—Así que cuando tenga un tiempo libre, vendré a estar con ustedes y ayudarlas en algunas tareas.
Le informó a Xiang y a su madre, que habían estado preocupadas por ella por no haber aparecido la noche anterior.
—Come y descansa bien, pequeña. Quizás el emperador no te encuentre saludable si sigues así, y te eche del palacio— fueron las palabras de preocupación de su progenitora.
_____ le dedicó una rapida mirada a Xiang, quien se la devolvió. Ambas entendían que lo que más quería la muchacha, era esa libertad, conocer los alrededores. O, al menos, el pueblo.
—Claro que lo haré, mamá.
Faltaba poco para el almuerzo, y había aprovechado ese rato que le permitió para seguir descansando el rey, para hacerles saber sobre lo pasado a ambas mujeres.
—Entonces le haré llegar a la señora Yu de que no desayunarás más con ella.
—Dile que cuando tenga tiempo lo haré.
Su madre asintió, para terminar dándole un beso en la frente en forma de despedida. Pidió que se cuidara y se marchó.
Mientras tanto, la otra fémina había quedado, cosa que llamó la atención de la joven.
—Tengo noticias— informó para tomarla de un brazo y acercarla a ella, así susurrar —. Ayer conocí a tres guardias jóvenes y no prometidos. Trataré de hablar con ellos para luego derivarlos a ti. O por lo menos a uno.
—¿En serio? ¿Tan pronto?
Abrió sus ojos sorprendida, a lo cual Xiang afirmó.
—¿Qué te acabo de decir, niña?— picó su frente, haciendo que se sobara esa zona.
—Muchas gracias, Xiang. Pero para hablar con ellos tendría que encontrar también un tiempo.
—De eso me encargaré yo. Tú vienes aquí, y llamo a uno para que lo conozcas.
—Bien. En serio, muchas gracias, Xiang.
—No es nada, en verdad. Después de todo, desde que eras pequeña me has leído la historia del guerrero que tanto me gusta— sonrió.
Desde que Xiang descubrió que la pequeña _____ había aprendido a leer gracias a su padre, y más al verla con un libro en mano, pidió que le leyera lo que decía. De esa forma dejaba ir su imaginación.
Antes de poder comentar algo, otra sirvienta llegó para pedirle ayuda a la mujer que pasaba los treinta años, así limpiar juntas el área de las concubinas.
—¿En serio? Esas buenas para nada tendrían que ya volverse sirvientas si quieren seguir viviendo aquí. Aunque dudo que sepan hacer algo...— se quejó, haciendo reír a la muchacha.
Jamás había visto un lugar con tantos pergaminos y encuadernados en toda su vida. Y eso que pensaba que los que tenía su padre eran demasiados.
El maestro Mao la había llevado hasta el salón en donde solían estudiar los hombres de la corte. Estaba completamente desordenado todo y ellos eran los únicos allí.
—Creo que esto de ordenar no es nada nuevo para ti.
—No, para nada, maestro Mao.
—Pero para ordenar aquí, yo pongo las reglas— comenzó a arremangarse las mangas —. Levanta los pergaminos que están en esa mesa, enrollalos y y colócalos como una pirámide ahí mismo.
—Eh... Claro— asintió, sorprendiéndola saber que él fuera una persona ordenada y que realizaba eso.
Mientras hacía lo que le ordenó, miró por sobre su hombro al anciano que juntaba algunos pinceles y recipientes vacios de tinta. Realmente era un caos aquel sitio para estudiar, y le sorprendía mucho más eso.
—Disculpe mi pregunta, maestro Mao— comenzó diciendo.
—Adelante.
—¿Usted sabe por qué...?— vaciló.
—Habla con seguridad.
Respiró profundo, tomando una postura más firme al tiempo en que le daba la espalda, así retomar de cero con el interrogante.
—¿Usted sabe por qué su majestad se ha tomado la molestia de ir a verme mientras estaba desmayada?
—Estaba preocupado. No quería que hubiera otra muerte.
O sea, no quería perder a más personas de su corte. Creía entenderlo, después de todo, lo seguían y hacían muchas cosas por él desde hacía años.
—Aunque no lo parezca, su gente le importa de alguna manera.
—Entonces es un gran monarca...
—Lo conozco desde que llegó al palacio, hace ya diez años, y sí que lo es.
—¿Usted le ha enseñado?
—Le he enseñado tanto como lo requiere un emperador. A veces quería saber más, pero para eso tiene su corte.
Otro punto más para hacerle saber que la había ido a ver para no perder a nadie más de las tantas personas que se ocupaban de él. Además, ahora llegaba a entender porqué Qin Shi Huang llamaba "maestro Mao" a ese anciano.
—Así no es la pirámide. Toma estas estatuillas, para que no se desarme.
—Disculpe, maestro Mao— dijo apenada, para comenzar de nuevo, posando lo recién entregado a los costados de los pergaminos base.
El resto del día fue tranquilo, e incluso se sintió extraña por acostarse más temprano de lo que se había acostumbrado. Pero de cualquier forma, durmió como si no lo hubiese hecho un día entero.
Holissss, ¿cómo va avanzando la historia? ¿De su agrado?
Pronto se vendrán capitulos (casi) a diario. Así que rendiré mañana (y que me vaya bien) y comienzarán a ver a partir del miércoles que hay publicaciones más seguidas :3
Besos ♥
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MUJER |Qin Shi Huang y tú|
FanficSaltar de una realidad a otra tras la muerte de su padre, no era algo que deseaba, pero que temió que quizás sucedería. Y había algo que agravaba la situación: era una mujer. ¿Una mujer entre tantos hombres con años de conocimientos? Pero, fuera qui...