XIV.

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Lourdes.

Habían pasado algunos años. Acompañé a Gustavo durante sus giras, estaba en su pico de fama. Pleno 1989, después de un concierto estaban en una conferencia de prensa. Estaba entre la gente, y sentía la mirada de Gustavo intensa sobre alguien.

Alguien que no era yo. Volteé a ver, una chica que parecía más joven que nosotros dos, se estaban mirando y no con muy buenas intenciones. No digo que desconfiara de él... pero no me daba buena espina. Sin embargo, la chica se veía muy amable, y lo era. Intercambiamos palabras de casualidad y sonreía como si la vida fuera perfecta, era muy amable y muy linda.

Y Gustavo la estaba mirando. Cómo jamás me había mirado a mí.

Después de la conferencia, me encontraba hablando con Zeta y lo vi mirar sobre mi hombro, volteé y estaban hablando, él con esa sonrisa coqueta con la que siempre me recibía cuando iba a su casa. ¿Por qué la miraba así?

Zeta vio mi cara de incomodidad. Me sentía muy... intimidada. Ella se veía muy joven, yo recién estaba en mis 30's pero aún así ver su juventud me hizo sentir increíblemente mal. Luego ella se fue y él se acercó a mí, dándome un beso en los labios.

— ¿Qué te pareció, amor? — Dijo, como si nada hubiera pasado.

— Bien. Hubiera estado mejor si no te hubieras mirado y coqueteado tanto con esa piba. — Me crucé de brazos.

— Bueno, solo hablamos un poco. Una fan nomás. — Alargó la "e".

— Está bien. — No quise pelear ni protestar.

Días después, volvimos a Argentina y siempre lo veía hablando por teléfono por horas, riendo totalmente embobado. Yo lo miraba, y sentía la pena en las miradas de Charly y Zeta.

Cada vez que lo veía así, mi estómago se sentía vacío y mis ojos se aguaban.

Parecía que se estaba enamorando, y aunque trate de quejarme, él siempre parecía amoroso y muy enfocado en mí.

Fue suficiente para convencerme de que nada había pasado.

No fue hasta 1992 que todo se fue a la mierda. Estábamos en una casa que él tenía en Chile, jamás me dijo porqué. Quise caer de casualidad, para darle una sorpresa ya que había comprado su cena favorita luego de un día con mi mejor amiga (la cual se había mudado a Chile por una propuesta de trabajo).

Y traté de ser sigilosa, solo para escuchar gemidos provenientes de la habitación.

Habitación que compartía yo con él.
Habitación en la que dormíamos, hablábamos y hacíamos el amor.

Y cuando abrí la puerta, estaban teniendo sexo. Con Cecilia, la cual me había asegurado que estaba todo bien, me llevaba bien con ella me atrevía a decir.

Y los dos me habían traicionado.

— ¿Qué carajo? — Pregunté sin creerlo.

— Amor, no es lo que parece, te juro. — Trató de arreglar Gustavo. — Me deje llevar. — No soporté sus estúpida explicaciones y le tiré la comida en la cara.

— ¡Sos un hijo de puta, Gustavo! ¡Años, hace años que estamos juntos! ¿Me estás cargando? ¡Toda la vida te apoyé, te di todo mi apoyo en la música! ¡Puse mis cosas antes que las tuyas! ¡Vos sabías que deje ir mi trabajo de ensueño para acompañarte en el tuyo! — Las lágrimas corrían por mi rostro. Él se quedó ahí, con ojos de perrito triste, sin saber que hacer ni decir. — Y vos, pedazo de cornuda. Sabías que estábamos juntos. Pedazo de puta. — Agarré algunas cosas en una mochila y me fui.

Llamé a Macarena mientras iba a su casa.

— ¿Qué pasó corazón? — Preguntó preocupada al oír mi respiración agitada.

adiós ; gustavo ceratiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora