Dominic.
Después de que, nos despidieramos de toda la familia, mamá llorara todo el viaje y todos estuviéramos con caras largas... Llegamos a nuestro hogar.
—Me duele el culo —se quejó Melisa, mientras bajaba su bolso y se sobaba una nalga, reí. Cada uno bajó sus cosas, mamá nos dio la llave y empezó a ayudar a papá.
Entramos, la casa tenía olor a encierro. Con mis hermanos, dejamos nuestras cosas en cada pieza y fuimos a ayudar a papá y a mamá. Aunque bueno, no fue mucho porque ya habían bajado casi todo. Muy adelantados ellos.
—¿No vamos a comer nada? —preguntó Daniel. Papá lo miró mientras entraba más últimas cosas y cerraba la puerta—. ¿Qué?
—¿Todavía tenés hambre?
—Pero si cada vez que parabamos en una estación de servicio, te clavabas una hamburguesa o sánguche... —dijo Mariano riéndose, Daniel lo miró mal.
—Mentira.
—Yo no miento.
—Deja de hacerte el santito mejor, sos más mentiroso que la mierda.
—La boca, Daniel... —lo retó mamá, mientras tanto me senté en el sillón—. Los demás, ¿Tienen hambre?
—No, yo no... —respondí, tocándome la panza, me dolía—. Aún tengo ganas de vomitar.
—¿Todavía no se te fue? —negué, mamá se paró y fue a buscar algo—. Bueno, si tienen hambre... Pueden pedir pizza, sólo por esta vez... —dijo, dándome una pastilla. Sí, a mamá no le gustaba que pidiéramos delivery.
—Yo no tengo hambre, me lavo los dientes y me voy a dormir —Melisa se paró y se fue. Miré a papá, Mariano y Daniel.
—Yo tampoco, voy a hacer lo mismo que Melisa —dijo y empujó a Daniel—. Correte que no me dejas pasar...
—¡Uh éste! —se quejó Daniel—. Bueno, si nadie va a comer... Me tomo un té y listo.
—Mejor —dijo papá, palmeandole la espalda. Reí por la cara de mi hermano. Suspiró y se marchó a la cocina.
(...)
//3 de enero del 2014//
Mis oídos empezaban a escuchar los sonidos de los pájaros junto con el camión de chatarra. Hubiera deseado que mi ventana no diera justo para la calle.
Empecé a hacer fiaca, mientras veía como los rayos del sol daban contra la cortina. Anoche, me dormí rapidísimo. Encima, la panza me dolía horrores. Y mi cuerpo estaba terriblemente cansado.
Lo malo de viajar, es eso... Terminas hecha percha, con dolor de espalda, culo, y demás.
Hoy pensaba en ir a visitar a mi amigo Ian. Y también a Ángel... Lo extraño.
—Ay, pero tené cuidado nena —dije cuando salía del baño. Melisa me miró mal.
—Tené cuidado vos —respondió de mala manera y siguió caminando. Suspiré y caminé hasta la cocina.
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Resiliencia [En proceso/edición]
Novela JuvenilÉsta es la historia de Dominic Heikel y Ángel Páez, dos jóvenes de Argentina. Ambos se ven involucrados en un amorío juvenil, desde la primera vez que se vieron. Su camino lleno de bajos y altos, divertidos y no tan divertidos, darán paso al amor t...