Capítulo XXI

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Tomada de un brazo de Ying Zheng, avanzaba con precaución a causa de tener los ojos vendados. Imaginaba a dónde estaba yendo, y más con todo lo que llevaban caminando. Se emocionaba con solo pensarlo.

Incluso aquella brisa que desconocía delataba los planes. No pudo evitar dibujar una pequeña sonrisa en sus labios.

Finalmente se detuvieron, sintiendo como el de cabellera oscura la dejaba para pararse detrás de ella. La venda se aflojó, cayendo con delicadeza sobre su rostro para revelar un campo.

—¡Sorpresa!— exclamó el emperador, todavía a sus espaldas.

—Cielos...— sacudió la cabeza del impacto.

Le resultaba fascinante todo lo que su vista alcanzaba a ver. Veía casas muy a lo lejos y, entre ellas y su ubicación, habían cientas y cientas de flores de diversas variedades de colores y clases.

—¿No te gustó?— ladeó la cabeza Ying Zheng, confundido.

—Me... Me encanta...

Regresó a él, sonriendo de oreja a oreja, y dejando escapar una que otra lágrima de las que no era conciente. Notó como una curva surcaba los labios del joven lentamente. Y volteó al maestro Mao, para hacer un asentimiento de cabeza.

—Le agradezco a ambos que me hayan traído hasta aquí. En serio, muchas gracias.

Antes de realizar una reverencia, la mano del muchacho la detuvo al posarse sobre uno de sus hombros.

—El maestro Mao también vino porque lo invité, siendo que dijo que quería descansar de todo el trabajo que dejé en sus hombros mientras estaba enfermo. Pero esta sorpresa la preparé yo especialmente para ti— dijo con una amigable sonrisa.

—En eso tiene razón nuestro majestad, pequeña— le dio todo el credito el anciano.

—Entonces, muchas gracias, alte-...

—Oh, vamos, ya sabes que-...

—Por favor, no, está el maestro Mao presente y tres de sus guardias...— susurró, acercándose un poco para que la escuchara.

—¿Y? De todos modos me puedes llamar por mi nombre, _____— hizo un puchero, picando con uno de sus dedos la frente de la chica —. Al menos como agradecimiento.

—Pero, Ying Zheng-... Digo, su majestad...

—¿Ves? Seguro te gusta más llamarme así. ¿Te gusta mucho mi nombre?— preguntó acercando su rostro sin vergüenza alguna al de ella, que solo se coloró.

Aquello lo arruinó un carraspeo de garganta por parte del hombre mayor que había acabado desviando la mirada. Mientras que un guardia lo imitaba, otro se mantenía firme con una gota de nerviosismo pasándole por la sien, y el último se giró para darles privacidad.

Estaba claro que era la primera vez que veían en un tierno coloquio a su rey, más con ella que menos de un mes llevaba en la corte.

—¿Qué?— preguntó Ying Zheng a ellos, algo desorientado.

—Quizás la señorita _____ quiera conocer los alrededores— expresó el maestro Mao.

—¡Bien!— asintió para regresar a ella —Vamos.

Nuevamente, le ofreció su brazo que, con nervios a flor de piel, fue tomado por _____.

Nuevamente, le ofreció su brazo que, con nervios a flor de piel, fue tomado por _____

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MUJER |Qin Shi Huang y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora