𝗫𝗜𝗩

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AQUELLAS PUERTAS SE ABRIERON, DEJANDO VER EL PAISAJE QUE HABÍA sido besado por la dulce muerte, entre una y mil espinas de recuerdos que parecían retorcerse dentro de las memorias de Sueño cada vez más profundo, a través del fuego, la maleza y el ...

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AQUELLAS PUERTAS SE ABRIERON, DEJANDO VER EL PAISAJE QUE HABÍA sido besado por la dulce muerte, entre una y mil espinas de recuerdos que parecían retorcerse dentro de las memorias de Sueño cada vez más profundo, a través del fuego, la maleza y el acabando en la rosa marchita, tan seca que podría hacerse pasar por una maldición, donde no crece nada, donde no cabe nada más que la desesperación y la tristeza, arrastrando de forma rapaz todos los sueños que regaban a las personas con esperanzas de un mejor mañana. Ahora no quedaba nada de eso, cuando la nada volvía a tener significado y esa nada se convertía en cenizas capaces de intoxicar cualquier lugar erial lleno de vida. Incluso al más frío de los Eternos, quien devastado veía a su reino reducido a un montón de cenizas y rocas, siendo menos que una sombra del pasado del reino de Sueño.

—¿Quién lo hizo?—la pupila cristalina de los ojos nocturnos no se apartaban de el paisaje que se extendía a sus pies.

—Mi señor, usted es la ensoñación, la ensoñación es usted, con todo el tiempo que se ausentó, el reino empezó a... Decaer y derrumbarse—con cada palabra que daba Lucienne era una estocada más para él directamente a todo lo que le importaba, no parecía demostrarlo, pero lo conoció el suficiente tiempo como para saber cuando ocultaba algo y sobre todo, cuando era un mal mentiroso con aquellos ojos de cristal que demostraban más que cualquier otro ser humano que hubiera conocido cuando su alma no estaba encadenada con el Diablo, quizá había caído por esos ojos frívolos como las estrellas más lejanas, pero aquellas estrellas daban calidez y cobijo a los más oscuros planetas, tan cálido que un día en el campo era un abrazo del que no podía separarse gracias al sol, que llenaba de vida a toda la Tierra, coloreando sus paisajes con el dorado de los rayos reflejados a través del agua cristalina de un estanque de vidrio, tan frágil que con un simple toque las ondas rompen a través de todo el agua, distorsionando la realidad que se extendía a sus pies en el más puro atardecer. Era eso su mirada, una estrella caída, una estrella que a pesar de todo el frío seguía brillando, pero ya no quería ser su planeta, no quería seguir girando alrededor de él cuando sabía que no era más que un planeta más, alguien sin importancia para la estrella más grande y más resplandeciente que había conocido, pero esa no iba a ser su motivo para seguir bailando en la forma de una órbita elíptica alrededor de una estrella que sólo brilla, no sabe lo que realiza con aquel antídoto de vida que les daba a todos los planetas que giraban alrededor de él sin darse cuenta, sin ver aquella estrella que les daba cobijo en forma de sueños y esperanzas, pero ella lo había visto, un segundo bastó para quedar encantada por el resplandor de aquella estrella. Pero ese mismo brillo la había llevado al infierno, por ese mismo brillo había sacrificado todo, ¿pero cuándo un simple planeta podría alcanzar al sol? No, era menos que un planeta. Era una humana. 

—¿Y los pobladores, el personal del palacio?

—Me temo que la mayoría se ha ido

—¿En serio?

—Muchos fueron a buscarlo

—¿Y los demás?

—Pensaron que tal vez usted se había hartado de sus deberes—Robin se removía incómodo por aquella discusión que había entre Lucienne y el rey del sueño, completamente ignorados por aquellos dos, pero era lo mejor, no quería meterse en problemas apenas llegando. Si iba a pasar su eternidad en el lugar, al menos quería ser bien recibida, contando a aquella mujer de orejas puntiagudas como aguja—Y- 

𝗗𝗿𝗲𝗮𝗺𝘀 ▬▬▬▬▬ 𝘛𝘩𝘦 𝘚𝘢𝘯𝘥𝘮𝘢𝘯 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora