Capítulo XXII: El honor de la sangre - segunda parte

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Raphaella había asistido al colegio como cualquier otra mañana, pero su hermana durante la semana entera estuvo ausente. Al llegar a casa la veía practicar en el jardín una y otra y otra vez en la creación de remolinos de viento, en apagar fuego robándole el oxígeno, y quién sabía qué más cosas.

Sumergida en el perfeccionamiento de sus movimientos, con perlas de sudor decorándole la frente y las piernas bien plantadas en la tierra, Adeline lucía gloriosa, fuerte e invencible. Todos los días dedicó un par de minutos a admirar a su hermana. A esa edad, Raphaella desconocía muchas cosas.

La Gala de las Flores, como se le llamaba al evento, se realizó durante una mañana soleada. Lo recordaba a la perfección. Adeline maldijo el clima porque eso perjudicaría la apreciación de sus habilidades.

Rio en su fuero interno y la hora de salida llegó. Se dirigió al estacionamiento.

Ataviada con un precioso vestido azul que la hacía resaltar inclusive a distancia, Adeline le regaló una sonrisa y agitó su mano, despidiéndose. La vio por tan poco tiempo que no tuvo oportunidad de devolver el gesto, pues de inmediato fue arrastrada al auto de Sebastian Marlowe. La cabeza de la familia Marlowe era el que debía llevarla, él y Cassian se encargaron de presentarla. Raphaella no perdió segundo y gritándole suerte la vio partir. Su hermana, a pesar de lucir radiante, se veía nerviosa.

Llegó a la casona y frente a la puerta de su recámara estaba Púrpura, montaba guardia. Le sonrió por cortesía antes de entrar.

Una pequeña molestia nació en su pecho y se extendió por sus venas, abrasándola a la par que la comprensión se asentaba. En la traición de la mujer yacía una verdad oscura y que no se había atrevido a aceptar. Una que no quería asimilar por miedo a saberse maldita, pero el hecho de que la mujer la hubiese delatado sin contemplaciones, la hacía creer que tenía alguna clase de imán para ello.

«Pensé que Púrpura... Creí que podría ser sincera»

Se coló en la mente del lancero, ya lo había puesto en contexto.

«Debe haber una explicación»

La nigromante resopló y se dejó caer en la cama.

«¿Si no es ella quién más? Supo de ti mucho antes que nadie. Es la única que sabe a qué hora de la madrugada llego a casa o no llego»

«¿Qué hay de las marionetas?»

«¿Cómo?»

«Has encontrado rastreadores y vigilantes entre tus cosas, puede que haya sido Dagmar quien los colocara. Puede que haya puesto más después de que los destruyeras»

«Además de mí, Púrpura es la única con acceso a mi habitación»

No podía imaginar a nadie más. Helen que la detestaba carecía de circuitos mágicos para crear marionetas, y siendo ciega sería difícil que se colara a su recámara, y Dagmar...

Hada de Sombras [Almas Siniestras I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora