I

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- ¡Adri, Adri!- Gritaba aquella desesperada pequeña en busca de su mejor amigo, Gustavo (Adrián) Cerati.
A él no le gustaba mucho que ella le dijera así, por lo que él le llamaba More, dado a su nombre Morena, que a parte de que no le quedaba porque la muchachita nunca tomaba sol, lo odiaba con todo su ser. Ella lo estaba buscando, puesto que estaban jugando a las escondidas en el receso del colegio. Él sabía esconderse bien, demasiado bien, y eso la estresaba, ya que nunca le ganaba, alguna que otra vez solo, por usar uno de los miedos que tenía; que ella le llamara por su apellido, Cerati.

Lourdes, su primer nombre, pensó en eso. Así que no dudó en hablar.

-Cerati, ¡salí de ahí ahora mismo!

Gustavo escucho desde el lugar en el que estaba escondido, que era en las ramas de un alto árbol con hojas oscuras, por lo que se podría confundir las hojas con el uniforme del niño, inmediatamente bajo maldiciendo en su mente, sabiendo que probablemente se había enojado. Se acercó a ella, hasta que ella lo toco en el pecho con la mano, y salió corriendo hasta el lugar donde había contado para aclarar que había ganado, suciamente, pero había ganado. El niño pensó para sus adentros que debería aprenderse esa jugada de parte de la chica. Luego de eso y unas risas, sé suben a unos juegos de madera a los que no dejaban subirse puesto que estaban algo rotos, pero poco les importaba, ellos subían igual a hablar un rato y disfrutar de su compañía mutua. Empezaban a hablar sobre la vez que se conocieron, hace dos años, en 4to grado.

Era una fría tarde de invierno, en la que dos pares de ojos se encontraron en el receso escolar. Era específicamente un 5 de agosto, por lo que la medio mal hablaba chica diría que es una época "con un frío de cagarse". Esos dos pares de ojos, uno color avellana y el otro azul cielo, se encontraron, se miraron por un rato, intentando descifrar por falsa telepatía que querían decir. Luego, antes de entrar al salón, Gustavo se atrevió a hablarle.

"Disculpa... ¡Hola! Soy Gustavo, Gustavo Cerati, un gusto. Nos estuvimos mirando hace un rato y me dieron ganas de hablarte."

La chica lo miró con las cejas levantadas, para luego sonreír ligeramente.

"Oh, eh, Lourdes, Lourdes Salinas. Un gusto, Cerati."

Soltó una risa algo tímida, a lo que él respondio con lo mismo.

"Bueno, señorita Salinas, si me disculpa, tenemos que entrar a clases, ¡hablamos mañana!"

Ella lo despidió con la mano, y cada uno fue a su salón, pero grande fue su sorpresa de que estaban en el mismo y nunca supieron nada del otro, o simplemente poco les importaba la presencia de sus compañeros, cruzaron miradas, y sonrieron, entrando uno atrás del otro para después sentarse y enviarse miradas en medio de clases, haciendo que tiernas sonrisas aparecieran en sus rostros, al salir se despidieron con un inocente beso en el cachete, haciendo que Lilian, la madre de Gustavo, y Fernando, el padre de Lourdes les preguntarán que quien era el/la chico/a con el que estaban. Sus padres les dijeron lo poco que sabían del otro, y las miradas en clase, a lo que sus padres pensaron que iban a ser muy buenos amigos.

Ellos se ponían a pensar y la música y los instrumentos fueron la razón fundamental por la que se volvieron tan unidos, Gustavo con sus discos de vinilo de parte de su padre y Lourdes con el bajo y la batería de su primo y tío. Hablaban seguido de eso, pero se dieron cuenta también que más allá de la música, ambos eran amables, educados, atentos y buenos amigos, por lo que la química entre ellos era igual a mezclar sal y azúcar, tenían gustos diferentes (solo algunos) pero a la vista, eran indiferenciables. Gus fue a la casa de Lou varias veces y viceversa, haciendo que los padres de el chico conocieran a la tan querida niña, mientras que solo el padre de Lou conocía a Gustavo, dado que la madre había muerto cuando ella tenía 6 años. Lourdes lo sabía, y supo tener la madurez para aceptarlo y pensar en ella sin lloriquear, al menos no por un rato. Ambos sabían la historia del otro, por lo que la confianza era mucha, no era que tenían un pasado trágico, solo que la confianza era esencial para contar toda tu vida, desde que naciste hasta día de hoy, donde seguís sobreviviendo día a día con o sin problemas.

Ellos se querían, eso era claro, no pasaban ni un día sin después de el colegio ir a un teléfono público y hablar por al menos una hora, acompañados de sus padres, claro, ya que los teléfonos públicos obviamente iban a estar en la calle, haciendo que en el momento en el que los obligaban a volver, se desanimaban, pero se decían adiós con la esperanza de volver a verse el día siguiente. Los fines de semana solían verse, las únicas veces que no lo hicieron era porque tenían asuntos de reuniones familiares o porque alguno de los dos estaba con fiebre, fuera de eso eran tan unidos como fruta y mosca.

Eran algo diferente juntos, algo totalmente diferente. Ellos soñaban tener una banda, era un sueño frustrado más que otra cosa. Aunque se les haría difícil porque el rock en Argentina era algo digamos que reciente, pero era el género que más amaban. Sus padres los apoyaban ya que eran niños, pensaban que tarde o temprano cambiarían de idea. Lo equivocados que estaban... esos niños tendrían esa idea de por vida. Ambos lo prometieron por el meñique, y si la llegaban a romper ¡que los parta un rayo! Y... de paso también prometieron cortarse los meñiques. Para ellos, era algo muy en serio.

Seguían ahí, sentados. Lourdes tomó el atrevimiento que casi nunca tomaba y apoyo su cabeza en el hombro de Gustavo. Él hizo lo mismo apoyando la suya en la cabeza de aquella chica que parecía ser su alma gemela. Se miraron, sonrieron y siguieron hablando de pabadas, como solo ellos sabían hacerlo, entre ellos. Sabían que había más niños al rededor, así que hacían gestos y miradas que decían todo en 1 segundo, les parecía mágico como podían entenderse así de bien sin hablar.

Epa epa, mi primer fanfic. D:
Estuve muy contenta de escribir esto, ¡espero (que si alguien llega a descubrir esto) que lo disfruten! <3

adiós ; gustavo ceratiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora