Una cara familiar
Naomi sabía que trataba de aparentar las cosas. Cuando oía que mi humor empeoraba, era porque algo estaba mal. Apreciaba que no inquiriera nada aún. El pajarraco me había dejado con una extraña sensación de estar siendo observada con cada paso que propinaba fuera de Callum Taylor.
Tomé de las hombreras de mi mochila y le pregunté:
—¿Tus padres vendrán de nuevo por ti?
Sentía el peso de la mochila enorme. Sólo era tiempo de que cayera en mitad de la acera para hacer el ridículo ante el resto de los estudiantes en la parada de espera.
Naomi negó, revisando su teléfono.
—Mi papá está trabajando y mi mamá está donde una vecina —respondió, guardando el aparato dentro de su uniforme—. Tendré que irme en bus. ¿Qué hay de ti?
Mi pierna derecha empezó a tiritar.
Recordé las palabras que mi padre dijo en la mañana, también qué debía estar atenta al teléfono; sin embargo, al mismo tiempo, él había sido el que mencionó sobre los tales «patrocinados» y que irían a por mí a modo de diversión. ¿Podía confiar en él? Si lo llamaba, ¿haría algo con Naomi de testigo?
«No, ¿cierto?»
«Los patrocinados llegarán y se divertirán con ella. Será un buen entrenamiento para ellos.» —recordé sus palabras indiferentes hacia mi seguridad.
Si iba a casa por mi cuenta, mi madre seguiría diciendo cosas hirientes, lo usual, incluso llegar a soltar todo sobre desear nunca haberme tenido; no podía ni imaginar las secuelas después de eso. No quería saberlo, menos si Dylan estaba como testigo.
Ninguna de mis tías se encontraba cerca para pedirles ayuda, vivían muy alejados de mi hogar o estaban ocupadas en sus propias familias. Mi teléfono era nuevo, con algo de suerte el mensaje de voz llegaría a mi tía Amelia.
El cuervo tenía razón: no tenía adónde ir. ¿Qué tan grande debía ser la ironía para sentir más apegado hacia un ave asquerosa, la cual había dado la advertencia de mi muerte, que hacia mi propia familia?
Eso decía muchas cosas de mí, y sabía que no eran buenas.
—¿No podría ir a tu casa? —pregunté, sonriéndole e ignoré su silencio—. Después llamaré a mi papá para que vaya por mí.
Naomi siempre me pedía que fuera a su casa, ¿por qué estaba dudando exactamente en ese momento?
—Hmm... No lo sé. Tendría que preguntarle primero a mi mamá...
—No es necesario. Sólo me quedaré unos minutos, puede que sólo media hora. Así que, por favor, Naomi...
Oí risitas. No me había dado cuenta el momento en que tomé de sus manos para que no apartara su atención de mis ojos. El alrededor murmuraba sobre nosotras. Todos los ojos estaban encima, pero no me importaron. Sólo ansiaba la respuesta de Naomi.
—¿Estás bien? —preguntó ella, por otro lado, sin haber notado el ambiente—. ¿No quiere ir al hospital? Estás muy pálida, más que de costumbre, y estás muy caliente.
Deshice la toma de manos y toqué mi rostro. Era verdad, mi rostro ardía.
La sensación de ser observada persistía y lo vi, detrás del cuerpo de mi amiga, sobre el cartel en grande con el nombre de: «Escuela técnica Callum Taylor: noventa y cinco años en formación profesional» se encontraba posando el cuervo.
Me tenía en la mira, persiguiéndome.
¿Por qué pasaba a esto? ¿A mí? ¿Qué había hecho para merecerlo? Un ave me acosaba, y no había alguna explicación lógica. El tiempo que pasaba observándolo, más consideraba que iba perdiendo fuerzas contra él.
ESTÁS LEYENDO
La Liberación de Morven
AdventureEl día de su cumpleaños Sophia Sawyer oyó a sus padres hablar sobre haber deseado nunca tenerla. Entonces ¿qué hizo? Aparentar cómo si nada hubiese pasado; agradeció a su madre por la cena de cumpleaños y se fue a dormir. Tal y como un lema familiar...