Parte11

6 1 0
                                    

Una historia de amor no está de más. 

"Las verdaderas historias de amor, empiezan sin saberlo".


Tras mi rutina mañanera, esperé a Max en la entrada de mi casa.


—¡Buenos días, preciosa!—me dijo mientras me daba un beso. 

—¡Buenos días, Maxín!—contesté.—¿Qué hiciste en este fin de semana? 

—Extrañarte—la sonrisa que más amo, no tardó en asomarse.


•~•~•~•~•


—Pueden meterse a internet, pero sólo a buscar la información de su tema—dijo el maestro Juan desde el aula de computación.

—¿Qué hiciste en el fin de semana?—me preguntó una curiosa Sandra. 

—Nada—mentí.—¿A dónde fuiste?—desvíe el tema. 

—No te creo, pero yo fui a Acapulco ¿has ido? 

—Me temo que no, a mí papá no le gusta salir. 

—Deberías de convencerlo, es muy bonito. 

—¿Qué hay de la inseguridad? 

—La inseguridad está en los sitios menos conocidos, y obviamente uno no va a ahí si el viaje es para vacacionar. 

—Punto a favor de Sandra. 

—Es la verdad—y me sonrió—. Ahora si, a trabajar.


Tras investigar por veinte minutos, Sandra me leyó lo siguiente:


—Es una afección que ocurre cuando el nivel de azúcar en la sangre (glucosa) está demasiado bajo.

El azúcar en la sangre por debajo de 70 mg/dL se considera bajo. El azúcar sanguíneo a este nivel o por debajo puede ser dañino.

El término médico para el azúcar bajo en la sangre es hipoglucemia... Y hay más.

—Selecciónalo todo e imprímelo.


En cuanto estuvo impreso lo leímos completo y todo eso era realmente bueno.


—Pueden salir al recreo—anunció el maestro de literatura, mientras revisaba su reloj.


•~•~•~•~• 


—¿Quieres sentarte conmigo?—me preguntó Sandra cuando me di cuenta de que Selena no había venido y ni Daniel ni Max estaban en la cafetería. 

—Tus amigas no me van a aceptar. 

—No te preocupes, hoy estaré solo contigo. 

—Gracias.


En cuanto nos sentamos en una mesa vacía, la pelinegra fue por su comida.


—¿No vas a desayunar? 

—No tengo hambre. 

—Eso no importa. He estado observándote últimamente y me di cuenta de que no has estado comiendo nada. 

—Es que lo hago en mi casa—cuantas mentiras no le diría a la pobre chica. 

—Pensé que eras bulímica o algo así—nos empezamos a reír. 

—¡¿Yo?! ¡¿Bulímica?! 

—Qué bueno que no es así.


•~•~•~•~• 


—¿Qué le trajiste tú? —me preguntó Madeline—. Un jugo de manzana —contesté mostrándole el envase de vidrio que había traído—. ¿Y tú? 

—Un yogurt de manzana—me sonrió.


La señora encargada del aseo nos dejó pasar al cuarto de Mike. 


—¡Hola!—Saludamos al mismo tiempo Madeline y yo. 

—¡Hola!—Nos contestó entre tosidos Mike, se veía fatal, más pálido de lo normal y sudaba demasiado. 

—¿Cómo has estado?—Preguntó la pecosa. 

—He tenido mejores días —.Hizo una mueca en un intento de una sonrisa.—¿Cómo les ha ido?

—Excelente. Mack tiene novio—voltee a ver a Madel y luego a Mike, nerviosa. 

—¿Lo conozco Mack? 

—Sí.—afirmé— Es Max—me sonrojé. 

—No te pongas así. Es imposible no caer en el amor. 

—También hay otra cosa, Madel está enamorada de su vecino. 

—Una semana que me desaparezco y ustedes ya tienen novio, no quiero saber qué pasará cuando me ausente un mes entero. 

—Lo entendiste mal. Yo no tengo novio, sólo somos amigos.—Dijo la castaña triste.

—Siempre hay un comienzo, pequeña. 

—¿Te puedo preguntar algo, pero no te enojas? —Me dirigí a Mike.

—Nunca me podría enojar con ustedes, son como mis hijas. —Al menos, alguien en este mundo me toma como su hija.

—¿Cómo se conocieron tú y Karla? 

—Bueno. Ella y yo éramos polos opuestos, ella era una mujer de clase media, yo un pobre taxista.

Una mañana, iba con prisa a su colegio, puesto que se le había hecho tarde, y tomó la parada. Vi como a su trenza se le salían uno que otro cabello, obviamente no pude evitar reírme, solo tenía dieciséis y eso era casi imposible —esbozó una sonrisa—, ella se enojó y me dijo que me dejaría allí de no ser porque se le hacía tarde, creo que así me flechó.

—No nos dejes así, dinos que más pasó. —Madel habló, pero yo también me moría de curiosidad. 

—Le saqué plática en el camino y su enojo se convirtió en risas, me pidió mi número para que "fuera su chofer" y a diario la llevaba a todas partes e iba por ella, yo nunca di el siguiente paso, así que ella me invitó a tomar un helado —suspiramos los tres— y allí le di un beso. Al poco tiempo nos hicimos novios. 

—¿Sus padres te aceptaron?—pregunté. 

—Sí. Sólo que su padre se tardó un año para ello. 

—¿Por qué? 

—Los celos de cualquier padre. 

—¿Cuánto tiempo fueron novios?—Madeline preguntó.

—Siete años. 

—¡¿Siete años?!—preguntamos al unisío Madel y yo. 

—Cuando se ama de verdad, el tiempo pasa volando

el amor supera todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora