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Megan



Mientras me encuentro sentada en el sofá del salón, mi madre va de la cocina al salón consecutivamente, parece que se ha metido un petardo en el culo cogiendo hielo, vendas, pastillas que no quiero ni saber de donde las ha sacado, cuando ya han pasado no se cuantos minutos han pasado, la agarro cuando esta dejando un vaso de agua sobre la mesita la agarro de la muñeca cuando veo que pretende volver a la cocina, ya no sé que más quiere traer, parece que haya atracado una farmacia en lo que vienen siendo cinco minutos.

—Mamá,¿no era más fácil traer todo de una vez? —le pregunto, no me mira mientras yo tengo mis ojos clavados en ella, parece perdida en sus pensamientos y su pecho sube y baja a causa de su respiración agitada—. ¿Todo bien?

Parece volver a la tierra cuando le doy un pequeño tiron en el brazo, buscando así su atención. Por fin me mira, relajándose poco a poco a la vez que se sienta a mi lado, agarrando mi pie con cuidado y poniendolo sobre sus piernas, un pequeño pinchazo sube desde mi tobillo hasta mi rodilla pero no me quejo, hago una mueca procurando no preocupar a mi madre más de lo que ya está.

—¿Que te ha pasado?—me responde con otra pregunta intentando así responder a la mia última.

Quiero saber que es lo que le ocurre y porque está tan de los nervios, en otro momento le habría encantado verme llegar con un chico a pesar de las condiciones en las que llegaba, pero hoy no, pero por mucha curiosidad que tenga ahora mismo decido que no parece un buen momento en el que intentar profundizar el tema, pero en cuanto estuviera mucho más calmada iba a querer respuestas, y no me las iba a poder ocultar.

—Me caí—respondo—. No es nada. Mañana estaré perfecta, en serio.

Su ceño se frunce aún más cuando termino de hablar. No le ha gustado mi respuesta y me lo ha dejado muy en claro. Cada vez que pone en contacto su mano con mi pie, este duele horrores hasta que, la quinta vez que lo hace, clava sus ojos en mi con una expresión seria esperando ver mi reacción, no puedo contenerme cuando hace una pequeña presión sobre la zona que tengo inflamada y me quejo, aparto el pie con rapidez de su agarre lo que provoca que me duela aún más.

—Nos vamos al hospital...—dice a la vez que se levanta y se dispone a cogerme otra vez con sus brazos.

—Pero...

—Nos vamos al hospital—me interrumpe lentamente, recalcando cada una de las palabras y retándome a que oponga resistencia. No lo hago.

Miro todo el desastre que dejamos sobre la mesa mientras me lleva hacia el patio de casa, donde se encuentra su Toyota Prius aparcado frente a la puerta del garaje, dónde se encuentra el mío. Me ayuda a sentarme en el asiento del acompañante antes de tirar de la palanca que se encuentra debajo de este y moverlo hacia atrás, dejándo un espacio en la zona de mis pies para así poder estirar un poco las piernas. Me abrocho el cinturón de seguridad mientras mi madre se acomoda frente al volante y arranca el motor y hace lo mismo que yo, una vez que ya se lo ha abrochado, pone la marcha atrás y sale despacio a la carretera antes de emprender camino hacia el hospital central.

Miles de recuerdos me atormentan en el camino, como si estuviera viviendo esto por segunda vez. Recuerdo aquella vez bailando en Florida junto a mi pareja de baile, llevávamos desde que eramos unos críos con la gimnasia, hasta que le confesé que lo que a mi me gustaba era la danza contemporánea. Desde ese mismo instante nos hicimos inseparables, uña y carne, y sé que de no ser por que Michael era homosexual de los pies a la cabeza, estoy segura de que habríamos acabado juntos. Pronto pudimos empezar a competir en la danza, todo por nuestra parte y por supuesto sin salir del equipo de gimasia, pero nos rechazaron la petición de formar un club de contemporánea por falta de personas que quisieran practicarla. Básicamente heramos Michael y yo. Y él y yo llegamos a lo más alto, hasta aquel día en que...

Magnetic.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora