Pequeños cuchicheos comenzaron a rondar entre las mujeres gnomo y las hadas, y Lissan, frunciendo su amarillenta mirada, preguntó sorprendida por sus palabras:—¿Por qué algo tan peligroso tú buscas?
—Ya lo he dicho. Busco evitar una guerra. Una que... —dudó, no quiso hablar de premoniciones. Ya sabía lo que aquello conllevaba. Desconfianza y una profunda falta de credibilidad—. Una que sé bien que Madre Bruja busca para sus propósitos.
El centauro miró con preocupación a Lissa, quien aún clavaba su mirada interrogante en la hechicera.
—Este el lugar más seguro para las reliquias es —advirtió—. Ni los dioses sin permiso aquí pisan. Y además...
Ante el silencio que dejó la valkiria, Samantha supo que escondía algo y dijo:
—Tenéis una, ¿cierto?
Jhon miró a la valkiria con expectación. «Otra de esas reliquias. Otro de esos tesoros secretos de la historia de Erindorn. Cuánto misterio, y yo, me encuentro en el lugar idóneo para descubrirlo. Sin duda, ha merecido la pena el viaje hasta aquí».
—Como bien dice Lissa —intervino el centauro—, este es el lugar más seguro del mundo para esos malditos artefactos de los dioses. Si hubiese una de esas reliquias aquí...
Lissa levantó el brazo, pidiendo silencio al inhumano. Con paso calmo y bajo la sorprendida mirada del resto de seres mágicos, la valkiria comenzó a acercarse a la hechicera. Al pasar junto a Jhon, lo miró de reojo. Él no hizo más que permitirle el paso.
Cuando se plantó frente a Sam, ladeó de nuevo la cabeza, como si indagara en lo más profundo de sus ojos color plata.
—¿Para qué la reliquia tú buscas?
Samantha, sin bajar la mirada, habló con una templanza inconmensurable.
—Ya te lo he dicho: para evitar una guerra.
Tras un corto silencio, la valkiria asintió convencida. Se dio media vuelta y regresó junto a los habitantes de aquel bosque. Habló alto y claro:
—Por la reliquia que aquí hay, preocuparte no tienes. Tan solo un alma pura blandirla puede.
—¿Un alma pura?
—Así es. Una la trajo. Y solo otra alma pura la puede llevar.
Samantha quedó pensativa. «No puede ser la que busco. Si Madelane la quiere, no tiene en su poder a nadie con un alma limpia que pueda darle el uso que busca. No quedan ya almas así en este mundo... Y cuanto vi en mi premonición... No. No puede ser la reliquia que yo busco, pues pude ver cómo le daban uso. Cómo, con ella, llegaban al Otro Mundo».
—¿Cuál de todas ellas es la que aquí guardáis? —preguntó.
—¿Cuál de todas ellas tú buscas? —respondió la valkiria.
Samantha suspiró rezando por estar equivocada, esperando que la que tuvieran en su poder fuera ese maldito anillo.
—El anillo del Otro Mundo —dijo al fin.
Los cuchicheos volvieron a surgir entre los seres mágicos y los inhumanos allí presentes. Lissan sintió como si un mazo la golpease.
—Posible no es... Los espíritus respetar se deben.
—Y es por eso que vengo, valkiria. —Avanzó un paso la hechicera—. He de encontrar la forma de destruir esa reliquia, o Madre Bruja terminará por dar con ella y la usará en su absurda guerra.
—¿Y cómo pretende hacer algo semejante, si se puede saber? —preguntó Cerión, erguido junto a Lissan con un semblante que reflejaba su miedo.
—Madelane ha encontrado la forma de esclavizar a los seres del Otro Mundo —dijo con ambos puños crispados—. Y si logra traerlos para sus propósitos, los usará contra todo aquel que trate de plantarle cara.
Los murmullos se hicieron más notorios. La preocupación, el velo que se cernía sobre todos ellos.
—Hay que impedirlo a toda costa —dijo Cerión a la valkiria—. Debemos ir a recuperarla. Si está allí, no es un lugar seguro.
Samantha frunció el ceño, su pregunta resonó en el atardecer.
—¿Sabéis dónde está?
Lissan miró a la bruja con una fina línea entre los labios. Era evidente que algo sabía. Pero no fue ella quien habló.
—Hace poco —comenzó a relatar Cerión—, recibimos un informe de los exploradores sobre un poblado al suroeste. Al parecer, los aldeanos hablaban de fantasmas. De animales locos que surgían de las sombras y atacaban a todo humano que se atreviera a salir de los límites de la aldea. Los comerciantes han comenzado a dejar de lado el lugar, y ya tan solo quedan historias confusas y supersticiones donde se dicen que alguien jugó allí con magia negra. Que algo abrió un portal al mismo infierno y que los monstruos del averno salen cuando tienen hambre. —Cuadró los hombros y miró a Jhon—. Ya sabéis, las típicas mamarrachadas de los humanos.
—¿Y por qué no habéis hecho nada por investigarlo? —preguntó Samantha.
—Si tuviéramos que hacerlo con cada historia proveniente de unos seres tan supersticiosos, no daríamos abasto en todo Erindorn. —Encogió los hombros—. Además, la mayoría de las reliquias hace tiempo que se extraviaron. Que nadie sabe nada de ellas. Y extraño sería que alguien que lo pretendiera, diese con una siquiera.
«No es tan extraño» —sonrió Jhonatan.
—Lissan —se dirigió Samantha a la valkiria esta vez por su nombre—. Hay que dar con ella y ocultarla.
La valkiria la miró en silencio, cierto temor surgió de sus labios tiñendo palabras llenas de dolor.
—Lo lamento, hechicera. Pero las nuestras de aquí salir no pueden. Ya en el pasado un alto precio pagamos. Y dispuestas de nuevo no estamos. Una hermana perdimos. Desapareció. Así pues, que el mundo de los humanos se las apañe. Nosotras por ellos no intervendremos.
—Pero no es solo el mundo de las personas —protestó la hechicera—. El resto de seres... incluso los espíritus del Otro Mundo, quienes deberían poder descansar en paz. ¿No lo comprendéis?
La valkiria dio media vuelta y se acercó a las sombras que el inicio de la noche propiciaba ya a la entrada de Bosque Anciano.
—Como dije, lo lamento.
—Pero Lissan... —exhaló el centauro, que se vio petrificado por la indecisión—. No podemos permitir que algo así suceda.
La valkiria detuvo el paso un instante y lo miró sobre el hombro.
—Aquí fuerte permaneceremos, Cerión. Ya en el pasado salvarlos intentamos. Solo muerte nos concedieron. No, Cerión. Lo lamento.
—Pues iré yo con ella —sacó pecho el centauro—. Traeré esa reliquia aquí, donde debe estar, para que nadie pueda darle uso.
El resto de centauros se agitaron ante semejante idea, y Lissan, poco a poco, se volvió hacia él.
—Aquí te necesitamos, Cerión —dijo, y miró a Samantha. Pero el centauro tenía razón. Quizá... Y tras un segundo de reflexión, llamó a alguien—: Lalah.
Una figura, de no más de un palmo, levantó el polvo tras de sí al acercarse a gran velocidad.
—¿Sí, Lissan?
—Tú el anillo traerás. Si lo encuentran.
La mujer gnomo inclinó la cabeza en una reverencia, justo cuando Samantha volvió a intervenir:
—No es necesario arriesgar a nadie más, Lissan. En cuanto lo tenga, abriré un portal oscuro hasta aquí.
—Oscuridad... —murmuró la valkiria—. Las leyendas sobre ti no mienten. De acuerdo, así lo harás. Pero Lalah lo traerá. Y Cerión os guiará y protegerá.
—No creo que haga falta —sonó la voz de Jhon, que bajo la mirada de todos, irguió al fin la espalda sintiéndose algo mejor.
—Pues no perdamos más el tiempo —asintió la hechicera—. No podemos arriesgarnos a que Madelane dé con ella. Porque te aseguro de que, si tiene la más mínima sospecha de adónde se encuentra, no dudará en comprobar que esté allí.
***
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SAMANTHA y la reliquia prohibida
FantasySamantha, la legendaria hechicera, deberá salvar el Otro Mundo de las garras de Madre Bruja. La bruja más temida de todas, Madelane, tiene oscuros planes para los seres que habitan el Otro Mundo. Pero para llegar a ellos y hacerse con sus almas nec...