cap. 3

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Una semana más tarde.

- ¿Pulseras de la amistad?

- Así es. Ahora definitivamente somos mejores amigos.

Riki miraba aquella tira de colores que Sunoo le había dado. La sonrisa del rubio le hizo sonreír también, se la puso en la muñeca.

- Es muy bonita - dijo.

- ¿De verdad lo crees? - preguntó con brillo en los ojos y sus mejillas levemente sonrojadas.

Riki hizo caso omiso a eso y asintió con una sonrisa.

- Me alegra, mi madre lo hizo especialmente para nosotros - confesó tímido pasándose un mechón de cabello tras su oreja.

- Oh ya veo - respondió.

Riki hace una semana comprendió que quizás sus sentimientos por Sunoo no eran románticos, más bien, de atracción. Pero aún así, no podía dejar de admirar la belleza de su ahora amigo.

De igual forma había conocido un poco más la vida del rubio. Como que por las tardes, después de la escuela, iba a su academia de danza. Amaba bailar y no hacía falta preguntar, con sólo mirar como hablaba de sus ensayos o incluso de sus ídolos era suficiente para darse cuenta cuan lejos podría llegar Sunoo.

O que le gustaba vestir a la moda, eso era muy notorio. También supo que le gustaba el helado de chocomenta.

A Riki aquel sabor le parecía fatal pero, sólo por una vez lo probó y fue por Sunoo.

Porque para Riki, era su angelito.

Su ángel caído del cielo.

Tal vez porque nunca tuvo amigos, es porque se sentía tan extraño tener a Sunoo tan cerca de él, sin sentirse fuera de lugar o incluso preocupado por su apariencia pues el mismo rubio se lo había dicho.

"Ellos podrán ver pero te aseguro que lo que yo veo no es para nada igual"

Quizá lo decía para no herirlo. Así que, sin hablar asentía, porque si Sunoo lo decía debía ser verdad, él nunca le mentiría.

- Riki ¿Puedo preguntarte algo? - lo miró meciendo sus pies sentado en aquella banca de siempre.

Ambos esperando al padre de Sunoo como cada tarde al terminar la escuela.

- Dime - respondió con una sonrisa.

- ¿Qué harás al terminar la escuela? - preguntó.

Riki pensó unos segundos pero no se le ocurrió nada. Decepcionado por no tener respuesta suspiro, ni siquiera él sabía qué haría al llegar a su casa.

- Yo no lo sé Sunoo - contestó sincero y el rubio soltó un pequeño "oh" causando una sonrisa en Riki. Era tan tierno - Y ¿Tú sabes lo que harás?

Sunoo sonrió, miró sus tenis color azul pastel con pequeños adornos a los lados. Luego fijó su vista en Riki quien esperaba su respuesta.

- ¿Yo? Bueno...- miró al cielo observando las nubes moverse - Yo quiero ser maestro de baile, tener mi propia academía, enseñar a muchas personas - sonrió avergonzado - Y...tal vez...casarme en el futuro.

- ¿Casarte? - Sunoo asintió.

- Sí, y tú estarás ahí para cuándo lo haga ¿Verdad? - lo miro con un ligero rubor - ¿Verdad Nini?

El pelinegro tragó ante tan linda imagen del rubio. Apretó con sus dientes su lengua para no decir alguna tontería. Al tranquilizarse sonrió.

- Claro que sí Sunoo.

El rubio sonrió tan grande y sin avisar abrazó al pelinegro quien casi dejó de respirar tras el contacto. El aroma de malvaviscos inundó sus fosas nasales, un lindo y dulce aroma.

El auto color negro se estacionó. Riki al percatarse dió leves palmaditas a la espalda de Sunoo el cual se separó sólo un poco para mirarle.

- Tu papá llegó - habló sin tartamudear, un alivio.

Sunoo volteó, era verdad. Hizo un pequeño puchero sin que el pelinegro se diese cuenta, tomó su bolso y miro de nueva cuenta a Riki.

- Entonces...¿Te veo mañana? - sonrió.

- Claro, hasta mañana - respondió Riki.

Sunoo a punto de irse, se detuvo. Riki ladeó su cabeza confundido. Abrió los ojos al sentir como en su mejilla izquierda era plantado un besito.

- ¡Hasta mañana Nini! - agitó su mano.

- Eh..Uh..Yo.. sí...hasta...hasta mañana..- titubeó.

Tocó su mejilla, un sonrojo invadió toda su cara hasta sus orejas. No puede ser.

Un ángel acaba de besarme la mejilla.

Con una sonrisa en su rostro fue hasta su casa. Quizá ser amigo de Sunoo no era tan malo después de todo.

(☆)

no juzgues a un libro por su portada ✧ sunkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora