Capítulo XXV

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A medida que estaba más cerca, iba bajando la velocidad de su andar. El palacio parecía que desde hacía años que no lo veía. Agarraba con fuerza la cuerda de su bolso con ambas manos, sintiéndose muy nerviosa.

Bajó la vista a sus pies, descubriendo que se había detenido. Alzó la cabeza, respiró profundo y retomó su caminar.

Miró un guardia que estaba a un lado de la puerta, reconociéndolo de aquella vez que salió al pueblo. Incluso notó que llamó su atención y que él también supo de quién se trataba. ¿Y cómo no? Después de todo, escuchó de algunos compañeros que tenían la tarea de ir tras ella para protegerla de cualquier mal que pudiera acecharla, y comentarle al de cabellos negros si estaba bien o mal y, si era esta última opción, él saldría corriendo sin importar sus deberes; también del mismo recuerdo que la muchacha tenía.

—Señorita _____— realizó una reverencia, para volver a enderezarse, manteniendo la vista al frente —, buenas tardes.

—Buenas tardes— saludó apenas sonriendo —. ¿Le sería una molestia llevarme ante nuestro actual emperador? Por favor.

—Sería un gran honor para mí.

Dio media vuelta, indicándole a su compañero que ya regresaría. Y la joven iba tras él, viendo mejor aquella gran edificación. Podía sentirse tan ajena como en su hogar a la misma vez.

¿Qué se supone que le diría? ¿Que lo extrañó mucho y que lo amaba? Tras contar su historia en aquel pueblo hacia dos días, emprendió camino hasta allí por impulso de volver a verlo y estar cerca de Ying Zheng. No soportaba más esa distancia.

Aceptaría cualquier condición con tal de volverlo parte de su destino. Esa era su decisión, y la que más importante sentía.

—¿__-____?

Aquella voz provocó que girara, sintiendo un nudo en la garganta.

—Maestro Mao...

Notó como al anciano le brillaban los ojos por hacer su mejor intento de no llorar. Los secó con sus mano, sorbiendo su nariz.

—No esperaba volverte a ver tan pronto, jovencita...— sacudió su cabeza —. Guardia, me haré cargo de ella de aquí en más.

El hombre asintió para regresar a su puesto, dejando a _____ dirigirse a abrazar al mayor.

—Lo extrañé mucho, maestro Mao...

—Ay, pequeña, yo igual he extrañado su presencia— apenas correspondió sin estar acostumbrado a esas cosas.

Ella se distanció también intentando secar una que otra lágrima que había salido sin permiso.

—No llores conmigo. Guarda esas lágrimas para el reencuentro con otro hombre— recomponiéndose, tomó sus manos por detrás de su espalda.

—¿Son muy claras mis intenciones de mi llegada?

El anciano soltó una pequeña risa a la vez en que sacudía su cabeza. Hizo una indicación con esta misma para que lo siguiera. Él mismo se haría cargo de llevarla a verlo, a pesar de estar en medio de una reunión. Sabía que ello alegraría demasiado a su rey y viejo aprendiz.

Sentía como en cualquier momento sus piernas se aflojarían, como si fuera la primera vez en años que lo volvía a ver. Su corazón latía rápidamente, más al pensar en cuál sería la reacción de Ying Zheng al volver a verla. ¿Le sucedería lo mismo que ella?

El tiempo pareció tardarse mientras caminaban, pero apenas estuvieron frente a la puerta, sintió que pasó volando.

El maestro Mao le señaló que esperase allí, mientras que él ingresaba. Se acercó un poco a la puerta para oír qué sucedía. Parecía que hablaban de estrategias de batalla la corte.

MUJER |Qin Shi Huang y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora