Capítulo VII

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El emperador Qin Shi Huang acababa con su desayuno, tras una charla que habían tenido los hombres de su corte y él había oído atentamente.

—Bien. Entonces señor Bao, señor Hong, ustedes háganse cargo de administrar los cultivos. Mientras que el señor Li y el maestro Mao investigan respecto a cómo será la mejor forma de que lo comercialicen las personas del pueblo.

_____ echó una rapida mirada al anciano con cara de poco amigos. Ese día, por lo que veía, no trabajaría con él. ¿O acaso le darían día libre? No, no podía comenzar a ser llevada por el camino de la pereza ahora.

Aunque podía servirle para ir a conversar con un guardia de los que le habló Xiang.

El rey administró unas cuantas tareas para los últimos tres hombres, para finalmente voltear a ella.

—Y tú, señorita hija de Chun, te encargarás de la correspondencia, como la otra vez. Ha llegado bastante por lo que me han dicho.

—Claro, su majestad— realizó una reverencia.

—¡Bien!

Exclamó con una sonrisa el joven que vestía extravagante, para levantarse de un salto. Y comenzó a dirigirse a la salida, mientras que _____ lo trataba de alcanzar.

Se detuvo de la nada, para regresar la vista a los sirvientes que se encargaban de llevarle la comida.

—Informen a la señora Yu que el desayuno ha estado delicioso. ¡Que hizo un buen trabajo! Y que si necesita algún ingrediente, que me lo haga saber y mandaré a buscarlo.

—¡Sí, su majestad!— se inclinaron los dos hombres.

Y salió de allí. Por parte de la muchacha, había quedado sorprendida. Le alegraba saber las palabras del emperador fueran dirigidas a esa anciana, y que él la reconociera. Incluso una pequeña sonrisa apareció en sus labios.

Por lo que veía, si demostraba alguna especie de interés por su gente.

Por lo que veía, si demostraba alguna especie de interés por su gente

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Acabó arrodillándose frente a una mesa llena de pergaminos. No había pasado mucho desde la última y primera vez que había ejecutado esa tarea. Y ahora le tocaba a ella sola.

El emperador, por su parte, se había sentado del otro lado de esa mesa, dándole la espalda. A su derecha debía dejar los pergaminos importantes, y los que no, no debía pasarlos.

Miró la espalda del joven muchacho, poniéndola nerviosa, haciendo que tomara con una mano temblorosa el primer pergamino a leer.

Fue ese preciso momento en que comenzó a cuestionarse qué podía ser o no importante. Los que el maestro Mao le había pasado esa vez, no los había leído y _____ solo había leído y acobardado de no hacer que pasaran primero por el anciano.

Así que se estaba tirando de lleno al vacío.

A medida que pasaba el tiempo, dejaba las escrituras a un lado de Qin Shi Huang. De vez en cuando, veía como estaba cabizbajo y levantaba la tela que cubría sus ojos. ¿Estaría lastimado o algo por el estilo?

MUJER |Qin Shi Huang y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora