Capitulo 61

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Capítulo 61: El Secreto De La Fidelidad De Kishasa: Ren Y La Historia De Los Fumetsu.

Todos tenemos nuestros pequeños o grandes secretos.

-¡NO NO NO! ¡NO! ¡NO! ¡CÁLLATE! – Los shinobi miraban a la niña, que tenían los ojos cerrados y gritaba cada que el nuevo personaje intentaba decir algo, intentando liberar sus pies y manos de manera desesperada – ¡Silencio! ¡Silencio! ¡Silencio! ¡Silencio!

-Yo…

-¡NOOOOOOOOOOOOOOOOO! – cuando finalizó su grito Kishasa jadeaba, recuperando el aliento.

-¿Ya terminaste con tu rabieta? – la voz sonaba molesta y divertida a partes iguales.

Kishasa no respondió, inhalaba y exhalaba de manera agitada. Ya no intentó liberarse del agarre de Zetsu. Supo que era inútil, algún pergamino o algo por el estilo deberían tener las ramas. Que…que frustrante, la habilidad de su clan vuelta contra ella.

-Obito, Madara, les informo que nosotros no podemos escucharles desde dentro de la barrera, aunque ustedes a nosotros si – dijo el nuevo personaje al ver a los hombres mover los labios – y todos pueden oírme porque este campo hace que los que están dentro y fuera se escuchan a la perfección – aclaró dado el desconcierto de los que se encontraron más lejos y escuchaban todo como si estuvieran a sólo unos pasos.

Obito apretó más los puños. La prudencia en ese tipo de situaciones era algo que ellos compartieron.

-No ha respondido a mi pregunta, dattebayo, ¿eres quién?

-Primero, dame un minuto – pidió el sujeto desconocido – Kisame…

-Claro – el hombre de piel azul lo ayudó a acercarse a la jovencita.

-What…?

-Shhh… – se vio una media sonrisa a través de la capucha. El sujeto endureció su mano y la colocó sobre la cabeza de Kishasa con suavidad – Shii, sal, por favor, tu trabajo ha terminado – dicho esto alejó su mano y una nueva silueta salió del cuerpo de Fumetsu.

-¿Otra mocosa? – la joven idéntica a Kishasa abrió los ojos, mostrando su color morado.

Una señal de Gaara fue suficiente para que nadie atacara.

-Tú – le reconoció la nueva existencia.

-Hola, Shii – la voz del sujeto sonaba calmada, amable. Shii cruzó sus brazos sobre su pecho, su semblante serio.

-Así que, ¿ya es hora?

-Sí, es hora.

-Bueno, fue divertido mientras terminó – Shii dio una sonrisa burlona y divertida, quizás algo malvada.

-Muchas gracias por cuidar de Ai, Shii.

-Por nada, un placer. Ya sabes, era mi deber.

-Mh – asintió el sujeto y tendió su mano en dirección a la chica – es hora de que vuelvas a formar parte de mí, Shii.

-Claro, lo sé. Hasta nunca, tontos – Shii agitó su mano en señal de despedida para todo el mundo – cuídate, Ai – sonrió con una especie de dulzura en dirección a la que había sido su portadora durante mucho tiempo antes de tomar la mano del sujeto, desapareciendo poco un poco en el cuerpo del mismo.

-Muy bien, ya no entiendo que sucede – se quejó Kiba.

-No eres el único – murmuraron varios a su alrededor.

-Zetsu, puedes soltarla, Kisame, igual suéltame, por favor – los nombres asintieron.

Las ramas fueron liberando a la menor, quien quedó en pie, mirando al suelo y con los puños apretados. Temblado. ¿De miedo, quizás? El tipo alzó una mano hasta hacer que ella levantara la mirada, sorprendiendo a todos: era una mirada que denotaba completo dolor e impotencia.

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