[Capítulo N°36]

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"La ayuda."







—Los médicos quieren revisarte, para ver cómo estás —dijo Roxana después de que Dominic se negara a salir—. Son tres veces a la semana nomás.

—¿No entendés? —preguntó, mirando por la ventana—. Él está ahí... Debe de estar ahí... Yo lo sé —susurró lo último, su madre tragó saliva—. Estoy segura... Anda libre y seguro va a querer buscarme para matarme... me va a matar. 

—Hija... Nadie te va a hacer daño mientras estemos nosotros acá —se acercó, ella retrocedió un poco, suspiró sabiendo que poco a poco empezaba a odiar el contacto físico.

—No podes asegurarlo —dijo—. La última vez... pasó lo que pasó —a la madre se le hizo un nudo en la garganta.

—Ya no te descuidaremos —murmuró acariciando su pelo, Dominic sintió un escalofrío—. Es necesario ir.

—Y si...

—No te voy a dejar sola —interrumpió, se podía ver el miedo en sus ojos. Roxana tomó aire—. Si alguien intenta lastimarte de nuevo... tendrá que pasar por encima de mi cadáver. ¿Escuchaste? No va a pasar devuelta... no voy a permitirlo —dijo seriamente. Dominic tragó saliva, sintiendo las palabras de su madre. Inhaló y asintió. 

—Está bien —murmuró y fue en busca de uno de esos buzos grandes que le ayudaban a ocultar su cuerpo. Ahora nadie la vería linda, ni se fijaría en como era. Hasta podía ser un poco invisible, supuso. 

Roxana soltó el aire contenido y asintió, viendo a su hija. Al fin podrían ir a la psicóloga. 

Con todo el recelo del mundo, se sentaron en el auto de Gael, quien iba manejando callado. Dominic se había puesto la capucha, así tampoco nadie vería su pelo o a ella, nadie la reconocería pensó nuevamente. Es mejor así, que nadie sepa quién fui o quién soy. Roxana estaba un poco tensa, tener que mentirle para llevarla con Anabela no le gustó, pero era necesario. 

Al llegar, Gael estacionó y dejó que se bajaran primero, vigilaría todo desde un poco más lejos.  Roxana, luego de darle una mirada a su esposo, le agarró la mano a Dominic con todo el cuidado y ambas entraron al edificio. 

Después de esperar unos minutos, las nombraron y, agarradas de la mano, entraron al consultorio de la psicóloga especialista en violaciones, abusos y violencia de género. Lo primero que le llamó la atención a Dominic fue el lugar, todo era de un color cálido, había algunas plantas, algunas flores, algunos libros. Y ni hablar de la sonrisa de la mujer que la miraba desde el escritorio. 


—Buenos días —saludó con voz suave, Roxana respondió, Dominic no, la miraba aunque no directamente a los ojos—. Hola Dominic... ¿qué tal? 

No respondió y se limitó a seguir mirándola, no sabía quién era. Sin embargo, no le tenía miedo, sólo una especie de recelo y desconfianza. Su madre se distanció un poco, yendo poco a poco hacia atrás. 


—Dominic... vení —la mujer se paró y se fue a dónde estaban unos sillones, Dominic la miró y luego decidió seguirla. Roxana observó, la psicóloga asintió y pudo salir de la habitación, haciendo el menor ruido posible—. ¿Cómo estás? —se sentó, ella quedó parada al lado del otro sillón—. ¿No te querés sentar? El sillón es cómodo eh... —dudó pero luego miró e hizo caso—. Bien, no sería bueno tenerte ahí parada, te pueden doler las piernas. 


—No creo —negó, acomodándose, observó el lugar otra vez y se dio cuenta de que su mamá no estaba. Apretó los dientes, tensa—. ¿Por qué mi mamá se...

Resiliencia [En proceso/edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora