CAPÍTULO 17

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Clara alzó las manos al cielo e invocó a su elemento; la tierra.

Un terremoto comenzó a sacudir el terreno y tanto animales como diablos comenzaron a derrumbarse. La mirada en aquella bruja era triste, y Samantha lo sabía.

Por miedo a dañarla, Sam detuvo sus hechizos, miró preocupada a sus compañeros. Lalah, bajo las patas del centauro, buscaba con la mirada el dichoso anillo, lista para salir a su encuentro. Cerión, cuyas flechas ya se agotaban, no cesaba en su empeño de tumbar de forma estoica a cada monstruo que se les acercaba. Y Jhon, aquel hombre tan misterioso, aún seguía allí. Sin huir. Sin mostrar el más mínimo ápice de cobardía en sus ojos.

«¿Por qué sigues a mi lado?».

Y entonces devolvió la vista a las tres hechiceras. A la única que no mostraba ira y locura en su mirada. 

«¡Clara! —pensó, aterrada—. No me hiciste caso y volviste junto a Madelane arriesgando tu vida. Te dije que no volvieras, que no merecía la pena. ¡Que yo me encargaría de todo! ¿Cómo has podido ser tan estúpida? Si descubren que realmente eres una espía, Madre Bruja no tendrá compasión contigo... Maldita sea, eres una... idiota...».

—¡No tendremos compasión, Samantha! —gritó Clara, tratando de sonar convincente—. No opongáis resistencia o...

Las otras dos brujas llamaron a sus elementos entre desquiciadas carcajadas, y un relámpago se volvió en contra de Sam, que cubriendo su cuerpo con una cúpula provocó un estallido de centelleantes colorines al desviarlo. El viento, llamado por la otra bruja —que mostraba una mirada desorbitada— arrancó un enorme árbol y lo lanzó sobre la hechicera. Los ojos de Clara mostraron temor al ver que Sam no se había percatado entre todo aquel alboroto.

Entonces unas brumas surgieron de la nada y un enorme elefante aplacó el impacto de aquel tronco, gimiendo de dolor y cayendo redondo al suelo, saltando de él la sangre a borbotones, volviendo a desaparecer entre brumas.

—Hoy no venceremos, hechicera —dijo tras Samantha aquella pantera oscura—. El resto de las nuestras no saben de esta batalla, y no estamos organizadas. Debemos retirarnos.

Sam miró furiosa a su alrededor. El caos lo anegaba todo. Los animales del Otro Mundo luchaban con dientes y garras. Pero aquella pantera tenía razón. Como ya sucediera en el pasado, cuando ella y sus hermanas se enfrentaron a esos malditos diablos, el poder de la superioridad numérica volvía a ser decisiva, muy a su pesar.

Echó un último vistazo a Clara, que no le quitaba el ojo de encima rogando con los ojos que saliera de allí. Que no tenía posibilidades de sobrevivir.

Y entonces escuchó la voz de aquel león.

—¡Retirada!

Jhonatan y el resto la miraban preocupados, todo parecía suceder más despacio de lo que lo hacía realmente. Y el maldito anillo había desaparecido bajo las pisadas, bajo el fragor de la batalla.

«No puede ser. No puede estar sucediendo así. Estaba tan cerca... No puedo dejar que mi premoción se cumpla. No pienso dejar que Madelane se haga con ese mundo».

Fue cuando tomó la decisión.

—¡Al portal! ¡Entrad en el portal!

Y el grupo corrió, cruzando la negrura que era aquel portal abierto sobre la tierra. Dos árboles más fueron arrancados con brutalidad por el fuerte viento y lanzados sobre ellos, pero un muro de piedra surgió de la tierra y ambos se estrellaron contra él, haciéndose astillas y polvo. Sam echó un último vistazo atrás antes de desaparecer, con la gratitud pintada en sus ojos.

SAMANTHA y la reliquia prohibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora