𝗫𝗩𝗜𝗜𝗜

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AQUEL REY ESTABA SENTADO SOBRE UN GRAN TRONO HECHO DE RAMAS Y HOJAS, TENÍA CUERNOS DE CHIVO Y UNA BELLEZA QUE no se comparaba a ninguna estrella del firmamento, pero su mirada fútil sobre ella le hacía perder todo aquel encanto que cargaba aquel r...

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AQUEL REY ESTABA SENTADO SOBRE UN GRAN TRONO HECHO DE RAMAS Y HOJAS, TENÍA CUERNOS DE CHIVO Y UNA BELLEZA QUE no se comparaba a ninguna estrella del firmamento, pero su mirada fútil sobre ella le hacía perder todo aquel encanto que cargaba aquel rey, a su lado, una mujer con la belleza furtiva de la guirnalda, pero tan peligrosa como el tallo de una rosa invernal, eran aquellos que resolverían sus dudas sobre Robin y la saciarían con la verdad, la respuesta cruda que siempre se había preguntado desde el primer momento que lo conoció: ¿Quién era él, acaso era aquel capaz de hacer el mayor de los desastres en el averno, o acaso el asesino sañudo que tanto hablaban en aquel lugar y que había demostrado a sus ojos, quizá todo eso fue una ilusión y solo era aquel chico que le ofreció a la luz de la luna un baile con las hadas, aquel que dio su mitad por ella? Todo era confusión, siempre lo había sido desde el mismo momento que vio a aquel Eterno en el sótano de su casa, tan débil e indefenso que no evito que la lástima se filtrara por sus huesos en la forma de un veneno mortal del que no puede curarse incluso en su ahora. 

—¿Y bien, mi gentil Goodfellow, cómo puedes tener la insolencia de volver al mismo reino que abandonaste como una madre abandona a su hijo en la noche oscura? Incluso, has cometido el error fatal de traer aquí a tú mortal. Regresas a mí, como un perro en el invierno rapaz a pesar de haber conseguido otro amo-

—Oberón, déjalo hablar. Pues por alguna razón ha vuelto al seno de nuestro reino, no como un sabueso a su amo, es como el hijo regresa a la madre atesorada, que aún en el lecho esperará a su amado hijo regresar como la paz que trae el más suave viento a los corazones desconsolados. Habla, mitad duende—lucía nervioso, pues sujetaba sus ropas con fuerza, cual niño que iba a se regañado por su maestra. Fue mero instinto cuando sostuvo su mano, pues sabía lo que se sentía estar en una situación como esa, solo había querido un apoyo para enfrentar a los monstruos que sonreían aún en la luz, lo mismo era para aquel tembloroso chico, quien a su tacto, pareció tranquilizarse y tener la audacia de mirarlos a los ojos.

—Huí en las breñas, en los arroyos, entre la fría luna y el colérico sol, encontrando diversos tesoros, temores y sorpresas. A punto de regresar a mi hogar encontré la mayor tontería de los mortales que jamás hubieran creado, algo que el solo escucharlo causaba repugnancia dentro de cualquier corazón que guardaba al viejo invierno, convirtiéndolo en el corazón empedernido de la joven primavera, quien me logró atrapar en sus fauces, condenado por el viejo destino a buscar agua en el desierto, a buscar el canto de la alondra en la más cruda ventisca y el manto en la soledad

—He entendido tus razones, traidor mitad duende. Pero no puedo dejar pasar la traición que has cometido en contra de mí y Atenas, al unirte al reino de Morfeo has dado la espalda y huido a los brazos de una mortal con el tiempo tan corto y pequeño como la semilla del teff. Has hecho la elección, así que dame una razón para no acabar contigo—sintió algo que oprimía su cuello, empujándola a la decisión de irse de aquel lugar de forma inmediata, una amenaza de muerte de parte de un rey no era algo que debía alegrarse, al parecer a Robin sí le resultaba gracioso, su sonrisa de duende lo decía todo, mostrando unos dientes afilados como cuchillas, no parpadeo en ningún momento, solo miraba a aquel rey en su trono, algo intimidante que le hacía dudar si realmente era un mitad duende.

𝗗𝗿𝗲𝗮𝗺𝘀 ▬▬▬▬▬ 𝘛𝘩𝘦 𝘚𝘢𝘯𝘥𝘮𝘢𝘯 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora