Capítulo 6. Imprevisto.

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—Tus ojos... Son muy raros. —expresó Leah tras aquel silencio incómodo.

Thomas se encontraba igual de incómodo, la situación que estaba viviendo no era para nada algo que esperaba que les fuera a pasar. Pero aún con la incomodidad y sus problemas de introvertido que de vez en cuando lo asaltaban, solo cuando su esposa no estaba cerca. En este caso, Runa estaba cazando algo, pero estaba seguro que estaba igual de preocupada que él.

—Runa suele alimentarse de mi, la primera vez fue sin querer, aunque su veneno no me mató solo que me hizo distinto, al menos los ojos y demás, son gracias a ella. —explica algo incomodo el hombre de piel semi morena, aunque no puede evitar agarrarse la cabeza en frustración.

—Eso... ¿Eso me pasará a mi? —preguntó Leah sintiendo la incomodidad del otro lobo. —Ella volverá, ¿verdad?

—No lo se... No se que piensa hacer. —dice acariciando se su cabello intentando calmar su agobio. —Ella volverá cuando quiera dormir.

—Ah... Los cara pálida no duermen. —murmura con ironía, Leah.—Están muertos.

—Ya veo... Pues no se a qué se deba, pero ella no es como lo que usted sabe acerca de esa especie. —comenta cerrando sus ojos ante el cansancio que le empieza a dar.

El silencio de nuevo reinó entre ambos, cabe decir que la nativa hija de los Clearwater se encontraba ya con el gen despierto, digamos que la invitación de Sue aquella noche en la cabaña había logrado despertar lo increíble en una mujer, Harry estaba igual que la mujer del guardabosques, o peor Runa lo estaba, ya que había entrado en un cuadro de crisis de ansiedad al verla cambiar y que Leah se imprimara en ella.

—Ya veo... Oye... Yo se que ella es tu impronta, pero... También es la mía, ¿Q-que puedo hacer para no molestar? Ya estoy cansada de ser la que cae mal en un lugar. —expresa cansada y molesta pero también comprensiva. Aquel chico no le había hecho nada malo para maltratarlo.

—No...no caes mal. Solo que... Estoy muy incomodo con esto, se supone que un lobo nomas se puede imprimar una vez, no dos de una. Y no... No me malinterpretes, pero... No son fan de tríos, nunca me gustó esa idea de compartir con otra persona a mi mujer. —suspira agobiado Thomas, para luego mirar a la nativa. —Es una noticia muy abrumadora, para ambos, porque... Se que ella no te dejará de lado... Pero yo... Yo no la quiero perder, siempre hemos estado juntos, desde que tenía 19 y ella 25.

Leah lo escucha cabizbajo en todo momento, sintiendo un escalofrío extraño en su corazón y piel al escuchar:"Ella no te dejará de lado" pero también pudo ver como el hombre macizo se convertía en un niño buscando donde caer a llorar.

—No sé más que decir... Tampoco quiero hacerte sentir así... Y tampoco se porque ha pasado todo esto. Pero de algo que estoy segura, es que ustedes son el uno para el otro, y eso nadie ni está naturaleza lo cambiará. —expresa Leah con sus pestañas humedad, emocionada por la pequeña envidia que tiene ante esa verdad que irradian ambos.

—Oh... Leah .. —se queda igual de emocionado, con la nariz congestionada alertando que pronto también lloraría.

Sin embargo, aquel momento de llorera de ambos es interrumpido tras un gran soplido de viento, el cual se había acercado y ambos identificado el aroma delicioso y diferente de su impronta llegando a ellos.

—Par de dramáticos. —dijo Runa, acuclillandose frente a ambos, que estaban sentados en las escaleras del patio trasero. —Hay amor para dos, no hay dos sin tres; una vez leí en un libro. No se estresen por algo que no se sabe como se desarrollará, solo veamos como surge, porque yo sé que esto fue mi culpa, es el precio de haber salvado a tu padre.

Runa había vuelto con una sonrisa en los labios, pero sus ojos demostraban varias cosas y al mismo tiempo nada. Thomas sabía que su mujer estaba adoptando esa misma postura de fortaleza, lo notaba en sus manos frías que temblaban... Porque si, ella había acercado la mano izquierda a la mejilla de él para limpiar la lagrima perdida y la mano derecha para limpiar la de la nativa, dulcemente, y cálida como siempre fue protectora.

—Runa...yo...—Leah no podía creer como la recibía la mujer que era su impronta, sin embargo pudo sentir que ella a pesar de mostrar ser fuerte a ambos, también temía ante ese hecho sobrenatural, su mano lo mostraba en verdad.

—Shh... Yo me encargo, tu tranquila y yo nerviosa. —le regaló la sonrisa más cálida y hermosa de la que ambos habían sido siquiera capaz de imaginar que pudiera regalarles.

Thomas ya sabía y había sentido de esas ya varias veces, pero para Leah este supo que iba a ser del primero de muchos, y no sintió miedo.

Tal vez el alma gemela se creía que sólo había lugar para uno, pero el alma gemela en la vida de cualquiera en este mundo fantasiado o en el real, podría ser de cualquier índole, podría ser: romántico, amistad, familiar, amante, maternal. Solo existía si la persona era capaz de comprender, entender y valorar el amor de distintas manera sin dejar su esencia misma por los demás, sino que contagiar la brisa de su esencia y nunca cambiar para ser algo que no es, sino que compaginar una vida con otra para hacer una historia diferente.

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