Capítulo XI

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Pasó con cuidado el pincel con tinta sobre un pergamino. No era nada importante, solo algunas preguntas para hacerle al guardia con quién llegase a estar al ir de nuevo a la zona que la había visto crecer.

Tocó liberamente su labio inferior con la madera del pequeño instrumento, pensativa. ¿Qué más podía preguntar? Anotó varios interrogantes respecto a lo que podría ser la vida del hombre incógnita, también a qué hacía en sus tiempos libres, algún sueño y cosas por el estilo.

Sabía que quizás no sería necesario y, del apuro, terminaría casándose con el primero que se le cruzara para salvarse.

También la tomarían de exagerada por querer saber tanto en la primera reunión.

Soltó un pesado suspiro, apoyando su frente en la palma de su mano mientras que su codo reposaba sobre la pequeña mesa que utilizaba. Quizás no debía de pensar tanto aquello.

"—Una mujer con una meta es cada vez mejor".

Recordó las palabras del emperador Qin Shi Huang. ¿Realmente creía eso de ella?

Sacudió la cabeza de inmediato. No podía permitirse pensar cosas del rey de esa forma. Además, no sabía porqué le había contado eso de ella. Ni siquiera a su padre lo había hecho, porque sus objetivos nunca les tuvo tiempo para escucharlos, o le resultaban irrelevantes.

Pero no podía negarlo: le había gustado escuchar aquello.

Comenzó a sentir calor en su rostro para taparlo con sus manos, avergonzada. Ya debía de dejar de darle vueltas a ese hecho, a pesar de ser el primer comentario lindo que escuchado de un hombre hacia ella.

_____ respiró profundo para recobrar la compostura. Estuvo unos segundo con los ojos cerrados para abrirlos a ver el pergamino. Ya hasta le parecían ridículas las preguntas que iba escribiendo.

Suspiró con pesar, encorbándose y casi dejando tocar la mesita con su cabeza.

—Su majestad, con unos miembros de la corte, hemos vuelto a tocar un tema de suma importancia

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—Su majestad, con unos miembros de la corte, hemos vuelto a tocar un tema de suma importancia.

Ya era la mañana.

Tanto _____ como el maestro Mao dirigieron una mirada cansada hacia el señor Li. Era la cuarta vez que mencionaba lo mismo y el emperador lo había ignorado y cambiado de tema. Parecía que sabía a lo que se refería y, por lo que la joven notaba, el resto de la corte también.

Miró unos segundos al anciano a su lado, esperando indicios de que le comentaría un poco de eso. Pero no.

Regresó al joven de cabellos negros sentado en el centro al tiempo en que desayunaba. Tuvo que ver a otro lado. No podía creer que le resultaba más encantador por toda su guerra mental de la noche anterior. Después de todo, terminó dándole muchas vueltas al tema.

—Bueno, bueno, ya habla— dijo borrando su sonrisa, entre una mezcla de cansancio y molestia el muchacho.

—Hablamos respecto a que ya está siendo muy mayor, su majestad, y sin ofender. Debe de contraer matrimonio y dejar herederos.

Ahora que lo mencionaban, él ya debería de estar casado y tener, al menos, su primer hijo. Bueno, no era quién para juzgar y menos al hombre más importante de toda la nación.

Su padre nunca había pensado en casarla aunque una vez ella vio eso como un boleto a fuera de ese palacio. Y nunca pensó que lo necesitaría para poder librarse de su tío con las nuevas reglas que traería bajo su brazo.

—Cierto, eso...— murmuró entredientes con una sonrisa no muy convencida —. Sigo joven, tengo muchas tierras a las cuales llevar mi dominio y, ¿ustedes creen que serviría de padre?

—Criar a sus hijos es algo de lo que nos nosotros nos encargaremos, su alteza— agregó el señor Li.

—La verdad que a mí también me gustaría tener una participación activa para eso. Después de todo, pondría parte de mí para que naciera— soltó una carcajada.

_____ lo poco que sabía de los nacimientos era gracias a ayudar a alguna sirvienta con el parto o lo que escuchó de una charla secreta de pasada. Acabó sabiendo varias cosas por segunda mano que por su esposo, algo que así se acostumbraba, más si hacía años debió de casarse.

—Volviendo a esto del casamiento, su majestad— interrumpió otro miembro de la corte —, podría casarse con la hija de algún noble. O alguna de sus concubinas. ¿Usted las ha ido... a visitar?

Observó a la muchacha, como si fuese un tema tabú frente a ella.

—No. Algún día iré y la señorita hija de Chun me llevará— tomó agua de un cuenco para bajarlo rápidamente —¡No! Corrijo mi error, señorita _____.

Ante ello no solo la corte se sorprendió, sino la nombrada también. No había esperado eso.

—No se preocupe, su alteza— realizó una pequeña reverencia, escuchando como él repetía que sentía su equivocación.

¿Cómo no podía resultarle encantador? La tenía en consideración.

De inmediato, esfumó todos esos pensamientos de su cabeza al recordar que solo era miembro de la corte y se preocupaba por los demás. No era ningún trato especial.

Respiró profundo para pestañear lentamente. Se avergonzaba de sí misma y sus pensamientos que aparecía automática e involuntariamente.

 Se avergonzaba de sí misma y sus pensamientos que aparecía automática e involuntariamente

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MUJER |Qin Shi Huang y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora