VI

345 31 1
                                        

Gustavo.

Todo estaba en pausa últimamente. Es difícil de explicar, pero todo ha sido raro desde que deje de escribirle. Aunque han pasado cosas raras, me están llegando cartas anónimas, pero interesantes. Con una letra muy prolija, diferente a la de mi querida Lou. Todavía conservo sus cartas de hace años... Volviendo al tema, las cartas siempre dicen que esa persona anónima desea tenerme en sus brazos, desea tenerme con él/ella. Ni siquiera me da indicios de si es hombre o mujer, eso es peor. Me parece raramente familiar. Usa palabras demasiado... delicadas. Tal y como ella hacía. Pero sigue sintiéndose como alguien diferente. Debe ser alguna loca mandando al correo equivocado, y simplemente me estoy armando alta película. Me encantaría decir que no, y que ella está cerca, pero sé que es así. Sé que ella seguramente también está "siguiendo" con su vida.

Lourdes

Me dejó de responder. ¿Por qué? Llorar no arregla nada, pero acá estoy. Con el corazón roto, porque sí, admití que estaba enamorada de él. Desde hace años que lo estoy. Estoy despeinada, con sueño, los ojos hinchados y unas ojeras del asco. Mi padre se ve preocupado, pero le di mi más grande y falsa sonrisa diciéndole que todo está bien. Supongo que solo fue un amor adolescente y pronto lo superare. Pero, no creo poder hacerlo si empecé a escribirle anónimamente. No le daba indicio alguno de quién era, de que género era, nada. Simplemente le expresaba como me siento, sin que sepa que soy yo, sin que sepa que siempre fui yo la persona que más lo amó. Las cosas que haría por él, son... inexplicables. Gustavo Adrián Cerati, alias el rulitos locos, juro que me vas a pagar haberme dejado en el olvido.
Odio la manera en la que me enamoré de él, odio no haber dicho nada antes, odio no haberme dado cuenta antes. Lo extraño, me extraño. Extraño a la Lourdes sonriente cada vez que oía su voz a través de la línea, o que sonreía cuando sentía sus pieles rozar, que se ponía nerviosa y no era más que una pre-adolescente enamorándose lenta y dolorosamente. Odio el hecho de que me tengo que expresar anónimamente para poder decirte que yo de verdad te amo, te amé...

Los días pasaron y no salí de mi hoyo depresivo. Maldito seas, maldito seas. Te odio pero no puedo evitar seguir sonrojandome al recordar tu voz. ¡Vos podés Lourdes! ¡Vamos, vos podés!... ¡¿Vos podés?! ¿Vos podés?... Ugh, te odio Gustavo.

Los días pasaron llegando a semanas y años, y eventualmente deje de escribirle. Sigo teniendo un cajón especial con sus cartas y sigo usando su camiseta seguido, lavandola obvio. Supongo que él me olvidó, o al menos dejó de pensar en mí. Salí de mi hoyo depresivo, hice muchos amigos y por el momento no me enrolle amorosamente con nadie, puesto que siendo honesta, Gus sigue teniendo ese lugar especial en mi corazón, simplemente que no de esa manera deprimente y triste.

Un día estaba totalmente tranquila en una noche normal de primavera, no muy calor no muy frío, por suerte. Entra mi padre a mí habitación sin tocar, cosa que solo hace cuando tiene noticias emocionantes.

— ¡Hija mía! En una semana volvemos a Argentina. — Se me paró el puto corazón.

— Banca... ¿QUÉ? — Tenía una cara de shock muy confundida.

— Y para mejor, nos mudamos al lado de la casa de los Cerati. — Oh, santa mierda voladora. Cuando pensé que todo estaba perdido para nosotros, el destino nos vuelve a juntar. Aunque te amé un poco todavía, Gustavo Adrián Cerati Clark, me la vas a pagar, sí que sí.

— OH SÍ MALDITA PERRA. — Puta madre, lo dije en voz alta. Mi viejo me vio con cara de "Qué carajo le pasa" y se fue cerrando la puerta, iba a llorar de la emoción. ¿Habrá crecido de altura? ¿Seguirá siendo el mismo? ¿Y si me odia ahora? Simplemente sacudí la cabeza y saque la cabeza por la ventana, sintiendo las suaves caricias del viento sobre mi piel. Empecé a saltar sobre mi cama como una loca y me acosté, riendo totalmente feliz. Volvía a ser esa niña enamorada que era cuando conoció a Gustavo. Siempre hubo algún sentimiento, siempre hubo algo y a la vez no había nada porque no lo veía. Quería que la semana se pasará volando.

Al día siguiente me levanté, me vestí y fui a la facultad, entre dando saltitos y Macarena, mi mejor amiga, me agarró de los hombros y me paró.

— Buen día, primero deja de hacer el ridículo y contame, ¿QUÉ PASÓ? — Ella sabía que hacía siempre eso cuando había buenas noticias o estaba feliz.

— ME VUELVO A ARGENTINA EN UNA SEMANA. — Me miró con cara de shock, y saltamos juntas, como locas.

— Estoy muy feliz por vos amiga, me encantaría ir con vos, pero llámame, ¿sí? — Asentí y nos adentramos a la clase, estuvimos aburridas horas ahí y cuando por fin nos tocó salir fui a mi casa corriendo, para escribirle otra carta a Gus, anónimamente claro. Iba a ser muy rara y me encantaba.

"Querido Gus;

Cada vez estoy más cerca de verte, pero no te alarmes. Me conoces muy bien y no hay necesidad de pensar que te voy a secuestrar, vos esperá pacientemente conta hasta tres el próximo martes, y voy a tocar mágicamente tu puerta. Cada vez más cerca de el calor de tu piel... parezco acosadora, lo sé. Pero creo que antes de que vaya es momento que sepas que soy L" Diablos, me quedé sin tinta. Igual queda perfecto, nunca sabrá con exactitud quién soy.

Voy por vos, Gustavo Cerati.

adiós ; gustavo ceratiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora