II

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Ya habían pasado unos días desde que no se veían. Se había preguntado por qué ni siquiera la había llamado. Estaba preocupada, ni siquiera aparecía en el colegio. Estaba... ¿asustada? No sabía reconocer sus sentimientos. Miraba por la ventana de su habitación, mirando las gotas de lluvia caer por ella. Las contaba, no tenía nada mejor que hacer, podría salir con un paraguas a hablar con su mejor amigo, pero no estaba. No había rastro desde el último abrazo que se dieron.

5 días atrás, 7 de abril.

- ¡Nos vemos mañana! No faltes, tonto. -
Abrazó con cariño al chico, el cual le correspondió con el mismo afecto.

- Jamás lo haría, lo sabes bien. -
Respondió con una sonrisa, acomodando un mechón de pelo de su amiga detrás de su oreja, para luego darse la vuelta y marcharse con su madre hacia su casa. Lo miraba alejarse, quedando como un punto a lo lejano.

Lo extrañaba, de eso no había duda. Incluso se le veía algo decaída, esa noche se había desvelado pensando en que había pasado. Hasta que el dolor de cabeza la obligó a irse a dormir. Unas leves ojeras se presentaban en sus ojos, desde el segundo día estaba así. Si estaba de viaje, podría haberle llamado y decirle que no iba a estar presente unos días, así se quedaba tranquila. Pero ni eso.

Estaba tan sumida en sus pensamientos que no se dio cuenta cuando su padre entró en su habitación y la vio con pocos ánimos viendo la ventana.

- ¿Qué sucede, amor mío? -

Pregunto con cariño y suavidad en su voz, preocupado por la apariencia de su hija.

- Desapareció, papá. 5 días parece poco pero ni siquiera aparece en el colegio... - Su padre sabía perfectamente de quién hablaba la pequeña. Simplemente sonrió en un intento de reconfortacion - Querida, ya volverá. Sabes que no podría irse sin decir adiós. -

Ella sonrió, a lo que su padre le acarició el pelo y se retiró de la habitación.

Eran las 3 de la tarde. A esa hora tomaría el té con su padre, pero hoy prefirió no salir de su habitación por un buen rato, necesitaba despejar su mente y simplemente se puso a leer hasta quedarse dormida con el libro encima.
Unas horas después, se despertó a las 9 de la noche. Salió por un vaso de agua, a lo que se encontró a su padre hablando por teléfono. No le dio importancia, hasta que su padre la llamo cuando estaba por tomar del vaso.

- Lourdes, mi vida, llamo la señora Lilian, dijo que habían ido de viaje fuera de la ciudad por un asunto del señor Cerati, por eso Gustavo desapareció unos días.

La sonrisa de la niña hizo acto de presencia de oreja a oreja. Mañana era viernes, por lo que quizás no se podrían ver en el fin de semana. Pero al menos iba a poder verlo, era lo importante. Pero vio la boca de su padre moverse de nuevo por lo que salió de sus pensamientos.

- Pero también tengo malas noticias. Dentro de unos meses nos iremos a Uruguay, y nos quedaremos allí por tiempo indefinido, tengo trabajo allá... -

Su sonrisa se esfumó tan rápido como un latido. ¿Tiempo indefinido? Necesitaba decirle a Gustavo cuanto antes.

- Ya veo... está bien, ¿en cuántos meses sería? -

Cuanto más tardaban, mejor.

- En dos. -

Mierda, pensó para sus adentros.

- Oh... wow. Está bien. -

Tan pronto como su padre se fue para su habitación marco el número de la casa de los Cerati en el teléfono.

- ¿Aló? - Se escuchó la voz de la señora Lilian.

- ¡Lili! Soy yo, Lourdes.

- ¡Lulú, querida! ¿Cómo estás?

adiós ; gustavo ceratiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora