Capítulo XIII

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Juntó la puerta de su habitación tras de sí. Al fin el día terminaba y podía descansar. Todo su cuerpo se lo agradecía.

Miró a su alrededor, habiéndole llegado un pensamiento sin previo aviso, que se hallaba relacionado a lo que conversó con el maestro Mao hacía unas horas.

Por lo que llegaba a recordar de un comentario por parte de su padre, este escondía armas en su habitación para protección propia o del emperador. Luego también recordaba que le dijo que hiciera lo mismo en la habitación de las empleadas. Nunca lo implementó por verlo innecesario y peligroso.

Pasó una mano por su nuca. El descanso se atrasaría algunos minutos, y esperaba que no una hora.

—Si fuera mi padre... ¿Qué armas y dónde las escondería?

Avanzó hasta su cama, donde se agachó a ver si había alguna tabla suelta, porque no se veía lo que había bajo ésta. Incluso la corrió un poco de su lugar, pero nada.

Se paró en el borde del mueble, sosteniéndose bien, para mirar sobre el techado de madera. Allí había una lanza con un poco de polvo. Hasta notaba por dónde había pasado la mano su progenitor, viendo que tanta suciedad no había ahí.

Bajó con cuidado para voltear al armario. No lo abrió desde que se cambió a aquella habitación. Sabía sin testimonio que allí debía de seguir habiendo ropa de su padre.

—Una espada o un arco seguramente hay— dejó caer sus hombros, para ir hasta ahí.

Al abrirlo, vio que habían pocas prendas y en la repisa más alta había una espada, mientras que en la más baja, un arco con tres flechas.

—Como lo imaginaba...

Pero en vez de tomarlos, agarró un prenda superior. Recordaba haberlo visto usándola algunas veces. Era su favorita por el verde que la hacían imaginar cómo sería un campo y las decoraciones doradas a los rayos de luz de una hermosa tarde.

La acomodó para volverla a guardar. No quería llorar otra noche más, así que ya mismo se iría a dormir.

Se hallaba parada en el jardín que había ido hacia poco con el emperador

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Se hallaba parada en el jardín que había ido hacia poco con el emperador. Nuevamente solicitó por ella para que le leyera un cuento. Solo que ahora lo esperaba.

Tenía un pergamino en manos al tiempo en que estaba parada viendo en dirección de la entrada al jardín.

Bajó la vista a lo que tenía entre sus manos para intentar darle un vistazo, así saber de qué trataría la lectura de esa tarde.

—¿Te hice esperar mucho, señorita _____?

A la pregunta acompañada por una sonrisa del monarca, alzó la cabeza al tiempo en que se había sorprendido.

—No, su alteza— realizó una reverencia.

—¡Bien!

Cuando regresó la vista a él, notó algo raro en el hombre de extravagantes vestimentas: sus ánimos no eran tan altos como ya la había acostumbrado. Incluso su cuerpo desprendía ciertos mensajes al respecto de que algo cambió.

¿Debía de preguntarle? Probablemente sí, porque implicaba la seguridad de Qin Shi Huang.

—¿Se encuentra bien, su alteza?

—¡Por supuesto!

Acabó acostándose en el suelo, cómodamente.

—Sientate, de seguro te cansas de estar tanto tiempo parada.

Ella asintió para sentarse a una distancia considerable del joven. Aquello la llevó a pensar si se hallaba cansado.

—Puedes comenzar con la lectura— hizo un movimiento con la mano, para volverla a colocar bajo su nuca.

Su sonrisa seguía en su rostro, pero un poco más pequeña.

Desenrolló lentamente el pergamino, al tiempo en que lo veía por el rabillo del ojo. Tomó aire y comenzó con la lectura.

Pero a los pocos segundos, se detuvo. Un pequeño ronquido se había escapado del emperador.

Entre curiosa y sorprendida, lo vio con el cuerpo relajado, más que nada con la cabeza que apenas se había volteado a su izquierda. Aquello sí que le llegaba a dar ternura, por lo cual terminó sonriendo tiernamente.

Pero al reaccionar se sobresaltó para ver en dirección al único guardia que estaba por allí. Gracias a los cielos, no la había visto ya que les daba la espalda.

Suspiró para mirar el pergamino, manteniendo su mejor rostro serio. Solo el rubor lo arruinaba.

¿Tanta confianza tenía para quedarse dormido en esa situación? ¿O el cansancio le había ganado? ¿Estaría bien despertarlo para que fuera a descansar a su habitación? ¿O debía dejarlo? ¿Debía o no quedarse de todos modos? Aunque, mucho no tenía que hacer ese día.

Tenía demasiadas dudas al respecto. Nunca escuchó algo del maestro Mao ante un escenario así, ni tampoco se le ocurrió preguntar porque jamás lo imaginó.

En un comienzo, creyó que sería menospreciada por él también como la corte. O que no se acercaría tanto a ella.

Admitía que entre más pensaba en su majestad, Qin Shi Huang, su corazón latía con más fuerza.

Admitía que entre más pensaba en su majestad, Qin Shi Huang, su corazón latía con más fuerza

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Buenaaassss, ¿cómo están? ¿Qué tal va la historia?

Besos ♥

MUJER |Qin Shi Huang y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora