CAPÍTULO 9

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En su mirada veo ambición. Pero, no es lo único. En esos ojos tan azules y profundos como el mar veo mucho más... Calma. Sinceridad. Astucia. Y sobretodo, una sensación que me inunda de atracción y miedo. De... miedo... ¿Por qué?

Diario

***

Del portal, tan oscuro como la noche cerrada, surgió Samantha tirando de las riendas de su montura, y sobre esta, el cuerpo tembloso de Jhon sentado sobre la silla. La yegua resopló incómoda al atravesar aquella extraña magia, la cual sonó con un latigazo en el atardecer al cerrarse tras ellos. 

—Aguanta, Jhonatan —dijo Sam, buscando el camino con la mirada.

El hombretón, encorvado y temblando, mostraba ya extrañas manchas en su piel plagada de hinchazones. Pero al parecer, su conciencia, aunque vaga, se hacía notar con pequeños destellos de lucidez. 

—¿Y piensas destruir algo tan... tan increíble? —las palabras de Jhon casi sonaban a decepción.

—Las reliquias no pueden destruirse —disertó la hechicera, adentrándose aún más en el bosque—. Son artilugios forjados durante años, alguno incluso durante siglos, por esos malditos dioses. Pero ninguno de estos con una intención benévola. Ya has podido comprobarlo por ti mismo. —El moribundo no contestó—. ¿Jhonatan? Habla. No te duermas. 

—¿Entonces? 

—Así me gusta, hombretón. —Asintió, y continuó hablándole para que no se desvaneciera—. Entonces, las ocultaré —asintió convencida, encaminando su montura al este—. Ya les encontraré un lugar seguro.

Jhonatan se mecía como un barco a la deriva, surgiendo de sus labios palabras sin su consentimiento. 

—Y pensar que por un momento creí que ese arcón era cuanto buscaba...

—¿Cómo dices?

Jhon alzó una mirada enrojecida, como tratando de dilucidar dónde diablos se encontraba.

—Nada, Sam. Solo pensaba en voz alta.

Samantha no terminaba de comprender las intenciones de aquel hombre que el destino decidió poner en su camino. Pero tan cierto como aquello era el hecho de que había algo extraño en él que alteraba sus sentimientos. Que la sumergía en un limbo perdido entre la calma y el miedo.

—¿Cómo supiste que yo era una...?

Jhon, de nuevo ausente, dio una cabezada que casi lo lanzó al firme.

—¡Jhonatan!

—Cuento entre mis más preciadas amistades con algunos inhumanos —contestó de inmediato, como regresando de un lejano sueño—. Y de ellos he oído leyendas que hablan de vuestro inmenso poder.

—¿Leyendas? Hablas como si nos hubiéramos extinguido hace siglos —dijo casi con sorna.

—Así lo cuentan quienes pertenecen a mi tripulación.

—Tu tripulación... —se intuyó el interés en su tono de voz—. ¿Me estás diciendo que eres un pirata? ¿Y que además tú eres el capitán?

Jhon soltó una extraña carcajada, como la que pudiera soltar un cadáver.

—¿Acaso te extraña?

Samantha lo midió con la mirada.

—Quizá no... Eres listo, y esas pintas...

SAMANTHA y la reliquia prohibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora