Capítulo II

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SOMOS AMIGOS

Con ese tono de superioridad, se aproximó de forma seductora hasta encontrarnos cara a cara, tan segura de sí misma como jamás vi a alguien así y eso me descolocó porque no parecía auténtico. Colocó sus manos en mi cabeza y acarició mi pelo con nostalgia, como si me hubiera echado de menos, como si me conociera de antes, pero para mí era una total desconocida.

-¿Cómo que amante de Lucifer?- Corté su acción y me tiré hacia un lado chocando con el sofá del salón, la casa era pequeña y sin paredes, todo estaba conectado por el poco espacio.

-Querida ¿No sentiste una conexión extraña con el rey del infierno?- Me preguntó Friedrich, dándome cuenta que tenía razón, recordando que lo noté al devolverle el anillo a Lucifer. Empecé a asustarme sintiendo que las paredes encogían, corrí a la pared más cercana pegando mi espalda y brazos mientras sentía que me asfixiaba. ¿Iba a ser la amante de Lucifer? Entonces mi sueño en el infierno se haría realidad pero ¿Cuándo? Coloqué mis manos en mis huesos temporales, apretando para que todo dejara de moverse. 

-¿Estás bien?- Me preguntó acercándose más, por alguna razón extraña mi corazón me decía que estuviera tranquila a su lado porque yo la conocía de algo, mi instinto no percibía peligro pero no estaba segura de ceder.

-¿Que conexión hay entre nosotras?- Pregunté directamente, ella se sorprendió, seguro pensaría que no me daría cuenta del lazo que había entre nosotras.

-Te lo contaré cuando me ayudes con algo-. Con la conversación mi mareo fue desvaneciéndose por segundos. Le miré desafiante dándole a entender que no le ayudaría si no me daba toda la información que necesitaba y quería saber. -Quiero que me ayudes a encargarme de un híbrido que intentó acabar con tu vida antes de que fueras adoptada-. Me pidió que no le preguntara más hasta después de ayudarle, quería cabrearme porque siempre todo el mundo, me estaba ocultando algo.

No entendía porqué alguien querría matarme siendo solo un bebé. Incluso teniendo en cuenta el presente que recién estaba viviendo, en ese momento yo no era nada y ahora tampoco, ni fuerte ni inteligente. Solo vivía como un fantasma, invisible para la mayoría del mundo, incluso para mi propia familia.

Me habló sobre qué tipo de persona era el híbrido, sin decirme quién era, pero había dolor en sus palabras, un sentimiento profundo escondía y quería saberlo aunque no me diría nada hasta haberla ayudado. Quería creer que era mala persona y que me iba a meter en problemas pero decidí confiar en mi instinto al cien por cien. Intercambiamos números de teléfono para luego darme un toque en la frente con su dedo devolviéndome en mitad de la calle, justo donde chocamos.

Media hora después, regresaba a casa con un saco pequeño de comida de perro, una correa, bolsas pequeñas, un collar, bebedero, comedero, cama y un juguete con forma de hamburguesa, todo en dos bolsas de plástico completas hasta arriba.
Al entrar por la puerta, Bruce me pidió hablar después de no haberlo hecho en días. Necesitaba aclarar mi mente antes de poder seguir hablando con él.

-Bruce, ahora no-. En la última palabra que pronuncié le miré a los ojos para después continuar mi camino hasta mi habitación, sin dejar que viera nada de lo que llevaba en las bolsas.

Al fijarme bien en el estado de mi habitación, me di cuenta que estaba muy desordenada y de manera instintiva chasqueé los dedos logrando que mi cuarto se arreglara en un segundo.
El perro descansaba en una esquina, así que le dejé en paz colocando su nueva cama a su lado en el caso de que se despertara y quisiera tumbarse encima para estar más cómodo.
Me senté a los pies de la cama con mis piernas cruzadas y me quedé observando la cara del perro para saber qué nombre le pegaba más. Tras un rato pensando al fin supe cómo llamarle.

EDAS Dame una razón para decir adiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora