Era de noche y él no recordaba cómo había llegado hasta allí. Un débil manto blanco caía entre las ramas de los árboles, iluminados por la luz de la luna llena.
Avanzó unos pocos pasos dejando sus huellas en la nieve cuándo un gruñido a sus espaldas lo detuvo.
Escuchó unas pisadas a sus espaldas y lentamente se giró.
Entre las sombras de un tronco inclinado, dos ojos rojos a un metro de la tierra, lo miraban atentamente.
Retrocedió instintivamente. Algo en su interior, le gritaba que debía correr, pero sabía que si lo hacía estaría perdido.
De repente, aquel par de orbes rojos, comenzó a elevarse. El gruñido de antes hizo eco en sus oídos mientras la sombra de una criatura enorme y aterradora tomaba forma.
El monstruo salió de la oscuridad, y la luz de la luna reveló su forma verdadera.
Su corazón se aceleró y en un instante se vio corriendo, intentando poner la mayor distancia posible entre él y la criatura que rugía mientras le pisaba los talones.
De repente, pasó por entre unos matorrales y su pie se enganchó en una raíz. Cayo de bruces al suelo donde se raspo los brazos y un lado del rostro con las ramas y hojas del suelo boscoso. Al levantar la vista, un claro muy familiar se apareció delante de él. Intentando ignorar el escozor de los cortes y raspones, se levantó y avanzó unos pasos en el claro. El pánico se apoderó de él. No tenía dónde esconderse y un gruñido a sus espaldas acompañado por el sonido de unas ramas al romperse le erizó los pelos.
Sabiendo que estaba perdido, se giró temblando y enfrentó a la bestia, que de pie sobre sus cuartos traseros, lo superaba por más de un metro. Su pelaje blanco níveo, hacía que sus ojos rojos resaltaran.
El monstruo avanzó un paso y el joven pudo ver las enormes zarpas al final de cada pata.
Cerró los ojos y espero el final. Respiró su último aliento y se preparó para el golpe de gracia.
El momento no se hizo esperar.
El aire emitió un silbido, y sintió su sangre bajando por su pecho. El aire le faltaba. No podía respirar.
Cuándo sintió la hierba bajo su espalda fue que se dio cuenta de que había caído.
Aire caliente con olor a sangre llego a su olfato.
Abrió los ojos y se encontró con la mirada asesina de aquélla criatura, que lo miraba atentamente, antes de abrir las fauces y sumir todo en la más fría y aterradora oscuridad.
Los pequeños sonidos del amanecer lo despertaron de repente.
No podía respirar. Sentía un peso enorme en el pecho y sus extremidades no le respondían. Una lágrima cayó de sus ojos, mientras hacía todo lo posible por recuperar la movilidad de su cuerpo.
Lo consiguió, luego de algunos minutos, no sin esforzarse enormemente.
Se levantó, sintiendo que su cuerpo pesaba una tonelada. Sus pasos eran erráticos y dos veces estuvo a punto de irse de bruces al suelo.
Cuando logro llegar al baño, abrió la canilla del agua fría y se mojó el rostro.
El frío lo hizo temblar, pero lo ayudó.
Levantó la vista entre jadeos pesados, y al verse en el espejo, descubrió horrorizado dos ojos rojos que lo miraban. Se apartó bruscamente tras el lavabo y se frotó los ojos.
Con temor, volvió a mirar. Sus ojos ambarinos, refulgían como nunca antes, pero por lo menos no eran los de aquella bestia sanguinaria que lo perseguía en sueños desde hacía unos meses. Se dejó caer sobre la pared. Estaba exhausto. Como si todo lo hubiera vivido realmente. Incluso a veces podía sentir un fuerte dolor ahí donde las garras habían abierto profundas y mortales heridas en su carne.
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Criaturas de la Noche. Primera Parte. ©®
Hombres Lobo¿Que pasaría si un día despiertas y ya no eres el mismo joven de hace sesenta años? ¿Qué harías si una extraña enfermedad te hace perder el control de aquello que te diferencia de la sociedad y las personas que la componen? Esta es la historia de es...