"El olor de la pólvora y el dolor de la guerra son cosas tan desagradables. ¿No sería maravilloso si el mundo fuera tan hermoso como las perlas?
El deber puede superar por un momento al talento, y el talento es capaz de ir mucho más alto, pero tan s...
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Cuando el día prometido llegó, todos estallaron en emoción tras recibir una respuesta positiva del anfitrión.
—¡Wow, esto es genial!— clamó Tracy, modelando ante el espejo de cuerpo completo su traje de baño con varios tonos de azul.
—Ni que lo digas— agregó Luca, acomodándose la gorra del conjunto similar a un traje de marinero.
—Por primera vez desde que te conozco… no luces como si salieras del basurero.
—Y tú por fin no estás manchada con aceite y tampoco hueles a pólvora.
—Touché.
—Vayan saliendo por favor, la señorita Emily quiere que todos estén ya en el salón principal.
(T/N) suspiró y tachó los nombres de la mecánica y el prisionero de su lista, aliviada de que todos estuvieran preparados con la ropa y los trajes de baño que había cosido a la velocidad de la luz. Se recargó contra el respaldo de la silla a esperar a que el último saliera del probador.
—De acuerdo, no está mal.
—Se lo dije.
El mercenario apareció de entre las cortinas con una sonrisa ladina, acabando de acomodar la capucha blanca sobre su cabeza, notándose satisfecho.
—No es abrigadora, tendrá libertad de movimiento y es resistente al agua. Adecuado para usted.
—Supongo que es todo, debemos bajar y…
—¿Hola?
Ambos miraron hacia la puerta, topándose con Robbie cargando su oso de peluche, aunque Naib alzó una ceja al ver al pequeño también vestido con un traje de marinero y cargando una mochila en su espalda.
—Qué bueno que ya llegaste, ¿el señor Hell Ember te permitió venir con nosotros?
El cazador asintió varias veces en respuesta.
—Están empezando a preparar todo para la llegada de la señorita Grace. Y me dijeron que mientras tanto podía ir a jugar con ustedes.
—No vamos a jugar, vamos a descansar de las partidas y de ustedes los cazadores. Aunque lo hago en contra de mi voluntad.
—Eso dice ahora, ya quiero verlo compitiendo contra el señor Campbell por cualquier tontería y corriendo a la parrilla cuando la comida esté lista— respondió ella mirando de reojo al hombre.
Éste bufó por lo bajo, pero tomó la mochila del niño para colgarla en su espalda y se dirigió a la puerta.
—No perdamos más tiempo, sino la doctora Dyer se enfadará.
—Ven aquí.
La diseñadora le extendió la mano al chiquillo, quien la aceptó a la vez que trataba de ocultarse un poco de la mirada severa que el mercenario no dejaba de dedicarle, permaneciendo en un estado de vigilia inquebrantable.
