir viendo todas las cartas de qué lado estar, si estoy en lo correcto o no.

¿Queréis saber cuál es el verdadero origen de esta guerra? Lleva años labrándose con esmero y no tiene nada que ver con mi traslado a la corte del hielo.

El origen de esta guerra se remonta hará unos 10 años.

La península de Hisbanio abarca a 6 pueblos que conforman los 6 reinos actuales: el reino del fuego, el del hielo, el reino de los susurradores de plantas, el de los hijos del mar, el de los leementes y, ocultos detrás de una enorme cordillera mágica, los retumbadores. Pero hace milenios había muchos más, pueblos que se perdieron debido a las guerras y a las masacres.

Esos hechos marcaron profundamente, se perdieron familias, se perdieron amigos, se perdieron civilizaciones y tipos de magia y todo eso ha dado forma a nuestro día a día y a las relaciones entre los reinos que quedan.

Sin embargo, hace unos cuantos siglos surgió una nueva idea y todos los reyes y reinos se empezaron a llenar la boca con la fraternidad, la hermandad de los pueblos y la solidaridad que debe unir a nuestras naciones, todas menos la de los retumbadores, que llevan más de mil años tras las montañas, sin ninguna noticia.

¿En conclusión? Querían pactos comerciales, menos aranceles, más oro.

Pero llegó hasta tal punto esta apariencia de total confianza que crearon una institución educativa: la escuela palaciega, donde criar a todos los herederos de los reinos como hermanos de verdad. Se estableció en el centro de la península, una zona sagrada y, por tanto, neutral (aunque controlada por el reino del hielo). Y todo parecía bien, lo estaba. Hasta que dejó de estarlo.

Los niños estudiaban, asistían a clase y volvían loco al profesor gnomo llenando la clase de nieve que venía en ráfagas sin saber de dónde, prendiendo fuego a las cortinas, haciendo crecer a las plantas en macetas hasta que todo parecía un bosque o creando ilusiones de pegasos galopando y hadas bailando por aquí y por allí. Aprendían cosas también: a usar los distintos tipos de tenedores, a hablar en público y con elocuencia y, sobretodo, a convivir aunque todos fueran distintos.

Y en los descansos jugaban a perseguirse, a hacer hechizos y a la guerra. Se dividían en dos equipos según el alineamiento tradicional y había un niño y una niña que tomaban el liderazgo siempre y que hacían de generales. El caso es que habían sido inseparables desde el primer día, iban juntos a todas partes, se sentaban uno al lado de la otra y tenían la mala costumbre de adentrarse al bosque y pasarse horas y horas subiendo a lo alto de los árboles y jugando al escondite. Sin embargo, y a pesar de todo eso, siempre se enfrentaban a la mínima oportunidad. Puede que porque no eran más que juegos de niños, pero el caso es que se sentía natural, porque eran los más contrarios, lo sabían, todos lo sabían y a la hora de enfrentarse, lo lógico es que fueran uno contra otro.

El caso es que por encima de las maquinaciones del patio, ocurrían unas muy reales. La principal giraba en torno a una reina humana que había en el poder, aunque solo fuera consorte, y el racismo de muchos monarcas se sentía profundamente ofendido por este hecho.

Un día, se celebró un baile en la corte del hielo, no importa qué se celebraba, el caso es que todas las familias reales estaban invitadas y asistieron.

El niño y la niña se aburrían viendo bailar a las parejas y se escaparon en un descuido. Primero en una exploración por los jardines en una búsqueda de pasadizos o polvos de hada. Encontraron un árbol enorme, antiguo, con las hojas hacia abajo en largas cascadas como si llorara; lo consideraron un descubrimiento merecedor del recuerdo y grabaron sus iniciales en el tronco con una pequeña navaja.

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⏰ Última actualización: Mar 23 ⏰

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