Capítulo XXVII: Justicia y venganza son iguales - segunda parte

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Salió de la habitación y encontró a Mitsrael al pie de esta. Verlo allí significó aliento para afrontar la gala, subió a su espalda y regresaron al coliseo. Alguna excusa tendría que inventar para justificar su prolongada ausencia.

—¿Cómo has hecho para que tu ropa luzca como nueva? —preguntó la nigromante para distraerse.

—Es que es nueva.

Resopló. Claro que lo era, podía teletransportarse.

Llegó del brazo del lancero, y tal vez fue producto de su imaginación, pero podría jurar que escuchó varias exclamaciones horrorizadas por su atrevimiento... Aparecer en manos de otro hombre. Cayó en la cuenta de que presentarse con Diarmuid y con un vestido nuevo podía malinterpretarse de muchas maneras.

Puso los ojos en blanco. Su mundo podría estar podrido por asesinatos, complots y adulterio, pero todo se toleraba mientras se mantuviera bajo la mesa. Ella estaba rompiendo con aquel tácito acuerdo. Se alejó de su acompañante y conversó con su hermano Iskander. Eso le permitió después acercarse a Cassian.

—¿Ya te diste cuenta? Eres el único que no se ha comprometido, serás el soltero más cotizado en toda la isla —bromeó mientras giraban en la pista.

—No había pensado en ello, supongo que a partir de hoy tendrás que pagar por dirigirte a mí. Sebastian Marlowe debería empezar a vanagloriarse por tenerme como hijo. Apuesto, inteligente, poderoso, qué más podría desear.

—Vincent Ficquelmont sigue en tu mismo estatus.

—Oh, por favor, Raph. ¿Cómo te atreves a compararme con ese chico ojos raros?

—Tiene su encanto. —Giró y perdió la mirada de Iskander un segundo.

—Sí, claro —aceptó irónico.

—¿Has terminado con la chica? —inquirió al recordar que su hermano solía escaparse de la escuela para pasar un tiempo con una humana.

—¿Qué chica?

—La vacīva.

—Ella decidió terminar al acostarse con alguien más.

Arrugó el entrecejo.

—No creí que entre los humanos sucediera, si pueden estar con quien quieran, ¿qué necesidad hay?

—Los problemas amorosos son inherentes a las personas y ellos, con prana o sin ella, son iguales a nosotros.

Había resentimiento en su voz, sin duda el ego de su hermano estaba herido.

—Me alegro por ella, mira que tenerte a ti como novio, de la que se salvó.

—Se supone que lo lamentes por mí.

—Se supone... Pero soy tu hermana y eso es difícil.

—Más importante que mis devaneos casuales, Ella, tú estás comprometida, y por lo que veo no te escandaliza el adulterio. — Iskander negó con suavidad y continuó bailando—. Debes tener cuidado si no quieres que Dagmar explote en cólera ante tus desafíos.

Hada de Sombras [Almas Siniestras I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora