Al terminar aquel tan especial e íntimo momento, y estando Kanao recostada sobre el pecho de Tanjiro, se percató de que el tiempo se les había ido de las manos y ahora debía vestirse corriendo para regresar a la casa, donde muy seguramente le preguntarían en dónde estuvo metida por tantas horas.
Ninguno sabía exactamente cuánto había pasado desde que inició el 𝘮𝘪𝘻𝘶𝘢𝘨𝘦, pero la ceremonia comenzó más o menos a las cinco en punto y actualmente —a juzgar por la posición del sol,— se podía predecir que eran alrededor de las seis cincuenta, casi siete de la noche.
Los dos despertaron y se vistieron a una velocidad que creyeron inhumana. Tanjiro le amarró lo mejor que pudo el 𝘰𝘣𝘪 y luego Kanao buscó en todos los cajones que había en la habitación alguna caja o frascos con el dichoso maquillaje blanco, junto con pinceles para retocarse lo más preciso que pudo y así no dar lugar a sospechas.
El chico antes de irse la abrazó y quedaron en verse el día que tocaba, para posteriormente desaparecer cada uno por su lado. Con la promesa de volver a encontrarse el martes como ya estaba establecido.
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Al volver Kanao a la 𝘰𝘬𝘪𝘺𝘢, ocurrió lo que tanto temía y que suplicaba por no encontrar: Kininami la esperaba en el umbral hasta que la "niña" se dignara a regresar.
Con los brazos cruzados y erguida, la mujer la veía con una fuerte mirada amenazante y unos ojos que desprendían desprecio en su máximo esplendor. Con la cabeza hacia arriba para hacerla ver como inferior.
— ¿Se puede saber dónde estabas niña estúpida? Tu 𝘮𝘪𝘻𝘶𝘢𝘨𝘦 debió haber terminado hace horas — Le preguntó de manera tosca.
— Yo... Me tomé la libertad y el atrevimiento de dar un paseo después de eso — le mintió con la mirada baja para no hacer contacto visual con ella.
— Entra ahora antes de que te meta de los cabellos.
— Sí, Kininami-san.
Sin decir ni una palabra más, caminó rápidamente hasta su habitación donde practicaría con el 𝘴𝘩𝘢𝘮𝘪𝘻𝘦𝘯 por petición de Kininami y Mamá. Siendo el único arte que aún no había perfeccionado.
La verdad, su mentora no era una mala persona. Solo que en sus tiempos de aprendiza, su maestra la había moldeado hasta hacerla a su imagen y semejanza. Formándola como una mujer dura, y exigente.
Kiniko estando sola en la privacidad de su cuarto, no podía dejar de pensar en lo bien que se sintieron las caricias que le proporcionó ese chico que la tenía en las nubes. Pero sin duda aquello que apagaba al instante su humor de enamorada y lo reemplazaba por sentimientos de tristeza y desesperanza era el saber que sus probabilidades de estar con Tanjiro como algo más que una amante eran mínimas, casi nulas.
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Pasaron los días hasta que llegó el tan ansiado martes, día en que nuestros lindos, queridos e inocentes protagonistas se volverían a encontrar.
Pero con la diferencia de que este día, Tanjiro tendría algo de qué hablar con Kanao...
Al ingresar a la sala donde siempre tenían lugar sus reuniones, el chico Kamado la recibió con una mirada llena de intriga. Lo que la hizo pensar en si después de tener intimidad hace unas pocas noches, había decidido abandonarla.
Ella sabía que tal vez era cosa de su imaginación y que tal vez su mente quería hacerle una mala jugada; pues el pelirrojo era la definición de educación y ternura como nadie más lo podía ser.
Sin esperar siquiera a que la chica terminara de acomodarse, le propuso lo que haría que su corazón saliera disparado y que diera un vuelvo contra su pecho.
— Kanao, ven conmigo —. No necesitó preguntar. Ella sabía que se estaba refiriendo a huir.
— No puedo hacer eso — se apresuró a decir —, me buscarán y luego me llevarán de regreso a la 𝘰𝘬𝘪𝘺𝘢 y me golpearán con un bambú — La chica tembló al recordar esas pocas veces en las que por accidente tropezaba o rompía algo y luego de aquello, la hacían salir al patio con la espalda descubierta para así, usar una vara de bambú larga y atozarla contra su piel desnuda.
— ¿Sabes por qué vino a verme Uzui-san?
— ¿Porque te extrañaba? — Le cuestionó con ingenuidad.
El joven negó con la cabeza esbozando una pequeña sonrisa — Vino para llevarnos con él. Después de que tú tuvieras tu 𝘮𝘪𝘻𝘶𝘢𝘨𝘦, Uzui-san pidió a la dueña de tu 𝘰𝘬𝘪𝘺𝘢 tu compañía para una recepción en la noche.
Pero la "recepción" es solo un disfraz. Uzui-san tiene boletos para el tren, en el que irán él, sus esposas, Nezuko, tú y yo. No tendrás que volver aquí nunca más — Le dijo tomando las manos de ella entre las suyas. Haciendo una sonrisa, con los ojos llenos de esperanza.
— Yo... Es decir, claro que me encantaría irme pero, no estoy segura.
— La recepción será en tres días. Tenemos esos tres días para planear todo y tú para pensar si de verdad quieres quedarte.
Por favor, no te dejes llevar por el miedo.
Ven con nosotros. Ven conmigo —. Le pidió casi con gesto suplicante.— Lo voy a pensar.
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La chica del kimono azul. [TanjiKana].
Hayran KurguSINOPSIS. Uzui invita a los tres chicos al festival de fin de año, y la decisión de asistir a dicha celebración será la mejor que Kamado Tanjiro pudo tomar en la vida. Pues dentro de aquella fiesta en Tokyo, tendrá la oportunidad de conocer a la chi...