CAPÍTULO 1

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Primero fue la sangre; húmedo rojo impregnando sus manos temblorosas. Vida que brotaba escapando de su pecho, obligándola a sentir cómo todo cuanto había intentado para salvar aquel mundo parecía haber sido en vano.

Segundo fue el llanto; traslúcido río que manaba de sus ojos color plata, para perderse con sabor a sal en la comisura de sus labios, en los confines de su sucio y crispado rostro. Plasmando el lamento que pugnaba por salir de su interior al ver tanta destrucción, tanta pérdida, tanto despropósito.

Y tercero y último fue el silencio; uno que la ensordeció con su presencia, con su inconmensurable magnitud. Un silencio que atronaba en sus oídos manchados de barro, sangre y guerra. Un silencio que tan solo era desgarrado por el crepitar del fuego en aquel árbol frente a ella de dimensiones descomunales y aura sobrenatural, de destellos brillantes e imposibles. Aquel árbol que la hizo estremecer, pues no parecía pertenecer a este mundo. Más bien, pareciera que el mundo pendiese de él.

Y, solo entonces, al alzar la vista a la aurora boreal que lo envolvía todo, una voz gruesa la alcanzó desde atrás y su alma dio un vuelco:

-Si he de morir, lo haré junto a ti...

***

La tenue luz del alba se invitaba a sí misma a pasar entre los postigos, dibujando con dulzura la esbelta silueta de aquella mujer que ya no podía dormir más, intranquila por insistentes preocupaciones, arrancada del lecho con un corazón palpitante bajo las costillas.

-¿Por qué no vuelves a la cama? -surgió una melodiosa pregunta desde las sábanas, donde una joven, de hermoso cabello negro y ojos más negros aún, no le perdía el rastro-. ¿Qué ha sido esta vez? ¿Pesadilla o premonición?

La cascada caoba que era el cabello de quien permanecía junto a la ventana se vio sacudida por la negativa de la mujer. Abrió un tanto aquellos postigos y observó con tristeza las verdes praderas que se extendían frente a aquella casita solitaria.

-Premonición... -respondió-. Cada día que surge la veo con más claridad. Maldita sea... Casi prefiero las pesadillas.

La chica sentada entre las cortinas que pendían del alto dosel, surgió de entre las finas sábanas y caminó con pies descalzos hasta alcanzarla por detrás. Sus manos la abrazaron, recorriendo con cierto respeto una piel que de pronto se puso de gallina.

-No te preocupes, Samantha. Esa batalla que tanto te atormenta últimamente en sueños no tiene por qué suceder. Aún estamos a tiempo de impedirla. Pero tienes que permitirnos ayudarte. Las nuestras se sienten inútiles a la espera, escondidas esperando a que tú lo hagas todo por nosotras. Y creen que no es justo.

Samantha tensó la mandíbula por un ínfimo instante.

-No pienso volver a ver a más de las nuestras caer. Esto lo haré yo sola. Daré con ese maldito artefacto y evitaré más muertes innecesarias. Y si tiene que perderse una vida más, tendrá que ser la mía.

-No tiene por qué ser así, Samantha...

La mujer agarró las manos de la joven y las apartó con suavidad. Terminó de abrir las ventanas y tomó asiento sobre el alfeizar, desnuda, sintiendo el frío de la mañana.

-Dime la verdad. ¿Crees que hago lo correcto? -masculló la pregunta casi como si fuera para ella misma.

-¿Que si creo que salvar este mundo es lo correcto? -Se aproximó, pero esta vez dejó que corriera la brisa entre ellas. Miró cómo el cielo se tornaba azul claro por la llegada del sol-. Hemos perdido a muchas, Samantha. Si no ha sido por la locura que Madelane infunde en nosotras con su presencia, ha sido luchando contra las hordas de diablos durante años, y todo por un porvenir que nos conceda esperanza. Paz. Tu esencia contrarresta la de Madre Bruja. Tú nos aportas cordura. Tú nos has sanado apartándonos de ella y sus designios. Y encima quieres enfrentarte sola a todo por concedernos un futuro mejor. Si la libertad no es algo digno por lo que luchar, si no es el camino correcto, yo ya no sé qué puede serlo. Pero tienes que dejarnos ayudarte, Samantha. También es nuestro destino el que está en juego, y tenemos derecho a luchar por él.

La suave mano de la hechicera allí sentada fue la que buscó en esta ocasión la de la joven, que no opuso resistencia a su cálida caricia.

-Desde el día en que los diablos casi acabaron con la mayoría de las nuestras -brotó una lágrima furtiva en el rostro de Samantha-, he perdido toda esperanza, Clara. -Se volvió y la miró a los ojos-. Toda. ¿Lo entiendes? Y ahora, esta visión tan deplorable de nuestro porvenir... No puedo concebir más muerte, más pérdida.

Clara guardó silencio, pronunciándose las arrugas junto a sus bonitos y oscuros ojos.

-Vimos cómo las nuestras sucumbían en la última batalla -continuó Samantha-. Cómo la guerra lo devoraba todo. Cómo la conflagración entre los diablos de Madre Bruja y las que nos negamos a seguir sus pasos nos arrastraba a la perdición. ¿Y si no puedo detenerla? ¿Y si se cumple esa maldita premonición? ¿Y si el destino es inamovible y no se puede reescribir? Vi un mundo hecho cenizas, Clara. ¿No lo entiendes? Un mundo devorado por el fuego, por la destrucción. Si he de ser la punta de lanza en todo esto para lograr daros un mundo mejor, lo haré sin pensarlo dos veces. Eso te lo aseguro.

-Pero tú misma dijiste que no todo estaba tan claro -sonó la voz de la chica en tono casi severo-. Que solo ves retazos, y que tus sueños avanzan tanto en el tiempo que casi vives varias vidas una tras otra. Que lo que ves, lo haces en ocasiones a través de ojos ajenos. Que todo es siempre muy confuso. -Introdujo sus dedos entre el cabello del color de la madera viva de aquella mujer, desplazando a un lado un fino mechón blanco como la nieve-. Sé que siempre tratas de plasmar sobre el papel todo lo que ves en esas premoniciones. Pero recuerda que ni tan siquiera tú logras comprender lo que sucede en ellas. Las premoniciones son algo que ni siquiera los dioses conciben como posibles. Igual...

-¿Igual estoy equivocada? -apartó de nuevo aquella mano, bajó del alfeizar y se dirigió a por su ropa-. Sé que algunas dudáis de mí. Que no creéis que cuanto veo pudiera ser cierto. Pero solo mira a tu alrededor, Clara. Mira en lo que se está convirtiendo el mundo. Madre Bruja buscó acabar con los dioses a base de guerras, de muerte, y no solo lo está consiguiendo con creces, si no que ha arrastrado a las nuestras a clavar la rodilla ante ese maldito monstruo que ha creado para cumplir sus propósitos.

-No hace falta que me lo recuerdes...

-¿No hace falta? -alzó la voz dado un paso al frente-. Porque parece que sí, Clara. Ya ves que todo va encaminado a como lo vi en esas putas visiones. Y aun así algunas tenéis el valor de ponerme en duda. -Se descubrió jadeando, y trató de calmarse-. Yo soy la primera que desea estar equivocada, Clara. Yo soy la primera que no desea una guerra tan atroz...

Clara, con mejillas ya húmedas, se acercó a ella y la atrapó en un cálido abrazo.

-Lo sé, Samantha. Lo sé. Y en ningún momento he dicho que dude de ti. Tan solo digo que es posible que ya estés cambiando ese destino tan terrible que nos auguras. Solo tienes que mirarme. ¿Hace falta que te lo repita? Con tan solo estar cerca de nosotras disipas esa locura que Madre Bruja emana y nos devora por dentro. Eso... Eso tiene que significar algo. ¿No ves que ya solo con eso las nuestras saben lo que es ser libres?

-¿Es que no lo entiendes, Clara? En esa visión veo solo muerte, destrucción. No puede haber lugar a posibles o no posibles. Hay que actuar. Hay que poner todos los medios necesarios para impedir que suceda. Y no pienso esperar sentada a ver si se arregla todo solo. -Se apartó hasta mirarla de frente. Sus ojos plateados hablaban de miedo, de dolor y desesperación-. Haré esto a mi manera, y vosotras permaneceréis ocultas hasta que logre encontrar esa maldita reliquia y dé con la forma de destruirla. Punto. Tú ya has hecho suficiente arriesgándote a conseguir esa información. Sal de allí y aléjate del influjo de Madelane para siempre. Ocúltate y no te expongas más. Te lo pido por favor.

-No puedo prometerte algo que tú tampoco podrías.

-Lamento tanto haberte metido así en esto...

-No tienes que lamentar nada -apretó su mano-. Si aquel día que te revelaste no hubiera sentido el bienestar que emanas, no habría conocido lo que es la libertad fuera de esa maldita locura. Esa pizca me dio la fuerza para aguantar aun estando allí, junto a Madre Bruja.

Se soltó de los dedos de Clara, alcanzando su capa y ciñéndosela a los hombros. Se dirigió hacia la puerta y la miró desde allí. Le habló antes de desaparecer bajo el marco:

-Vamos, no perdamos más tiempo. Porque el tiempo no espera a nadie.

***

NOTA: Gracias por vuestros votos y comentarios. Me encanta leeros.

SAMANTHA y la reliquia prohibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora