Capítulo XI

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LOS VAMPIROS

Enero, 2015. Los Ángeles

Sábado:

Desperté en la cama con Bruce a mi lado, ambos desnudos bajo la sábana blanca. Casi no salimos de la habitación del motel en dos días, vale que no era nuestro plan inicial ir a ese sitio pero estábamos tan a gusto los dos solos que solo deseamos estar juntos sin que nadie nos dijera nada, incluso apagamos los teléfonos para no ser interrumpidos. La noche anterior, para no estar encerrados tanto tiempo seguido, bajamos al bar de enfrente para jugar al billar. Era el típico bar de moteros, así que estuve alerta toda la noche por la seguridad de Bruce pero igualmente le gané en el juego por mi visión perfecta de ángel, que obviamente aproveché para ganar y por suerte, no pasó nada malo.

Acaricié el rostro de Bruce para despertarlo, dormía boca abajo y tuvo que levantar la cabeza y arquear un poco la espalda para poder mirarme, puso una cara graciosa provocando que me riera y él que preguntara qué era tan gracioso.

-No puedo dejar de mirarte-. Empecé a hablar con seriedad mientras él admitía que me quería y yo hacía lo mismo con él. Aparté mi mirada de él dispuesta a vestirme y volver a la realidad pero antes me fui a la ducha invitando a Bruce a venir conmigo y aceptó super encantado.

×××

Llegamos a casa buscando a mi padre para saber cómo se encontraba, no nos habíamos comunicado estos dos días y tenía miedo de que se hubiera derrumbado. Agradecí a mis verdaderos padres por haberse quedado vigilando, aunque me dijeron que Jonathan seguía dormido en la cama y eso era extraño, nunca se quedaba tantas horas en la habitación ya que él necesitaba aprovechar el día al máximo. Algo le pasaba porque sentí un escalofrío por toda la espalda, sintiéndolo hasta en las alas aunque no las tenía abiertas. Corrí a la velocidad de ángel hasta la habitación de mi padre, al verle tumbado parecía estar dormido pero al fijarme bien me asusté cuando noté que su pecho no se movía.
Mi cabeza empezó a dar vueltas junto la habitación, mis rodillas temblaron cayendo al suelo bastante asustada e intenté apoyarme en el arco de la puerta.
Acababa de perder a mi padre, la otra persona que me cuidó durante toda mi vida.
No sabía cómo sentirme, tenía mi mente bloqueada y no podía moverme aunque no dejaba de preguntarme cómo era posible que muriera así sin más, estaba segura que alguien le había matado.

Tras unos minutos, el tiempo que tardé en reaccionar, sentí que algo se había bloqueado en mi pecho porque al ver el cadáver de mi padre descansando sobre su cama, no sentía pena, la verdad es que no sentía nada.
Me coloqué a su lado para buscar su pulso tanto en el cuello como en las muñecas, así confirmé que su corazón ya no latía.
Le tapé con la sábana hasta la cabeza y bajé a la cocina ya que estaban todos haciendo la comida.
Vi los cubiertos preparados en la encimera cogiendo uno de cada y guardándolos, todos me miraron confusos y les aclaré:

-A partir de ahora somos uno menos-. La comida ya estaba terminada. -Me muero de hambre ¿Comemos ya?- Empecé a servirme mi plato.

-Edas-. Friedrich llamó mi atención. -¿Y tu padre?- Preguntó preocupada.

-Se ha ido al cielo... o al infierno, donde tuviera que ir-. Me miraron sorprendidos por mis palabras aunque yo les quité importancia levantado mis hombros antes de coger un cubierto y dirigirme a la mesa a comer mi sopa con pollo. -Que aproveche-. Continué mientras me sentaba y olía el plato. Rápidamente Friedrich corrió hacia las escaleras, a los demás les pedí que se sentaran y comieran antes de que se enfriara la comida. Les tuve que repetir de nuevo lo que tenían que hacer para que les quedara claro. Tímidos y asustados, los tres se sentaron despacio sin dejar de mirarme. Terminando de comer, apareció Fed con el teléfono en la mano, estaba segura que habría llamado a la ambulancia.
Más tarde aparecieron junto a la policía, el forense médico porque abrirían el caso e investigarían lo ocurrido, incluso harían autopsia a los dos cuerpos de mis padres, así que yo misma tendría que firmar un permiso para abrir la tumba de mi madre.

EDAS Dame una razón para decir adiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora