❝Ella comenzaba a olvidarlo. Él estaba empezando a notarla. El silencio estaba de por medio. Ambos pensaban que uno no sabía de la existencia del otro. Las estrellas lloraban y el destino presenciaba como es que una historia de amor estaba por ser i...
WHY I CAN'T HAVE YOU “Oh, no puedo ver tu cara ahora, si te dejo ir, volverás en otro momento, así podría seguir adelante, nunca teníamos del todo, ¿Verdad, cariño?” by gloria laing
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Mayo 03, 2017; seis días después.
EMPEZAR UN DÍA SIENDO RIVER TRASK implicaba echar la mente a volar desde el primer segundo en darse cuenta que seguía vivo, que había una oportunidad nueva para seguir forzando su propósito en la vida.
Siempre tiraba saliva, señal de un correcto descanso. Y la primera imagen captada por su facultad visual eran las hojas del árbol que acompañaban a su ventana, a su escritorio donde estaba consciente de que allí posaban las mejores de sus ideas, todas plasmadas en hojas, o en cualquier otro espacio de su cuarto que le indicaba procesar sobre el arte, filosofando ya fuera por meritos laborales o por simple costumbre que le perseguía desde que supo que estaba destinado a ser artista y a ser parte de ese mundo.
Se levantaba y duraba un rato fumando, con la mirada perdida y el suave aire acariciando su cuerpo, entregándose a la naturalidad de ese instante del día, lleno de esperanza, soledad y energía.
—Sería interesante morir por la mañana—Se dijo a sí mismo ese día, antes de lanzar lo que quedaba de su cigarrillo.
Se duchaba, a veces se masturbaba o seguía en ese estilo de trance que perduraba desde sus aposentos al levantarse. Vario tiempo le había costado acostumbrarse a utilizar su teléfono mucho después de despertarse y cuando finalmente lo hacía, lo que era ver vídeos en Instagram. Luego leía las notificaciones y mensajes.
Le agradaba estar en casa, experimentar la calidez de la convivencia familiar, los grititos anunciando el desayuno, las charlas y los saludos entre los miembros presentes cuya relación estaba estable y mejor al contrario de meses anteriores donde la amargura tenía el lugar más grande dentro de él y sus días. Desayunaba y se marchaba a su trabajo, ya no pasaba por ninguna pastelería o cafetería, ni a esa hora ni a medio día, como siempre solía ser su costumbre.
El día, su día, avanzaba mansamente que lo hacía creer estar en un estado de paz del que no habría alteración alguna, tal y como si ese estilo de vida fuera su paga por haberse sometido a tan angustiosos años repletos de soledad y amargura, cuando las ilusiones habían sido atacadas y cruelmente heridas hasta las entrañas.
Era tan joven y se sentía tan viejo, como si el florecer de la vida hubiera ya tocado su alma y su mente con tales experiencias que brotaron durante años, que la mayoría del tiempo del día lo empleaba en su trabajo con una perfeccionista concentración que, cuando salía de allí, rememoraba que tenía una vida aparte de ello.
