Cuando despertó, el sol casi había alcanzado su cenit. Raphaella se incorporó de un salto ante la pérdida de tiempo. Tremendo desperdicio de luz. Si quería ganar no debía ser tan endeble en la rutina, no podía darse esos lujos. ¡Simplemente era inconcebible! Se reprendió mentalmente a la par que se tallaba los restos del sueño.
La caminata de ayer la había dejado extenuada, como era de esperarse. Antes de la prueba había llevado una vida muy sedentaria; concentrada en perfeccionar hechizos nunca se preocupó por su condición y, bendecida con un cuerpo relativamente esbelto, tampoco lo hizo por cuestiones estéticas. No volvería a subestimar la capacidad física, prometió.
Buscó a Isabel con la mirada, pues al despertar no había estado a su lado. La encontró sentada en cuclillas sobre un pequeño montón de bayas, las olía y luego las probaba, escupió un par de ellas y retiró las restantes del montón.
Se acercó hasta quedar junto a la Loba de Francia. Adoptó la misma posición.
—Os he buscado un desayuno, son frutos del bosque, ligeros y buenos para vuestra salud. —Continuó con la tarea de limpiarlas—. Después podréis caminar tanto como os plazca.
Sonrió y las tomó agradecida, pero con cierta dosis de culpa que, sabía, en teoría no debería sentir. Citando a sus maestros, los espíritus eran una extensión de su magia, ellos y su padre se lo habían repetido hasta el cansancio. Las reencarnaciones tendrían que ser para ella lo que el agua a las linfas: un elemento que manipular. Sin embargo, aunque comprendía la idea, no podía aceptarla como propia y seguir su filosofía, el agua y las almas no tenían nada en común. Los seres a los que ella llamaba habían vivido, sentido, amado y temido.
La persona frente a ella incluso había sido una reina. También había cargado a un hijo en el vientre, y sola se aventuró el camino de regreso a casa cuando el rey Eduardo II la abandonó a su suerte en Tynemouth. Deseó amor y le fue negado. ¿Cómo podría cerrar los ojos a la historia y tratarla como una herramienta si había vivido incluso más de lo que la ella?
—Tú también comerás, ¿verdad? —inquirió, perdiéndose en su belleza una vez más, optando por concentrarse en eso en lugar de lo que debía significar para ella.
Era hermosa. Poseía una luminosidad que Raph nunca tendría. Isabel tenía un precioso rubor melocotón en las mejillas que cualquier chica envidiaría; unos expresivos ojos azules que resaltaban ante la abundancia de sus pestañas y unos labios carnosos y rojizos... Si viviese en la época actual y fuese a la universidad, sería la más popular y posiblemente capitana de algún club como ajedrez o quizá el de porristas. En ella vivían todas las cualidades que debía tener una buena regente, era inteligente, fuerte y amable.
—No necesito comer. Mi deber es serviros. —Le regaló una sonrisa—. Siempre ha sido el mismo.
—¿Siempre?
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Hada de Sombras [Almas Siniestras I]
FantasyRaphaella es una nigromante que debe sobrevivir a una prueba a muerte mientras lidia con un asesino serial al que ha liberado. *** Raphaella Marlowe sabe que no tendrá mucho futuro en el mundo de la magia si no logra sobrevivir a la Prueba de Sangr...