Veintidós.

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~ 11:45 a.m.

Chelsea James

Acerco el humo del mechero al sensor de humo y hago sonar la alarma de incendios, todos los alumnos y profesores salen a la calle pues se pensaban que habia un incendio, que ingenuos. Cojo a Axel de la mano y salimos junto a los demás sin levantar sospechas.

— Estás loca. -dice riendo-. Pero eso es lo que te hace única. -añade.
—Te como. -le beso.

Nos unimos a los demás y cuando los profesores entran en el instituto cojo a Axel del brazo y nos alejamos de allí.

Al llegar a casa de Axel entramos ya que sus padres no estaban, ambos tiramos las mochilas al suelo y vamos directos a la habitación.

— Amor. -dice sonriendo.
— ¿Que pasa? -digo desabrochando los botones de mi camisa.
— Te amo muchísimo. -me besa cogiendome por la cintura.
— Yo más. -muerdo su labio.

Dejo caer el pantalón al suelo y me meto en la cama una vez que estoy en ropa interior. Axel se queda en boxers y muerdo mi labio al ver sus trabajados abdominales.

Se sienta en la cama y me pongo encima de él sin dejar peso, baja el tirante de mi sujetador y me da pequeños besos por el hombro. Acto seguido lo desabrochar y lo tira al suelo, me acerco más a él hasta estar a centímetros, pone sus manos en mi cintura y va subiendo hasta llegar a mi pecho, lo beso y me muevo provocándole, su miembro crece y poco a poco lo voy notando más; sonrio al mirarlo y su cara cambia por completo cuando me acerco a volverlo a besar.

— ¡Axel! -grita una mujer furiosa detrás de mi.
— Mama. -traga saliva.
— ¿Quien es esta? -dice enfadada-. No te pago el mejor instituto para que estés en casa follando. -añade fría.
— Pero mamá. -responde serio.
— En menos de diez minutos quiero a esta fresca fuera de mi casa, y tú señorito ya puedes darme una buena explicación de porque no estás en clase. -se va.

Recojo mi sujetador del suelo y me lo vuelvo a poner sin mirar a Axel, menuda situación más incómoda, tras ponerme la ropa lo miro, pues todavía esta abrumado por la situación.

— Nos vemos mañana. -digo dándole un beso en la mejilla.
— Lo siento. -responde él besándome.

Tras recoger mi mochila salgo de su casa sin hablar con su madre puesto que había sido todo un bochorno y me dirijo a casa.

~ 13:15 p.m.

Blake Jones

Entro en la habitación del hospital y Joanna sigue todavía grave, por suerte sus padres se habían ido y no tenía que cruzarme con ellos, al fin y al cabo por mi culpa estaba su hija así.

— Blake... ¿eres tú? -susurra Joanna.
— Joanna. -digo cogiéndola de la mano.
— ¿Que ha pasado? No recuerdo nada y me duele muchísimo el cuerpo. -susurra débil.
— Un ciervo se cruzó cuando volvíamos del parque de atracciones. -digo derramando una lágrima-. Lo siento muchísimo, yo soy quien debería de estar ahí y no tú. -sollozo.
— No te preocupes, Blake. -clava su mirada en mi-. No es culpa tuya.
— Pero... -me corta.
— Olvídalo. -me apreta la mano-. Gracias por seguir aquí y no haberme dejado sola. -susurra con una pequeña sonrisa.
— Mi pequeña. -acaricio su mejilla.

El doctor entra en la habitación y mira a Joanna serio.

— No deberías esforzarte tanto. -dice serio-. Todavía sigues débil.
— ¿Cuánto tardará en recuperarse? -digo acariciando su mano.
— Quizás unas semanas, no lo sabemos. Tendremos que hacerle más pruebas. -susurra éste.
— Esta bien. -la miro.

El médico sale y me quedo con ella, las horas pasan y los ojos se me empiezan a cerrar pues no había pegado ojo en toda la noche debido al insomnio.

Despierto al escuchar varios gritos provenientes de Joanna y me acerco rápidamente a ella, el contacto de mi mano con la suya hace que se relaje y acaricio su mejilla pues parece que todo había sido una pesadilla.

— ¿Que haces aquí otra vez? -dice una voz ronca desde la puerta.
— Su hija... -me corta.
— ¡Te dije que no volvieras! -grito la madre de Joanna enfadada.
— Mamá, papá. -susurra ésta abriendo los ojos.
— Cariño. -se abrazan-. ¿Que hace él aquí? -dice fría.
— Él es mi amigo... -susurra.
— Pues te prohibo que seas amigo de éste, Por su culpa estás así, hija. -grita furiosa-. Te prohíbo volver a verle. Ahora vete y no vuelvas más por aquí o tendré que ponerte una orden de alejamiento. -sentencia la madre apuntándome con el dedo.

Salgo de la habitación pues no esperaba una reacción así, camino escuchando los gritos de Joanna y suspiro al no poder hacer nada.
"Por su culpa estás así" son las palabras que no dejan de rondar por mi cabeza, todo esto había sido culpa mía y no necesitaba a nadie que me lo recordará a todo momento.

Suspiro derrotado y me siento en el banco de siempre, saco un cigarro y lo enciendo para acto seguido llevarlo a mi boca, expulso el humo y cierro los ojos recordando el accidente, mis lágrimas empiezan a deslizarse por mis mejillas y el cigarro se empieza a consumir así como la vida misma.

Besos prohibidos.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora