Capítulo XIV

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ES UN ADIÓS

Domingo:

El día anterior dormí más de dieciséis horas seguidas, estaba cansada de tanta pelea y tanta muerte que el sueño pudo conmigo. Estos días fueron los peores de toda mi vida, me sentía sola y deprimida y no sabía que hacer. De lo que estaba segura es que iba a perder a alguien más y llevaba días intentando superarlo. Últimamente nunca tenía ganas de salir de casa pero por motivos de fuerza mayor, me obligaba a salir.

Friedrich me había pedido un favor cuando fue convertida en vampiro y una parte de mí me culpaba a mí misma de lo que era ahora porque podría haber intentado salvarla de otra manera pero no, tuve que robar sangre de vampiro para que le curara la herida del pecho. Y aunque solo fue una cantidad mínima que tendría que haber desaparecido al curar su herida, como tenía el hechizo de la eternidad y la sangre de vampiro se unió a la suya propia, su cuerpo la mantuvo intacta hasta que la mataron.

×××

Entré en la habitación de invitados donde dormía mi madre biológica y cerré tras de mí para estar a solas con ella.

-¿Estás segura del favor que me pides?- Caminé hasta la ventana para mirar a través de esta.

-Siempre he odiado lo que soy ahora, igual que a mi padre y a mi hermano. Todas las bestialidades que han hecho a lo largo de sus malditas vidas solo por la sangre humana-. Respondió Friedrich mientras terminaba de vestirse de negro. Me pidió que recordara una cosa antes de aceptar. -Cada vez que matas a alguien inocente o culpable, tu alma se oscurece un poco más-. Me acerqué lo suficiente a ella para cogerle de las manos.

-No pasa nada, mamá, ya estoy marcada-. Le sonreí apenada sabiendo que sería la única vez que le diría esa palabra. -Al menos hagamos una buena despedida en casa, con todos-. Le pedí, mirándola fijamente para que se diera cuenta que no podía negarse. Afirmó con la cabeza antes de besar mi mejilla para después salir de la habitación.

×××

Al final Fed aceptó la despedida pero sin decirles a nadie lo que iba a ocurrir, no quería que los últimos momentos de su vida fueran tristes. Tras nuestra conversación, Fed me enseñó a recuperar mis poderes, así que Bruce se tuvo que despedir de la magia.

A medio día me sentía insegura sabiendo que iba de camino, otra vez, al cementerio para enterrar a mis padres, siendo la única de la familia que quedaba en pie porque de algún modo, mi hermana también estuvo muerta y por un pequeño segundo deseé que ella estuviera aquí.

Todos estábamos reunidos alrededor de los ataúdes, incluyendo desconocidos que decían ser amigos y compañeros de trabajo de mi padre. No paraba de mirar caras de pena que no reconocía y me cabreaba más de lo que ya estaba.
De un momento a otro, alguien me cogió de la mano, reconociendo el tamaño y la piel de la mano de Valia.

-No conocía el motivo por el que él quería realizar sus planes aquí y al saber que tú tenías que ver con esto, me lo llevé y mientras sigas viva no nos volverás a ver a ninguno de los dos, cuídate-. Susurró sin apartarse de mi lado y sin querer molestar al resto. Al separarse de mí para marcharse, cogí aire intentando ser valiente y caminé a paso acelerado en su dirección, quedando a solas entre tumbas.

-Valia. Entiendo que me odies porque siento lo mismo que tú pero gracias por venir-. Me sinceré queriendo sentir algo más. Tras eso, me dio un rápido y corto abrazo mirando a su alrededor para comprobar que nadie nos hubiera visto, despidiéndose con un simple "Adiós".

×××

Al final del día, los lloros y las tristezas se marcharon del grupo, fueron olvidados por unas horas mientras mi pequeña familia se mantenía unida sentados en los sofás del salón bebiendo coca cola y cerveza.

EDAS Dame una razón para decir adiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora