XI.

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La chica despertó a la mañana siguiente, sintiendo la ausencia del tacto del chico. Se había ido. Le restó importancia y se levantó, subió la persiana y vio una hoja en su tocador.

“Anoche no podía dormir y eras mi única escapada al mundo de los sueños. Pensar en vos no me dejaba dormir, pero dormir con vos calló todo pensamiento para disfrutar el momento. Paso por vos a las 4, quiero que salgamos.

Con cariño, Gus.”

Sonrió, al recordar como la abrazaba la noche anterior. Dobló la hoja y la guardó en un cajón, donde guardaba todos los dibujos, cartas o notas que se mandaban en clase o cuando ella se había ido. Hizo su rutina diaria y bajó a desayunar.

— ¡Hola pa, buen día! — Saludo mientras bajaba las escaleras.

— Hola, ¿vas a desayunar? — Preguntó leyendo el periódico.

— Sí, muero de hambre. — Sus ojos brillaron cuando vieron un café y una pequeña pero deliciosa pila de panqueques esperándola en la mesa. — ¡Gracias papi! — Le dio un beso en la mejilla y se sentó a comer.

— De nada. — Dijo mirándola con una sonrisa. — Ché, sabes... anoche oí ruidos raros en la cocina yendo hacia tu cuarto. También la puerta, medio ruidosa. ¿Estabas despierta? — La chica se congeló al escuchar eso. ¿Cómo le explicaba que Gustavo había entrado por la ventanilla de la cocina, y que encima habían dormido juntos?

— Sí, bajé por agua. — Mintió, con una sonrisa.

— Ajá... — Rió mirando el periódico.

— En fin... ¿qué tal el periódico? — Preguntó tratando de cambiar el tema.

— Oí voces, también. La próxima vez que Gustavo quiera entrar, mejor que toque la puerta o avise. — Se preguntaba cómo sabía, si total habían hablado no muy alto.

— ... ¿Cómo sabes? — Tenía un tono desconcertado.

— Yo hacía lo mismo para meterme en la casa de tu madre. Me metía por la ventana del cuarto de lavado, y tenía que ir con cuidado porque el piso hacía ruido. — Ella siempre quedaba impresionada al escuchar fragmentos de su amor. — Todas las cosas que él probablemente va a hacer, yo ya las hice, y no hay nada que ocultar. No hay nada más refrescante que amor adolescente después de todo, ¿no? — Pensó por un momento. ¿Cómo era que su padre nunca se enojaba?

— Me sorprende que no te enoje. Gus anoche no podía dormir, así que quiso venir a dormir conmigo... — Dijo dudando al decirlo. Su padre levantó la vista del periódico.

— ¿Hicieron algo raro? — Preguntó.

— ¡No, no, no! — Río. — Sólo entró, le pregunté, bla bla bla, se acostó a mi lado y se durmió. — Saltó algunos detalles para no alargar de más.

— Si hacen algo, no lo hagan en mi presencia por favor. — Rió a carcajadas. Su hija le acompañó.

— Tranquilo, pa. — Siguieron riendo hasta que terminaron el desayuno, miraron televisión y hablaron de cosas triviales, como por ejemplo las ganas de la chica por ir a la playa. Ella amaba los momentos con su padre, en especial cuando él dejaba el periódico de lado y ponía música de su época mientras bailaba de forma divertida para hacerla reír. — Ojo que te rompes la cadera — Dijo entre risas.

— Me muevo mejor que vos, nena. — Posó con una mano en la cadera y otra en la cabeza.

— Sos increíble pa. — Dijo entre carcajadas.

— Gracias, ya sabía. — Dijo para reír junto a su hija. El mayor reprodució Strawberry Fields Forever de Los Beatles. Luego ambos se sentaron en el sofá a charlar sobre temas totalmente aleatorios, hasta que sonó el timbre.

adiós ; gustavo ceratiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora