Guayaba 5.

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Nos sentamos en una pequeña mesa a tomar café.

¿Qué haremos?

—¿Dormiremos en el auto?— pregunta Fefa con un puchero.

—No lo sé ¿Y si caminamos a ver si encontramos una estación de servicio o un lugar donde arreglen llantas? Si encontramos unas podríamos salir de aquí y...

Fefa asiente, pero se ve preocupada.

Yo también lo estoy, pero necesitamos encontrar soluciones.

—Niñas, ya es muy tarde y sería muy peligroso que se vayan caminando— dice la señora, por la ventana se ve que comienza a llover.

—Entonces ¿Nos puede prestar su estacionamiento? Para dormir ahí hasta mañana— pregunto a la señora que nos mira atentamente.

—¿Y si aparece un vampiro o un oso?— pregunta Fefa.

—Si es un vampiro como Jasper, no me molestaría— digo tomándolo a broma.

—¿Como se llaman?— pregunta sin responder lo de si podemos quedarnos en su estacionamiento— yo me llamo Elizabeth.

—Yo me llamo Nane y ella Fefa, somos mejores amigas, de podría decir que casi hermanas.

—Lindos nombres, cuéntenme ¿Qué hacen por aquí por Washington?

Comenzamos a relatar todo lo que hemos pasado y le comentamos sobre nuestro viaje de sanación, le enseñamos las fotos de los lugares que hemos visitado.

Ella se ríe por todas las experiencias.

—Me alegra que estén haciendo este viaje, eso está muy bien, vivir con toda la energía posible su juventud.

—Si, nos falta encontrar el amor y solucionar nuestra vida familiar— dice Fefa— quiero tratar de conocer bien a mi familia de parte papá.

—Eso estaría bien, capaz y te ayudarían a sentirte menos sola— responde la señora.

Se me viene a la mente el problema de dónde vamos a dejar la camioneta para dormir.

—Disculpe, no quiero ser intensa, pero... ¿Si nos puede dejar quedarnos en su estacionamiento?

—¿Como creen que voy a permitir eso?— dice la señora— pueden quedarse aquí en mi casa.

—Ay señora... Pero ¿No le da miedo? Somo completas desconocidas para usted y no queremos incomodar— dice Fefa.

—Claro que tengo mis dudas, pero no creo que sean ladronas o asesinas— responde.

—Le pagaremos y...— trato de decir, pero ella me detiene.

—No les voy a cobrar, tranquilas, vengan conmigo que ya es hora de cerrar la tienda.

Después de apagar las luces y cerrar las puertas, pasamos por un pasillo en la parte de atrás para llegar a la casa.

Es bonita, llena de sofás de madera oscura y tapices de flores, huele a pino.

—Siganme— dice y nos guía por un pasillo para luego subir por unas escaleras hacia el segundo piso, la señora vuelve a hablar— ustedes... ¿Les da miedo? Ya saben, no es normal que una extraña les ofrezca quedarse en su casa.

—No voy a negar que estamos un poco nerviosas, pero estamos aún más agradecidas con usted y su confianza— digo.

—Esta bien, no sé preocupen porque de todas maneras, mañana no van a amanecer secuestradas.

Caminamos por el pasillo hasta que llegamos a las dos últimas puertas y la señora vuelve a hablar.

—Esta es para ti— señala a Fefa y la puerta de la derecha, luego señala la izquierda y a mi— esta es para ti, ahora...

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