Guerra

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Era diciembre de 1914, transcurría la Primera Guerra Mundial. Hacía cuatro meses que había comenzado, y ya se habían producido miles de muertes.

Nuestros protagonistas, un militar y una enfermera. Llevaban unos años siendo amantes, pero cuando la familia de ella se enteró de su relación, no la aprobaban, pues él era 10 años mayor, y ella era una chica de 16 años.

A los pocos días del rechazo de su familia, se enteró de que su amado había sido convocado a filas, y no queriendo quedarse atrás, esperando que volviera algún día, se armó de valor y se ofreció de enfermera militar. Como eran del mismo pueblo, los destinaron juntos, cada uno vio atrocidades, cada cual más sangrienta, pero seguían juntos, dándose valor el uno al otro.

Hasta que en la segunda quincena de diciembre de 1914, él fue alcanzado por una bala perdida, que ni era destinada para él, pero el destino decidió jugar con sus suertes.

Ella vio a un pobre hombre, sangrando por el torso, su uniforme teñido de rojo, con los ojos vendados, pues una bomba de gas, le había alcanzado. El hombre le resultaba familiar, pero ella no encuentra el motivo, además él se mantiene callado sin producir ningún sonido mientras le están curando, quería hacerse el fuerte, pues sabía que había grandes probabilidades de que su amada estuviera cerca o fuera la enfermera que con suaves manos y delicadas técnicas intentaba salvarle la vida.

A la enfermera le llevó varias horas sacar la bala y parar la hemorragia, pero cuando lo consiguió una compañera la mandó a descansar, alegando que ella se encargaría de intentar salvar la vista del soldado herido.

Ella se fue a la cantina en busca de su amor, vio a su pelotón, que afectados la miraban, el mejor amigo de su hombre, se levantó y la abrazó diciendo:

- Lo siento Elvira, Beltrán no ha conseguido volver. - Le dijo ajeno a que su compañero, se había salvado y se encontraba a escasos metros.

Elvira no daba crédito, no paraba de llorar tocándose el vientre, pues había descubierto que se encontraba esperando a su primer hijo, la unión perfecta entre ella y su Beltrán. Cuando no le quedaban más lágrimas, se soltó de su amigo, y se fue a la tienda que compartía con su pareja, tomó una de las camisetas de entrenamiento de su novio y se durmió oliéndola.

Al día siguiente, a pesar del duelo por el que estaba pasando, tenía la obligación de ejercer de sanadora, y fue a la tienda donde vio que el hombre herido del día anterior seguía respirando, aunque con dificultad.

Atendió a todos los heridos, y cuando se hizo de noche, se sentó un rato al lado del soldado que había curado, quedándose dormida.

Un silbido que parecía fruto de su imaginación la despertó, abrió los ojos y miró a todos lados, dándose cuenta que el silbido que ella tanto conocía, lo estaba produciendo el soldado que estaba a su lado con los ojos vendados, pues había perdido la visión.

Los amantes se reencontraron a la luz de las velas, y aunque él no pudiera verla, se sentía a salvo a su lado. Y ella sin resistirlo más, le dio la noticia más importante de su vida.

- Y esta historia, querida nieta, fue la que vivieron tus bisabuelos - le contaba un abuelo a su nieta de 8 años, que fascinada no podía dejar de hacer preguntas mientras se iluminaban sus bellos ojos azules.

Cuando la pequeña obtuvo todas las respuestas, le pidió a su abuelo, que si le contaría su historia de amor, a lo que el viejo le dijo:

- Algún día, con más tiempo, te contaré la historia de amor más bella de todas, pero ahora tienes que dormir, pues tus padres, mañana nos regañarán a tu abuela y a mí.

- Vale abu, pero acuérdate, mañana me la tienes que contar! - le decía la pequeña mientras bostezaba y se quedaba dormida.

El abuelo se levantó de la cama, le dio un beso en la frente y se dirigió a la puerta, donde vio a su mujer que desde hacía 40 años le soportaba y quería con todo su corazón.

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