Capítulo I

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BIENVENIDA

Diciembre 2014, LOS ÁNGELES

Me quedé totalmente en blanco cuando vi el rostro del chico que esperaba sentado en las escaleras de la entrada de mi casa. Bruce Spencer se levantó nervioso nada más verme llegar, limpiándose el sudor de las manos en sus pantalones vaqueros.

-Estás aquí-. No lo entendía, estaba sorprendida viéndolo ahí sentado como si nada pasara, como si jamás hubiera estado muerto.

Sin poder creérmelo, corrí a abrazarlo siendo respondida al instante. Cuanto echaba de menos su tacto, sus brazos rodeando mi cuerpo y su calor corporal. Tras unos segundos, nos separamos, pero el abrazo duró menos de lo que quería.

-Te estaba esperando. Tenemos muchas cosas de las que hablar-. Comentó con preocupación en la mirada, se notaba que quería decirme algo aunque no sabía cómo hacerlo ni como empezar.

-Claro-. Respondí bastante confusa, solo quería que apareciera Herickson para responder mis dudas pero como eso no ocurría porque acabábamos de despedirnos, abrí la puerta de casa y entré seguida por el inesperado regreso del, supuestamente, amor de mi vida y recién regresado de la muerte.
Llegamos al salón quedando cara a cara y con bastante incomodidad por el silencio prolongado y por no saber si quedarnos de pie o sentarnos. 

-Alguien tendrá que decir algo-. Al fin hablé. Eso me dio fuerza para sentarme pero con nerviosismo, me lo había contagiado. -No entiendo nada y quiero entenderlo-. Al fin se sentó a mi lado pero a una distancia social, quería espacio entre nosotros, como si sus sentimientos fueran distintos. Quise cogerle de la mano para sentir que realmente era él, sabía que sí pero ya no me latía el corazón como antes. Un segundo después apartó la mano, sintiendo que todo había cambiado y que ese roce que antes era tranquilizador ahora simplemente era molesto o le transmitía inquietud.

-Al estar atrapado en ese lado, he llegado a comprender cosas, reencontrándome con mis ancestros-. Empezó a explicarse. -Tú eres un ángel y yo un protector de la clave. Mi familia conseguía que Lucifer sintiera miedo y amor durante años. El miedo de que alguien más controlara las puertas del infierno y el amor del ángel destinado. Pero tras un número específico, la última iría al infierno para vivir con él toda la eternidad. Nadie sabe el número porque se perdió en el tiempo, pero queda nada para que todo vuelva a su lugar y él deje de luchar contra los sentimientos humanos.

»A veces, el anillo creaba alteraciones en el espacio y mucho más para que la elegida aceptara el anillo. La mayoría siguen en la tierra habiendo olvidado los motivos. Otras no creyeron intentando destruir el anillo y murieron. Lo que no sabían es que concedían dos milagros, el primero es la emoción humana de Lucifer y el segundo es el regreso de una alma querida y perdida recientemente«.

-Y por eso estás de vuelta -. Comenté entendiendo las cosas, empezando a cuadrar todo en mi mente.

-No sabía que me amaras tanto, vi cuanto has sufrido-. Continuó Bruce. -Tengo cosas que contarte y alguna no tan buena, pero...- Sonó el timbre de la puerta de la entrada interrumpiéndonos, obligando a Bruce a callarse. Rápidamente me levanté para abrir la puerta, saludando a mi madre que se había olvidado las llaves en el trabajo. Miró tras de mí y se asustó al ver a mi ex, creyendo por unos segundos que ella también estaba loca. Pero al decirle que era de verdad, que estaba vivo y con nosotras, fue corriendo a abrazarlo aunque no entendiera nada de lo que pasaba.
Al rato, intentamos comunicarnos con Emily Rose Spencer que se marchó de la ciudad tras el entierro de su hijo. Así que, como no conseguimos hablar con ella, de momento Bruce, se quedaría en casa hasta que la policía consiguiera encontrar a su madre y además, tenían que arreglar sus papeles de que aún seguía vivo.

Miércoles:

Intenté llamar a Herickson pero no me contestaba, lo intenté varias veces aún sabiendo que no vendría porque mi corazón no lo sentía y eso me ponía bastante nerviosa, demasiado diría yo. Empecé a creer que uno de mis poderes era sentir la presencia de quién yo quisiera, igual que sentí que venía en mi rescate e igual que no le sentía en estos momentos y a partir de entonces tampoco.

Pasé todo el día de clases llamándolo por si acaso, igual que el resto de la semana.
Empecé a recordar el último momento en que le vi, fue cuando me dio ese super beso que supuse que sería porque casi me perdía pero entonces entendí que realmente fue un beso de despedida, un simple beso de despedida, el último. Al fin me atreví a quererle y se marchó porque seguro él no sentía lo mismo. 

Ya no sabía qué era mejor creer, que me abandonó porque no me quería o que le había sucedido algo y estaba en peligro. Ninguna de las dos opciones me hacía sentir mejor, así que solo quería acurrucarme en mi cama todo el día y toda la noche pasando los días y las semanas hasta que apareciera, recordándome que ya había pasado por esto.

Las clases se me hicieron muy pesadas, la tristeza y el vacío que sentía no me dejaba respirar, o sea que cuando llegué a casa, mi super idea de enterrarme bajo las sábanas, se cumplió.
En ese momento era el mejor plan que tenía y nadie me lo iba a impedir.

Recibí golpes en la puerta de mi habitación cuando se hizo de noche, querían que bajara a cenar pero tras un rato me dejaron tranquila ya que pensaban que estaría cansada de las clases. Lo más raro fue que nadie preguntó por Herickson y eso me empezaba a cabrear un poco ya que solía estar en casa.

Decidí pensar que no le sentía porque había regresado al cielo, su trabajo había terminado, el anillo había sido devuelto, así que no le quedaba nada más que hacer en la tierra.

Sábado:

Me levanté de golpe tras escuchar unas voces que casi me taladraban el cerebro de lo alto que estaban las noticias. Aún con la ropa de ayer puesta, bajé al salón a quejarme del sonido de la televisión pero me sorprendí, ya que esta no estaba encendida, me acerqué a la radio de la cocina pero tampoco era eso.
Corrí a por mis botas y salí corriendo buscando el lugar de origen de la voz que no paraba de explicar que siguen apareciendo muertes misteriosas y aún la policía no encontraba pistas.

Un rato después, tras correr siete minutos, llegué a una calle cortada con muchos periodistas, policías y gente tras el cordón policial. Conseguí llegar a ver a la periodista que mantenía en su mano el micrófono y miraba a la cámara, era ella a la que escuchaba aunque no entendía muy bien como lo había hecho, pero sabía que yo era un ángel, así que tenía algo que ver.

Bastante conmocionada, me dirigí a la fuente más cercana para beber, pasando por al lado de un perro que miraba fijamente la acción de la calle, como si comprendiera lo que ocurría a su alrededor.

Tras beber un poco, coloqué mis manos en forma de cuenco y dejé caer un poco de agua para que el perro se hidratara. Me acerqué a él agachándome a su altura para que no se asustara y dio unos cuantos lametazos al agua de mis manos, se notaba que estaba sediento.

-Buen chico ¿Te quieres venir conmigo?- El perro ladró dos veces seguidas dándome a entender que me seguiría. Le rasqué tras las orejas para después atarle mi cinturón usándolo como correa. Le llevé a casa para esconderlo en mi habitación hasta comprar lo necesario para que viviera cómodo. Mis padres nunca me habían dejado tener mascotas, así que debía ocultarlo por un tiempo hasta conseguir convencerles.

Caminé a la tienda de mascotas más cercana, tuve que buscarlo en el teléfono porque no tenía ni idea de donde habían ese tipo de tiendas. Llegando al lugar, tropecé con una joven pelirroja que supuse se paró para disculparse por tropezarse conmigo pero no, sus palabras me sorprendieron y más cuando al mirar a mi alrededor ya no estaba en la calle, sino en un sitio cerrado y pequeño.

-Bienvenida Edas... sé que no sabes quién soy yo, pero te lo contaré todo ya que estás en tu total derecho como amante de Lucifer. Y como conozco tu historia, mereces saber la mía ¿Preparada? Me llamo Friedrich, Fed para los amigos y estás en mi casa-. Se apoyó en la mesa del comedor, viéndose tan tranquila, como si no me acabara de secuestrar, como si fuera lo más normal del mundo para ella. Miré a mi alrededor para ver por donde escapar, notando que era un piso normal y corriente y viendo la puerta de la entrada a pocos metros de mí. 

EDAS Dame una razón para decir adiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora