Rangos y manadas

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Las ruedas del auto chillaron. Un grito se escuchó de fondo. Un grito femenino. Luego un golpe y el sonido del metal contra el concreto doblándose y rompiéndose.

Despertó súbitamente y se arrepintió a los pocos segundos cuando un dolor horrible de cabeza lo obligo a recostarse.

Al palpar la zona que le dolía, descubrió que tenía un vendaje que le daba varias vueltas.

— ¿Qué mierda me paso ahora?— se preguntó intentando levantarse, lográndolo finalmente luego del tercer intento.

Al mirar las ventanas vio reflejos de luz que pasaban a través de las persianas.

Ya era de día.

Con cuidado de no irse de bruces contra el suelo, ya que todo le daba vueltas, salió del cuarto y bajo las escaleras. Aun llevaba la ropa del día anterior. Agradeció mentalmente que no lo desvistieran.

—Hola hijo— Laura fue la primera en saludarlo, con una de sus radiantes y hermosas sonrisas.

— ¿Qué tal salió todo hermano?— pregunto Adam.

— ¿Qué demonios paso ayer?—

—Un montón de cosas— respondió Marcos saliendo de detrás de una pared. Iba con ropa nueva que seguramente su padre le había prestado, y tomando un café que seguramente su madre le había dado— Pero empecemos por el inicio chico. Cuéntanos lo que recuerdas.

—Recuerdo que saliste de la maldita oscuridad, cubierto en sangre, y herido por un ataque que seguro fue de la criatura a la que le disparaste—

— ¿Y luego?—

—Luego... No lo sé. Todo es borroso—

—Primo— lo llamo Layra— Tus ojos esta mañana se ven raros... ¿Te has dado cuenta?

— ¿Qué tienen?—

—Se ven muy amarillos—

—Entonces...— rápidamente se acercó a la lanza y posiciono su mano a unos centímetros del arma. No pasaron más de unos segundos, cuando fue capaz de sentir el calor irritante de la plata quemando su palma— Tengo poderes.

—Eres inteligente—

— ¿Qué diablos haces aquí?—

—Creo que ayer no nos presentamos correctamente— dijo— me llamo Marcos Black.

— ¡Ayer casi nos mata una bestia y tú estás tranquilo tomando café!—le reclamo.

—Tiene tu temperamento— dijo Marcos mirando a su padre.

En ese momento lo recordó. El auto.

— ¿Y mi auto?— inquirió. Todos lo miraron.

Alarmado, corrió a la entrada y aunque Laura intento detenerlo, al salir no hubo nada que ocultar.

Todos salieron tras él. Todos sabían lo que significaba.

El Impala tenía serios rayones en el techo, el frente estaba totalmente arruinado por un considerable impacto contra la pared de la casa, que también estaba dañada, y la puerta del piloto tenía el cristal destruido, y prácticamente colgaba desencajada de la bisagra.

—Oh no— susurro mientras repasaba los daños con sus manos intentando no estallar en gritos e insultos.

—Cuando te quedaste inconsciente, aceleraste y, chocamos contra la pared de tu casa— explico Marcos— En serio lo siento chico. Es un hermoso auto.

— ¿Tienes una idea de cuánto costara reparar esto?— pregunto mirándolo con lágrimas en los ojos.

—Unos cuarenta mil dólares, si el motor no se dañó, sino, serán cien mil— dijo tranquilamente tomando otro sorbo de café.

Criaturas de la Noche. Primera Parte. ©®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora